FARIÑA POÉTICA: mafias, corrupción e indiscreciones de la vida poética en España

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Premios, conferencias, cursos de verano, viajes, ediciones, reseñas… nunca en España se ha traficado tanto con un producto de tan escaso éxito. Aunque ahora parezca una pesadilla lejana, en las pasadas décadas el 80% del dinero que movía la poesía se concentraba en unas pocas manos, hoy en día sigue siendo así, aunque ya no hay tanto dinero. A través de testimonios directos de arrepentidos, investigadores, jueces y madres de afectados, podemos esbozar los rasgos de esta organización criminal y la extensión de las redes y clanes que siguen operando hoy en día con la misma impunidad aunque sobre unos presupuestos públicos considerablemente venidos a menos.

La cultura, que hasta los años setenta había sido el único patrimonio de la izquierda, fue entregada al Estado y al mercado capitalista prisionera y cautiva. Algunos se resistieron, pero a qué precio. En 1984, el escritor y poeta Julio Vélez señala al emperador para decirle que iba desnudo. Lo hace en un magnífico libro: La poesía española según EL PAÍS (1978-1983). Vélez demuestra con datos lo que todo el mundo sabía, lo que todo el mundo sigue sabiendo hoy: que la práctica totalidad de las reseñas literarias que se publicaban en el suplemento cultural (Arte y Pensamiento, luego Libros, y ahora Babelia) de dicho medio respondía a los intereses editoriales del grupo PRISA, accionista mayoritario de EL PAIS. Julio Vélez ilustró con datos cómo eran los intereses empresariales los que marcaban tendencias así como que los libros de poesía que se reseñaban eran consecuencia de la afinidad de los autores con el crítico, el reseñista o la redacción. Así, Vélez explica cómo son cuestiones ideológicas, clientelares o sencillamente económicas, las que marcan la difusión de un libro, las que logran que una tendencia devenga en hegemónica por simple sobreexposición mediática frente a otras corrientes que se invisibilizan; y que, desde luego, todo esto no tenía nada que ver  con el valor literario ni con las palabras mágicas siempre invocadas a la hora de justificar la presencia de un libro de poesía en el papel cuché de los suplementos culturales: la calidad, la originalidad, la genialidad, etc.

Sobre La poesía española según EL PAÍS (1978-1983) se tejió un silencio tan espeso como cómplice. Ni la Asociación de Críticos, ni instancia universitaria alguna, Asociación Colegiada de Escritores o Real Academia… nadie lo rebatió, tal vez porque nada había que rebatir, así que lo único que se podía hacer con él era condenarlo al mutismo cómplice, como si nunca hubiera sido escrito,  como si lo que denunciaba no necesitara enmienda y reparación si de verdad la crítica literaria tenía aprecio a su trabajo. Julio Vélez señaló la desnudez del emperador, y el emperador, como no era el del cuento, sino el emperador del campo simbólico, lejos de recompensarlo, lo convirtió en un escritor marginal, hoy tan olvidado que apenas queda de su memoria el cariño de los que siguen su estela de rebeldía y disidencia en el CSO que lleva su nombre en Morón de la Frontera. Julio Vélez pagó su osadía al denunciar el silencio cómplice de los diferentes actores implicados en el negocio editorial. Su trabajo, lejos de concitar adhesiones entusiastas, provocó que todo el mundillo literario se alejara de él. A partir de entonces no solo EL PAÍS, sino el resto de los medios se le volvieron esquivos, incluso encontrar hoy en día su libro es una tarea imposible; descatalogado, agotado y puesto fuera de circulación, permanece instalado en un olvido interesado. Ninguna editorial ha sentido hasta el momento la tentación de reeditarlo; ellas sabrán, nosotros sabemos por qué.

El mercado, como ya había demostrado Julio Vélez, controla el mundo de los libros y lo que se debe escribir en ellos. Y para servir al mercado, se empiezan a organizar los líderes de la norma y los grupos, aglutinados en torno al control de premios, publicaciones, críticas y subvenciones. Frente a un Javier Egea que pondrá fin a sus días clamando “¡Me quedo solo pero no me vendo!”, en los siguientes veinte años, los poetas de la experiencia irán copando el campo literario a la zaga del irresistible ascenso de Luis García Montero, convertido en jefe de filas indiscutible tras conquistar

unas cuotas de popularidad, protagonismo y poder nunca vistos en un hombre de letras (ediciones críticas de los grandes, participación como jurado en una inabarcable cantidad de premios de poesía, presencia decisoria en el mundo editorial, capacidad de opinión y acceso a los medios más prestigiosos, omnipresencia mediática, comisariado de grandes efemérides culturales generosamente subvencionadas…” (Granados, 2011).

