En torno al debate universitario sobre la prostitución: cultura académica, argumentos y resistencias

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Desde que a primeros de octubre un grupo de académicas feministas pro derechos y de trabajadoras sexuales promoviera la iniciativa de organizar conjuntamente una serie de debates universitarios en torno al trabajo sexual/prostitución como respuesta a la censura de las Jornadas universitarias, los ataques a estos eventos desde algunos sectores del feminismo abolicionista y de otros grupos de izquierdas han sido una constante, tanto en el ámbito presencial como en el virtual, con algunos episodios de significativa violencia que nos han llevado a promover el siguiente manifiesto de denuncia [1]. No es la intención de este artículo redundar en los argumentos que se recogen en el texto, sino profundizar en las causas de esta violencia y reflexionar sobre sus consecuencias.

Primero, resulta curioso que dos de los argumentos más académicos de la crítica al debate universitario se refieran a la supuesta falta de diversidad y la supuesta apropiación del término pro derechos por parte de las organizadoras. Y resulta curioso, porque, referente a los derechos, las propuestas abolicionistas no contemplan los derechos de las trabajadoras sexuales más que como víctimas de la prostitución forzada, y referente a la pluralidad, es suficientemente conocida la negativa de muchas de las feministas abolicionistas a sentarse a debatir en eventos que contengan el término trabajo o a compartir espacios con las trabajadoras sexuales, o su ejercicio de presión para la censura de las propias jornadas a las que acusan de ¡falta de pluralidad! Creo que las acciones y los discursos de estos sectores reflejan por si solos la incoherencia, e incluso el cinismo, de las críticas efectuadas, y que no es necesario redundar en este aspecto.

Segundo, es necesario reconocer que si pasamos del plano de los discursos al plano de las políticas públicas, las propuestas abolicionistas suponen un rotundo fracaso en su obsesión por vincular prostitución y trata, como denunciamos en este artículo[2]. Una reflexión académica en este sentido resulta inaplazable. Lamentablemente, lejos de producirse,  estamos inmersos en una especie de bucle donde los argumentos abolicionistas repiten una y otra vez las mismas ideas, sin que apreciemos la menor revisión crítica de los mismos. Por el contrario, en los debates celebrados hasta ahora resulta palpable el esfuerzo de las y los participantes por aportar datos basados en el análisis de las realidades concretas, siendo algunos perfectamente compatibles con un discurso abolicionista, aunque no con sus políticas públicas. Por ello considero que sería enriquecedor poder debatir juntas todas estas cuestiones, porque en el fondo hablamos de políticas que se implementan sobre sujetos concretos y que les afectan de manera determinante. Y no es de recibo que no contemos con las destinatarias de estas políticas en los debates, en TODOS los debates, si realmente queremos que estos sean plurales y pro derechos.

Tercero, de toda la violencia ejercida sobre organizadoras y participantes, la mayor se viene ejerciendo sobre las trabajadoras sexuales. Es imposible dejar de apreciar los aspectos de discriminación que ello comporta, y que han sido magníficamente denunciados por Andrea Oliver en este artículo[3]. Mi propuesta es aportar algunos elementos que puedan profundizar en las causas de este rechazo violento a la presencia de las trabajadoras sexuales en las aulas. Estos argumentos tienen que ver con la consideración que reciben todos los aspectos relacionados con el sexo y la forma en que las relaciones sexuales deben ser abordadas en el ámbito académico. Podría argumentarse que el rechazo que provocan estas mujeres tienen que ver con el rechazo mismo que provoca la actividad que ejercen, pero este sería sólo unos de los aspectos de la violencia sobre ellas ejercida. Pongo un ejemplo, en la Universidad de Sevilla se celebran eventos relacionados con la tauromaquia, y se celebran rituales católicos e incluso se imparten cursos con créditos reconocidos para los estudiantes por parte de esta Institución religiosa. Como los sectores laicistas y animalistas de la Universidad, estudiantes, personal de administración y profesores, son muy significativos, es normal que estos eventos reciban críticas y denuncias, pero siempre desde un tono académico en el que todos y todas nos sentimos confortablemente instalados defendiendo nuestras posiciones, la violencia nunca está presente y las críticas se efectúan desde posiciones y lenguajes reconocidos y aceptados por los participantes.

Entonces, ¿por qué las trabajadoras sexuales provocan ese rechazo visceral? ¿Por qué no se puede debatir sobre la prostitución exponiendo los argumentos con la misma elegancia y mayor o menor fortuna con la que se exponen los argumentos a favor o en contra de la tauromaquia o del laicismo? ¿Por qué las críticas que se reciben son en muchas ocasiones soeces y carentes del más mínimo respeto y consideración, no ya académicos, sino de sentido común?[4] La única respuesta posible es que esta actividad es ejercida no por un grupo de hombres o por una Institución, sino por mujeres, y es por su condición de mujeres por lo que deben aceptar pasivamente toda la violencia que la sociedad ejerce sobre ellas, y como no lo hacen, y como se empoderan y se defienden de todas las violencias que reciben, como no se someten al papel de desgraciadas y arrastradas que tradicionalmente se les ha otorgado y se proclaman sujetos políticos, tienen que ser apartadas de los espacios nobles y forzadas a volver a los ámbitos de tolerancia en los que las capas biempensantes de la sociedad consideran que deben estar. La condición subversiva de las prostitutas en las aulas es el principal valor y, a la vez, el principal obstáculo, para su reconocimiento. Y mientras no reconozcamos nuestros propios prejuicios sobre el tema, la dificultad que nos supone afrontar estos discursos de resistencia tan alejados de las buenas formas, seguiremos marcándolas con el estigma, aunque para ello haya que ejercer una violencia insoportable. Que la ejerzan mujeres y que éstas además se autoproclamen feministas es una cruel paradoja.

[1] https://www.elsaltodiario.com/feminismos/feministas-del-ambito-academico-y-activistas-piden-acabar-con-la-violencia-contra-los-debates-sobre-trabajo-sexual

[2] https://ctxt.es/es/20191106/Firmas/29483/Abolicionismo-prostitucion-trata-politicas-publicas-proderechos.htm

[3] https://portaldeandalucia.org/opinion/universidad-para-quien-las-trabajadoras-sexuales-en-el-contexto-academico/

[4] Una prueba de esta violencia la podemos encontrar en las redes sociales. Baste un ejemplo: https://www.facebook.com/portaldeandalucia/posts/450009659245202?_xts_%5B0%5D=68.ARDqFUBFrO5bl4AhAmch_WTO4x4PLmYuQvkhWsCErdMMjwlGGUTZztHpw3g62MwDkWgQByd6boVrDCazdevFuepHqsiAQ3O2Rq_ViSrEgizX5lpmvX-Xbhamm_jQBEvKv_FUp2Kzkl7B74jLX7Qvo3M1Vpq5FXaXCnvn_CjqzglXD6_vgqBYD2v2JCE4YwCH-H9kYGA_XEghztht_TeUltQawDi4i-3JU1aIloCAtak6BMFbwMVHC9Rduv5UgLJ844QosQDmbW-gR4ZyGye-nQ3ghg7z7DCb-c6zXoMgessWXrSgXHb7WFXI6ZWpRQGBH-q803BXxiWH-pn679oAq4&__tn_=-R