El derecho a la vivienda y el deber de ocupar

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Familia deshauciada. Ninguna empresa de seguridad les avisó.

«Pedid trabajo; si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan.» Emma Goldman

Este verano puede pasar a la historia, para quienes se informan en los medios de desinformación partidista que padecemos, como el de las ocupaciones masivas. Daba igual el medio generalista con el que quisieras informarte porque mañana, tarde y noche nos han atiborrado con su mensaje simple y falso: ocupas malos, la propiedad privada es sagrada y pon una alarma.

Después de la crisis-estafa de 2008 el número de desahucios, primeros hipotecarios y luego por impago de alquileres, creció de forma alarmante. Cualquiera, con una situación medianamente normalizada podía verse, en poco tiempo, en la calle y con deudas bancarias. Sin olvidar que ya en esa época el acceso a la vivienda no era realmente un derecho humano sino el privilegio de una parte de la sociedad con unos ingresos estables. Fuera habían quedado siempre las personas sin hogar, quienes malvivían en asentamiento chabolista o en infraviviendas.

Fue la sociedad organizada colectivamente, las comisiones de vivienda del 15M, la PAH, Stop-Desahucios, el Movimiento Andaluz por el Derecho a la Vivienda la que intentó parar con sus manos los desahucios de primera vivienda y sin solución habitacional. Fue capaz de poner en la agenda política la absurda y cruel realidad de “gente sin casas y casas sin gente”. Fue un trabajo arduo de concienciación, autoayuda y empoderamiento. Se señaló la culpabilidad de los grandes tenedores de vivienda (banca, fondos de inversión…) y la mala gestión de las administraciones públicas que, en lugar de velar para garantizar el derecho al uso de la vivienda, se convirtieron en promotoras e inmobiliarias.

Se había ganado el relato. Parar los desahucios y las ocupaciones se veían bien. Ninguna persona con cierta sensibilidad podía criminalizar y estigmatizar a quienes intentaban habitar viviendas que habían quedado vacías y en manos de una banca rescatada con el dinero de todas las personas. La banca lo entendió y pensó que no era el momento de pasarse de frenada: negociaron alquileres sociales con los ocupas aunque lo hicieron por un tiempo limitado. El suficiente para poder desprestigiar, con sus medios de desinformación de siempre, al movimiento social que obligó a la banca a sentarse y que había conseguido cambiar el relato social sobre el derecho a la vivienda. Entristece ver cómo todo el trabajo hecho en defensa del derecho humano al uso de la vivienda se enmierde por quienes tienen como únicos objetivos los beneficios económicos especulativos producidos con bienes de primera necesidad.

No creo que nadie tenga duda de que detrás de estas maniobras de desprestigio y criminalización de la ocupación está lo que se avecina. La situación económica que estamos viviendo y que producirá, a corto plazo, impagos en alquileres e hipotecas y ahora la banca y los grandes tenedores querrán desahuciar con mano militar. Para eso quieren a una sociedad con miedo y eso se consigue mintiendo lo que haga falta: “fue a ver a su madre y cuando volvió le habían ocupado su casa” y cosas así de ridículas. Nunca o casi nunca se puede escuchar la versión de los supuestos ocupas, se le estereotipa como vividores, antisociales, sucios, etc. Pero la realidad es otra y cualquiera que apague la tele y analice los datos de forma objetiva sin el sesgo partidista de los dueños de los medios de comunicación, que son los mismo que los dueños de las viviendas con las que se especula, verá que mucha gente es desahuciada porque no pueden pagar el alquiler y son puestos en la calle sin más miramientos por parte de los legisladores y jueces que la propiedad privada es sagrada y está por encima de los derechos humanos.

La mayoría aplastante de la gente que ocupa es buena gente y tendrá que seguir ocupando porque es para lo único que da la pobreza que el capitalismo produce. Es gente que ya ha llamado a todas las puertas y ha sido ninguneada de todas las formas posibles. Decía Emma Goldman: «Pedid trabajo; si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan.» La mayoría de las personas que ocupan han pedido derechos y se los han negado. Las administraciones miran para otro lado y no velan por el cumplimiento del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ni por el 47 de la Constitución Española. Ante esta situación insostenible e inhumana la población tiene el deber de organizarse y dar respuesta a las necesidades básicas inaplazables. Tienen derecho, aunque se les niegue, a una vivienda y justo por esto tienen el deber de ocupar las viviendas vacías que estén en manos de los grandes especuladores y de entidades financieras que las mantienen cerradas y al servicio de la especulación.