En la cuneta quedaron otras corrientes que, a pesar de presentar también en sociedad sus propios manifiestos, ¡incluso en la misma Granada!, y organizar también salones, congresos, cursos de verano, controlar asociaciones de críticos, premios, suplementos culturales, antologías y editoriales terminaron siendo barridas por los poetas de la experiencia. Así se expresaban en el “Manifiesto de Granada”, los poetas de la Diferencia, clamando doloridos su pérdida de influencia y criticando a los poetas de la experiencia unos comportamientos que a ellos mismos tampoco les eran ajenos:

Premios amañados, cenáculos auspiciados por el poder, consignas de dudosos jefes literarios, patentes de corso para impartir prestigio, críticos sectarios… Denunciamos especialmente el estado de arbitrariedad de los poderes públicos en orden a subvenciones que provocan el tráfico de influencias en manos de particulares. (…) Los cuales se sirven de los impuestos de los ciudadanos para imponer sus intereses, aplastando y condenando al silencio a los que representan diferentes alternativas.” (Bellveser, 2016:150).

Sí, estaban en lo cierto al denunciar la corrupción dentro del campo poético, pero esta no era más que reflejo de la degeneración de la vida pública española y de unas instituciones culturales que no fueron tan generosas con ellos en aras a su reconocimiento y visibilidad como con los poetas de la experiencia.

Se equivocaban los poetas de la Diferencia cuando la principal acusación que hacían de los poetas de la experiencia era llamarlos “los poetas del régimen”; en realidad todos eran poetas del régimen; todos querían emocionar con su poesía, impregnarla de lo sensible, lo íntimo, lo bello, los buenos sentimientos, en suma, de lo poético, que no es más que la última habitación alquilada por el insconsciente pequeñoburgués. Con la diferencia de que, frente a su poesía trascendentalista, los que ostentaban el poder en las instituciones -indistintamente de que fueran del PP o el PSOE- estaban más cerca del relato realista, urbano y pequeñoburgués, -que concitó la admiración del propio Aznar como declarado lector de García Montero-, pues era, al fin y al cabo, la poesía que hablaba de ellos, de “las personas normales”, las que cogen taxis, pasan por los arcos de seguridad de un aeropuerto y dan pregones en el  Corpus.

Los alumnos, becarios, discípulos y familiares poéticos de los poetas de la experiencia, que directamente ya nacieron bajo los efectos del éter de la socialdemocracia y no tenían que justificar juveniles veleidades marxistonas, asumieron de sus próceres con total naturalidad que el compromiso es más bien cosa del ciudadano y no del poeta, aunque no explican cómo se puede ser poeta sin ser ciudadano. También considerarán que hay otros cauces más apropiados que la poesía para expresar las convicciones personales o los conflictos sociales. Así, lo que nació como programa revolucionario se afirma hoy desde los suplementos de papel cuché como forma íntima de rebeldía interior. Estamos ante la sedición de los ensimismados, los que entienden que nada les atañe, apela, reclama y pide su posicionamiento a menos que desde las instancias políticas y/o mediáticas a las que sirven así se les indique.

La postmodernidad llega así también a configurar su poética, la que renuncia al nosotros, a problematizar la dimensión biopolítica de la realidad. Se hablará de la irrupción de una poesía deshabitada, del fragmento, de la incertidumbre, de la joven experiencia,  pero detrás de ella, a poco que se rasque, lo que encontramos es fijación del individuo al orden social dominante, es decir, producción de ideología capitalista en estado puro.

Estamos ante la continuidad de la poesía de la experiencia, que ahora acentúa sus rasgos meditativos e intimistas por otros medios, bien a través de una poesía de seres y formas huecas, construida sobre la insuficiencia, la angustia, la desorientación, la carencia, el derrumbamiento y el sinsentido del mundo; bien a través de una percepción que interpreta el mundo de forma fracturada, inconexa, discontinua, desgajada y desapegada de los demás, de su entorno y de las relaciones entre uno y otro como efecto de un individualismo grosero y amnésico.

Los recién llegados continuarán repitiendo los mismos esquemas, hablando de la necesidad de regeneración ética y reincidiendo en las mismas redes de producción, difusión y consumo endogámicas, intercambiándose premios, congresos, ediciones, reseñas y publicaciones, y a la vez, quejándose de que son los otros los que hacen estas cosas (Abril, 2016:359). Pocas confesiones tan rotundas y certeras como la del “arrepentido” Antonio Cienfuegos, ex miembro del “Círculo de Poesía” del virrey mexicano Alí Calderon cuando afirma:

le escuché muchas veces a Alí: “La poesía, mi Toño, no tiene nada de poesía, todo es política, todo es saber hacer política. Poemitas cualquiera puede escribir”. Esto era muy cierto, ninguno de ellos escribe buena poesía, sin embargo hicieron un entramado de corrupción en donde envolvieron a gente muy poderosa y con mucho peso literario en México (…) y en el extranjero: Waldo Leyva (Cuba), Omar Lara (Chile), Jorge Galán y Roxana Méndez (El Salvador), Luís García Montero, Jesús García Sánchez (Chus Visor), Raquel Lanseros, Daniel Rodríguez Moya, Benjamín Prado y  Fernando Valverde (España), Federico Díaz Granados, Ramón Cote y Andrea Cote (Colombia), Xavier Oquendo (Ecuador), Carlos J. Aldazábal y Ana Wajszczuk (Argentina), entre otros. Prácticamente todos los que aparecen en la antología “Poesía ante la incertidumbre” editada por Visor en 2011, están relacionados, coludidos y en contubernio para otorgarse premios, becas e invitarse a festivales a lo largo de toda Iberoamérica.” (Cienfuegos, 2013)

