“Arriquitraun”

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El pasado lunes 14 de diciembre, en el pleno del Senado, la Ministra de Hacienda María Jesús Montero entró en cólera cuando respondió al enésimo insulto recibido desde los políticos españoles -generalmente desde las filas de la derecha- por sus expresiones andaluzas. Obviamente, ella generalizó el desprecio, considerando que, en el fondo, revela una postura supremacista contra los andaluces y nuestra forma de hablar.

Sus declaraciones han quedado recogidas en el acta de la sesión donde se debate, nada más y nada menos, sobre los Presupuestos Generales del Estado. Con ese indicio, con esa cita, se ha lanzado un mensaje a los futuros historiadores: en diciembre de 2020, aún el andaluz es objeto de mofa, desprecio y pitorreo. Efectivamente, como miembros integrantes de la misma cultura, y compartiendo las mismas señas de identidad, creo que nos debemos sentir solidarios con la Sra. Ministra. Está claro que cuando un dirigente político se cachondea del andaluz, todos nos debemos sentir maltratados y ofendidos.

Pero cuidado. Ese apoyo basado en la pertenencia común al “ser andaluz”, no puede ir más allá. Y no puede ir más allá porque María Jesús Montero ha sido Consejera del Gobierno andaluz durante 14 años. Un Gobierno que era y es el máximo responsable de la defensa y difusión de la Cultura Andaluza, así, con mayúsculas. Un Gobierno que era y es responsable de cumplir con el artículo 10.3 del Estatuto de 2007, donde se marca como objetivo “El afianzamiento de la conciencia de identidad y de la cultura andaluza a través del conocimiento, investigación y difusión del patrimonio histórico, antropológico y lingüístico”. Y esto no se ha cumplido. Como prueba, recurramos a la Lógica proposicional de las matemáticas para explicarlo:

Premisa A: Los partidos políticos sobreviven gracias a los votos conseguidos en las elecciones.

Premisa B: Denigrar al/el andaluz capta numerosos apoyos y votos en España.

Premisa C: Por lo tanto, denigrar el/al andaluz resulta electoralmente rentable a los partidos políticos.

Y añado yo: ¿responsable de la validez del argumento y de la conclusión? Pues quien ha detentado durante casi cuarenta años la competencia exclusiva en Cultura Andaluza. Con otras palabras. Si aún, en 2020, tras 39 años de autonomía, meterse con los andaluces es rentable electoralmente, se debe, en buena medida, a la responsabilidad de quienes tenían la obligación de desarrollar políticas culturales y educativas encaminadas a desmontar esa visión interesada.

Dejemos a un lado las Matemáticas y centrémonos en un momento en la educación. Y hagamos este giro de “guion”, porque este escenario se sigue repitiendo debido a que el Gobierno andaluz viene incumpliendo ese mandato estatutario no solo desde 2007, sino también desde 1982, cuando asumió las primeras competencias en materia educativa.

Poco a poco, la cultura andaluza ha ido saliendo de las aulas. Los gobiernos socialistas andaluces se han olvidado del Programa de Cultura Andaluza para las escuelas de los años ochenta, han permitido que la Cultura Andaluza no se imparta en la formación inicial del profesorado y ocupe un lugar poco significativo en la preparación permanente, han dejado abandonados a los docentes en su tarea prácticamente voluntarista de tratar este tema en sus aulas o, incluso, en el organigrama de la Consejería ha desaparecido “el responsable” de llevar a cabo esta tarea.

En el año 2002, denunciamos que “más de la mitad de los libros de texto discrimina el habla andaluza”, como titulaba el diario ABC del 18 de septiembre. Hicimos un informe donde se denunciaba que esos manuales de venta en Andalucía calificaban el “seseo” como una “confusión de las articulaciones medievales ts, ds, s y z”, o que los andaluces también “confundíamos” la “l” por la “r”, y por eso sustituimos “armohada por almohada (sic)”. Y, para colmo, en el libro de la editorial Editex, de 1º de ESO, en su página 215, aparece, como ejemplo de un andaluz, un hombre ataviado con un traje de flamenco y con una copa de vino que dice “arriquitraum”.

La solución que dio el Gobierno fue eliminar el procedimiento de supervisión de los libros de texto. Así, solo actuaría en caso de denuncia de los casos contrarios a la Constitución cuando lo denunciaran las familias o los docentes. Dejadez se llama eso. La Cultura Andaluza, salvo muy honrosas excepciones, ha quedado emparedada en el mollete con aceite del 28 de febrero.

Sra. Montero, de aquellos polvos estos lodos. Si Ud. sufre cada día ese injusto y cruel acoso lingüístico, en parte se debe a la dejadez de los gobiernos autonómicos de las últimas décadas y a sus políticas educativas. Los datos están ahí.