Blas Infante en el Norte de Marruecos. Unas notas provocadas por las tesis de Eric Calderwood

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Blas Infante en Agmat, Marruecos, junto a la tumba del rey Almotamid.

Las publicaciones de Eric Calderwood -tanto su artículo de 2014, como su libro de la editorial Almuzara, de 2018- han suscitado algún debate referido a Blas Infante. Estos escritos sobre el colonialismo franquista, descubren la significativa repercusión de los textos del líder del andalucismo en la política española en el Norte de África. De forma muy resumida, el profesor de la Universidad de Illinois afirma que la Dictadura usó los postulados andalucistas infantianos para justificar su política en el Norte de África. El nombrado por el Parlamento Andaluz por unanimidad como Padre de la Patria, construyó, a través de su obra -fundamentalmente “Ideal Andaluz”- una imagen paradisíaca de Al Andalus, como un lugar pacífico de convivencia intercultural. Y ese imaginario, trasladado al otro lado del Estrecho, lo usó Franco, a partir de su victoria en 1939, como nexo cultural e ideológico entre los postulados fascistas del franquismo y los del incipiente nacionalismo marroquí. Esta conexión consiguió, como afirmó Calderwood en agosto de 2019, en el diario “Cordópolis”, hacer “extraños compañeros de cama”. Argumentos claramente matizados por Rubén Pérez en febrero de 2019.

Para los que llevamos algún tiempo estudiando a Infante, este dato nos sorprende. Acostumbrados al escaso interés que han suscitado los estudios sobre el denominado “andalucismo histórico” en la comunidad científica andaluza, menospreciados en numerosas ocasiones por su presunto escaso rigor, calificados como estudios hagiográficos, o simplemente “partidistas”, resulta al menos curioso que un profesor de una universidad de EEUU, otorgue semejante relevancia al político casereño.

Pero dejando a un lado esas consideraciones, los argumentos de Calderwood, colateralmente, conceden especial relevancia a los estudios sobre la repercusión en el Protectorado de las tesis infantianas, ya que el andalucismo no fue solo una simple elucubración histórico-política. Especialmente en Melilla, un grupo andalucista desarrolló una ingente labor, liderado por el docente Fermín Requena Díaz, quien pretendió extender las tesis de Infante por la zona.

Este maestro, y su grupo de “correligionarios”, adoptaron los postulados africanistas y andalusíes del pensamiento infantiano, y decidieron llevarlos a la práctica. Crearon una organización política y cultural denominada Agrupación Liberalista Andaluza, muy semejante a la Junta Liberalista de Andalucía, pero que gozaba de cierta independencia. Además, este grupo difundió sus ideales por medio de una revista semanal llamada “Vida Marroquí”, su órgano de expresión, relación y captación. El andalucismo melillense consigue cierta implantación en el territorio. Así lo demuestra este órgano de expresión: publicaron 491 números entre 1926 y 1936, con 6400 artículos y 800 autores citados.

La revista también corrobora que el andalucismo contempló al Protectorado como una parte más de Andalucía, y así lo expuso el Manifiesto de la Junta Liberalista, publicado un mes después de proclamada la Segunda República, el 17 de mayo, donde se afirmaba, en los apartados décimo y undécimo:

Que el Estado Federal Español delegue en Andalucía las relaciones internacionales con los pueblos africanos y de Oriente.

Máxima protección por el Estado Andaluz de los andaluces musulmanes y judaicos expulsados del territorio andaluz, y que se tengan en cuenta con igual preferencia que los demás andaluces para la colonización en Andalucía de los terrenos vacantes”.

Es más, el andalucismo melillense aseguró, en agosto de 1931 que “Apenas iniciada la idea para organizar en Melilla la «Agrupación Andalucista» se ha despertado con gran entusiasmo el sentimiento regional, tanto de la nume­rosa colonia andaluza que mora en nuestra ciudad, como así mismo en los elementos musulmanes y sefaradíes (sic) descendientes del Califato cordobés y reinos de Taifas, siendo numerosas las inscripciones ya realizadas paro constituir dicha Agrupación, cuyos fines, por lo que afecto a Marruecos, no pueden ser más españolistas”.

Cuando se iniciaron los procesos autonómicos durante la Segunda República -el andaluz entre ellos-, Francisco de las Cuevas imparte una conferencia en Melilla, en junio de 1931, sobre “La estructuración de Melilla ante la república federal”. El grupo andalucista asumió públicamente la conveniencia de pedir la adscripción “al estado (sic) que, dentro de la Federación, constituye la región peninsular más próxima a ella: Andalucía”.

Requena y la Agrupación Liberalista Andaluza intentaron al menos ser tenidos en cuenta en las negociaciones del futuro Estatuto de Autonomía. Sin embargo, a pesar de esos evidentes lazos ideológicos, anotamos ciertas reticencias en la península. De una forma muy esquemática, observamos:

a) De todos los proyectos de Estatuto propuestos y conocidos hasta ahora, sólo en uno se menciona al Protectorado: el denominado “Proyecto de Gobierno Autónomo” de 1931.

b) Los representantes del andalucismo melillense tienen que solicitar a Infante que se les invite a la Asamblea Regional Andaluza de enero de 1933, donde se aprobaron las Bases de un futuro Estatuto. Un artículo en “Vida Marroquí” lo demuestra. Sin embargo, un temporal en el Estrecho en esos días, finalmente impidió su asistencia.

c) Tampoco los melillenses asistieron -y no los invitaron- a la segunda Asamblea del 5 de julio de 1936 de Sevilla, donde el proceso autonómico se reinició tras los años de gobierno de la CEDA.

d) De los 6400 artículos publicados en “Vida Marroquí” por más de 800 autores, en sus diez años de vida, Blas Infante solo aparece en tres artículos y una entrevista.

Como asegura Bartolomé Clavero en su artículo sobre Calderwood, Infante “no es naturalmente responsable de lo que, tras su asesinato, se hiciera con sus ideas por parte de sus asesinos”.

Sin embargo, estos datos nos provocan la reflexión y el estudio en profundidad sobre cómo el andalucismo quiso concretar o “institucionalizar” ese vínculo cultural e ideológico. ¿Abandonaron o, al menos, no impulsaron esa relación porque la Constitución republicana preveía un régimen autónomo “en relación directa con el Poder central” para el Norte de África? Como apunta Rubén Pérez, la República no entendía el Protectorado como una zona “de plena vigencia de la Constitución”.  ¿Renunció, por ello, el andalucismo a incluir el Protectorado en una futura región autónoma andaluza? Sigamos estudiando.