Por un proyecto educativo andaluz

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En la semana previa al 28 de febrero, el sistema educativo andaluz suele recordar que es andaluz. Puntualmente, la Consejería de Educación -ahora llamada Desarrollo Educativo y Formación Profesional- publica las tradicionales instrucciones para orientar a los profesores y profesoras con actividades y contenidos relativos al proceso autonómico y, en algunos casos, sus precedentes, como son el andalucismo histórico y Blas Infante.

A pesar de esas intenciones, en la realidad, estas propuestas normativas no van más allá de celebrar una jornada gastronómica -es decir, el suculento mollete con aceite- o la intervención de alguna persona versada en el tema “andaluz” que imparta una breve charla, conferencia o taller sobre la importancia de sentirnos andaluces y/o lo que significó Blas Infante, el 28 de febrero y, como mucho, el 4 de diciembre de 1977.

Estas actividades caen en saco roto. Alumnos y alumnas asisten a esas sesiones y el día después vuelven a la rutina. Así viene sucediendo desde hace más de cuarenta años, desde que nos convertimos en la primera Comunidad Autónoma sin un segundo idioma oficial, que asumió las plenas competencias en educación. Ya va siendo hora de que se diga con claridad: eso no es suficiente. Así no se hace. A pesar del voluntarismo de muchos docentes que, con la mejor de sus intenciones, pretenden que esas fechas sean realmente significativas para sus estudiantes, vemos que esa vía es, siendo muy condescendiente, exigua.

La administración educativa debe adoptar otras estrategias para conseguir/reforzar/construir una conciencia andaluza entre nuestros estudiantes. Es necesario elaborar un proyecto educativo propio. Poner Andalucía en el centro de la educación. Llevar a cabo esa tarea supone destinar otros recursos y desarrollar estrategias mucho más ambiciosas, imaginativas y realistas.

Apostar por un proyecto educativo andaluz significa articular medidas más allá de añadir asignaturas o temas con “Andalucía” como eje fundamental. Nuestras escuelas llevan casi dos siglos intentando solucionar problemas sociales, culturales y/o económicos cargando el currículo de asignaturas o de temas entendidos como significativos: educación musical, educación vial, educación ambiental, educación financiera… y así, un larguísimo etcétera. Pero esa no puede ser la única vía.

Es necesario exigir la formulación de un proyecto educativo andaluz integral. Un instrumento coordinado, consensuado y con la voluntad de hacerlo real. Se trata de enunciar un proyecto con el objetivo de partir de lo próximo para aprender lo general, de lo concreto a lo abstracto, de lo próximo a lo más lejano.

Efectivamente, no se pueden olvidar las asignaturas: Historia de Andalucía en ESO y Bachillerato; explicar temas sobre como nuestra forma de expresarnos como andaluces y andaluzas; sobre la Geografía andaluza, nuestra Literatura, nuestro folklore, el flamenco, etc. etc.

Pero junto a todas esas medidas, el sistema educativo andaluz, su arquitectura, sus fines generales, deben estar orientados hacia el “ser” andaluz. Encaminados a conseguir lo que defendía Blas Infante en 1915: la educación metafísica del pueblo, la creación del “espíritu”. Buscar la educación integral del individuo. Se trataría de llevar a la escuela una reflexión apuntada por Isidoro Moreno en 2021: «Hay que aplicar una lógica diferente en Andalucía, centrada en sus necesidades».

Trasladar esta idea fuerza a la educación supone desarrollar un proyecto educativo andaluz donde las escuelas e institutos tengan la autonomía suficiente para elegir con total libertad si incluir o excluir las asignaturas, los libros de texto más interesantes, los contenidos más adecuados o no a la comunidad educativa del centro, sus horarios… Todo ello con la intención de colocar el centro de atención de la educación andaluza los problemas, las realidades y las situaciones, que los estudiantes viven de forma de cotidiana. Se trata de fijar normas facilitadoras de la toma de decisiones en las comunidades educativas y garantistas del principio de autonomía pedagógica. Para cumplir con esa finalidad, la Administración debe permitir una escuela donde se minusvaloren determinados contenidos del currículo oficial. O la Delegación de Educación debe ayudar/asesorar la publicación de materiales o libros de texto por parte de los centros.

Proponemos cambiar radicalmente el modelo de la escuela andaluza. Estaríamos construyendo un sistema orientado más hacia Andalucía y menos a intereses, problemas o realidades muy ajenas y externas. En otras palabras, es ineludible defender una enseñanza que:

– promueva y valore la identidad andaluza. Donde se susciten los elementos vertebradores de esa identidad. Una escuela donde, por ejemplo, el andaluz sea “la lengua vehicular” todos los días, y no se recrimine o discrimine a los alumnos y alumnas porque se expresen como lo hacen cotidianamente, sin limitaciones, con su familia y con sus amigos.

– ejerza y promueva los valores relativos a la economía de kilómetro cero y la economía circular, al hilo de los trabajos de Manuel Delgado. Esto no significa tan solo incluir esos “temas” o esas “asignaturas” en el currículo. También supone, por ejemplo, fomentar el consumo en las escuelas e IES productos andaluces o de proximidad. Significa igualmente conocer y valorar la importancia de las empresas y actividades comerciales vinculadas a la zona.

– valore nuestro pasado común, nuestra Historia, más allá de una lista nombres y fechas, como el resultado de la obra de personajes andaluces y andaluzas, donde se aprecie su papel para el progreso de la Humanidad. Mostrar, como defiende Lacomba, la Historia de Andalucía escrita desde Andalucía.

– significa enseñar y ejercer la agroecología como recurso económico para el desarrollo de la tierra, con la planificación de actividades que aproxime la realidad, las exigencias, los derechos del mundo rural al urbano. De igual modo, definir la escuela como un lugar donde se recicle todo, se preocupe cada día por disminuir la huella ecológica, se usen exclusivamente energías renovables…

– facilite la creación y desarrollo de centros escolares regidos por criterios públicos y sin ánimo de lucro desmedido, y al cargo de personas físicas y jurídicas de Andalucía.

– apoye la conversión de los centros escolares en espacios de reflexión, crítica y evaluación de derechos comunitarios. Definir las aulas andaluzas como espacios donde el clima del aula esté impregnado en cada momento con valores de la Cultura Andaluza, con nuestra forma de interpretar la realidad: cooperación, solidaridad, generosidad, participación, igualdad, comunidad, son términos ineludiblemente asociados a este modelo de enseñanza. Se trata de abrir la escuela al barrio o a la localidad. El centro escolar como lugar público, de encuentro, donde la comunidad educativa (padres, madres, tutores, tutoras, asociaciones, ONG, entidades públicas, …) tengan un papel relevante.

No se está tratando de revolucionar el sistema. Que no se asusten algunos. El marco normativo actual lo permite. Es una propuesta factible. De lo que se trata es de adecuar la educación andaluza a nuestra realidad. De lo que se trata de es de darle más protagonismo a ese personal docente que lleva años explicando y tratando en clase “cosas” que carecen de sentido para unos estudiantes desmotivados y desmotivadas, simplemente porque el libro de texto y el Decreto correspondiente así lo ordenan.

En definitiva, se trata de encontrarnos todos y todas en un nuevo modelo educativo, atractivo porque se centra en lo que nos interesa, porque prepara a las generaciones más jóvenes de acuerdo con lo que a todos y todas nos resulta más próximo y real.