Recuperar y resituar el sentir

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En el capitalismo, la esfera de los cuidados individuales y sociales, físicos y emocionales, existe en relación con el trabajo mercantil, a la vez que es también un producto de éste. Es la condición previa para que el trabajo pueda existir y al mismo tiempo uno de sus resultados específicos. De modo que para que el dominio, pretendidamente “autónomo”, de lo económico pueda funcionar es imprescindible otra “zona de sacrificio” que cubra las necesidades básicas de la vida, vinculadas al ámbito de lo privado-doméstico. Como en el caso de la naturaleza, la invisibilización de esta esfera le permite al sistema trasladar tensiones, conflictos y costes hacia su parte no monetarizada, -“improductiva”-; costes no contabilizados que alimentan la acumulación de capital, sostenida en gran medida sobre la dominación y la explotación de la mujer como recurso gratuito y supuestamente inagotable. Ocultar esta esfera supone también negar las dependencias y la vulnerabilidad de nuestra existencia, permitiendo la construcción de un “hombre económico” ajeno a las interferencias de los sentimientos y las necesidades emocionales, que no tienen sitio en el reino de lo mercantil.

Claro que los cuidados y la atención a las necesidades afectivas y emocionales sostienen el entramado de la vida y están en la base de las necesidades humanas y el bienestar social. Lo mercantil, epicentro de la estructura socioeconómica en el capitalismo, implica una subordinación a la lógica del lucro y la acumulación, y una negación del compromiso social en la sostenibilidad de la vida. Dos lógicas opuestas que mantienen un conflicto agravado en esta fase terminal del capitalismo en la que, como señala Pérez Orozco, “se refuerzan los mecanismos que colectivizan la responsabilidad de garantizar la generación de tasas de ganancia suficientes para el capital”; los procesos de privatización, el deterioro de los mercados de trabajo, y la pérdida de fuentes de ingresos estables y suficientes presionan sobre “el conjunto de esferas donde se recluye la responsabilidad de sostener la vida”.

Si el objetivo es alimentar los procesos sociales de satisfacción de necesidades, y los cuidados atienden las exigencias más básicas del mantenimiento y el enriquecimiento de la existencia individual y social, se trataría de ampliar y replantear las ideas de economía y de trabajo, situando los cuidados como objetivo central y entendiendo el trabajo como las prácticas de creación y recreación de la vida y las relaciones humanas. De este modo, lo que hasta ahora se ha venido considerando como esfera de la “reproducción” perdería su posición marginal para pasar a ser un eje central, recuperando las mercancías y su ámbito su papel instrumental y subordinado con respecto a la creación de riqueza social.

La sostenibilidad social y ecológica sería ahora la lente desde la que mirar y eso nos llevaría a la búsqueda del buen vivir desde una idea que no sólo haga referencia a que la vida pueda prosperar sino a que eso signifique condiciones de vida aceptables para toda la población; la equidad, también en el centro.

Este artículo de Manuel Delgado Cabeza, catedrático de economía de la Universidad de Sevilla, es parte del capítulo del libro coordinado por Pablo Palenzuela y editado por Icaria “Antropología y compromiso. Homenaje al profesor Isidoro Moreno”. Ed. Icaria – Universidad de Sevilla, 2017. Para facilitar la lectura se han suprimido las citas, que pueden consultarse, así como la bibliografía, en: Descarga capítulo completo “El fin del extractivismo. Algunas condiciones para la transición hacia un postcapitalismo en Andalucía”.