No sólo Leopoldo Alas, que abominó pronto del engendro experiencial, casi todas las voces disidentes coinciden en afirmar que para mediados de los noventa los poetas de la experiencia son un grupo con comportamientos auténticamente mafiosos,  prácticamente copan los jurados de los premios importantes, los que están bien dotados y conceden prestigio, aunque, paradójicamente, esconden corrupción, prevaricación, cohecho, malversación, tráfico de influencias y casi todas las figuras del derecho penal y administrativo relacionadas con las viejas prácticas, tan españolas, del amiguismo y el clientelismo que, de la mano de los poetas de la experiencia, se extendieron por otros ámbitos culturales y profesionales constituyendo la sólida red de relaciones sociales clientelares que explican, mejor que sus poemas, el que al día de hoy siga siendo una corriente hegemónica. Poetas de fama y editores conspicuos, que están en la mente de todos sin necesidad de dar nombres, si en vez de a la poesía se hubieran dedicado al ladrillo, hoy serían multimillonarios (Viñó, 2006). Baste recordar solo la punta del iceberg que fue el escándalo del premio de poesía Ciudad de Burgos o las desvergonzadas listas de agraciados y jurados en premios como el Nacional, el Loewe, el Melilla, el Premio Alhambra de Poesía Americana, Premio Casa de América, Premios de Poesía del Tren o tantos y tantos otros…

En este sentido, la labor que hicieron los Addison de Wit desde su blog denunciando el nivel de podredumbre de los jurados de los premios de poesía y de los poetas que aceptaban participar en estos amaños no tiene precio. La esquizofrenia y desvergüenza de todos ellos no tiene fin cuando discursean sobre la falta de valores en nuestra sociedad y la necesidad del compromiso cívico del poeta.

Todos saben que allí pasa lo que pasa y se cuece lo que se cuece, pero esa confabulación ilícita entre empresarios del libro y autores de novelas, ensayos o poemas apenas crea escándalo. A los corruptores se les trata de mecenas, a los corrompidos de honrados talentos, a los mamporreros de jueces justos, a los concursantes de esperanzados y al público de compradores o lectores, a los que tanto debo y tanto quiero, de agradecidos por tanta letra e historia entretenida. Es raro que alguien proteste y más raro es que la queja pase de la palabra y el fraude llegue a juzgado alguno… (…) La familia real, Urdangarin mediante, y las autoridades competentes –soberanistas centrífugos o federalistas centrípetos– homologan con su presencia la farfolla de los actos de entrega. El periodismo cultural (¿pero es posible tal oxímoron?) vende las sospechas para luego bendecir las panoplias con gusto y vocación concelebrante. Los jefes de redacción disponen alfombras rojas para entrevistas y despieces. Los premiados y premiadas son bienvenidos a todo festejo literario y sus bolos sufren un incremento exponencial en número y emolumentos. Probada su buena disposición, pasarán a formar parte de jurados y novelerías. La fama les facilitará ocupar tribunas desde las que desgarrarse la ropas y condenar la corrupción nuestra de cada día.” (Bértolo, 2017)

 

BIBLIOGRAFÍA

ABRIL, J.C. (2016). “Velocidad y lentitud en poesía española contemporánea”, en: Palabra heredada en el tiempo. Tendencias y estéticas en la poesía española contemporánea (1980-2015). Remedios Sánchez (coord.) Ed. Akal, 2016. pp: 359-368.

BELLVESER, R. (2016). “Por una recuperación del espíritu del Salón de los Independientes (Homenaje a Gregorio Morales)”, en: Palabra heredada en el tiempo. Tendencias y estéticas en la poesía española contemporánea (1980-2015). Remedios Sánchez (coord.) Ed. Akal, 2016. pp: 149-165.

BÉRTOLO, C. (2017). Cloacas y premios literarios. En: http://ctxt.es/es/20170222/Culturas/11313/el-ministerio-premios-literarios-corrupcion-premio-planeta-literatura.htm

CIENFUEGOS, A. (2013). Poesía y corrupción. Un ensayo testimonial de las mafias literarias en México e Iberoamérica. En: Otro Lunes. Revista hispanoamericana de cultural, 30. Diciembre. http://otrolunes.com/30/este-lunes/poesia-y-corrupcion/

GRANADOS, A. (2011). En: https://albertogranados.wordpress.com/2011/05/08/reivindicando-a-javier-egea/

VIÑÓ, M. (2006). EL PAÍS: la cultura como negocio. Nafarroa. Txalaparta.