Fútbol, muerte y Mundial

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La Copa Mundial de 2022 de la FIFA será la primera vez que el torneo sea organizado en Oriente Medio. “The Guardian” nos informaba hace días de que son más de 6750 trabajadores los migrantes muertos durante los trabajos preparatorios del mundial de Qatar. La cifra suma todos los datos conocidos desde que en 2010 se conociera la adjudicación del evento a esta sede. Ha sido una década claramente marcada por la muerte y el sufrimiento. Golpes de calor, caídas, cortes, asfixia, hemorragias, insuficiencias renales, electrocuciones, suicidios, etc… La lista de padecimientos y daños es infinita para quienes lo padecen. El lujo y glamour de los estados del Golfo se asienta en el dolor y la sangre de los trabajadores que han sido empleados en los trabajos de construcción previos a tan relevante evento. Nadie se acordará de ellos cuando suenen los himnos, ondeen las banderas y menos todavía cuando se ponga el balón en juego. El ranking de migrantes fallecidos que se conoce durante las tareas preparatorias publicado por el periódico británico es el siguiente:

India:              2711

Nepal:             1641

Bangladesh:    1018

Pakistán:         824

Sri Lanka:       557

Y esos son los datos sin incluir a los obreros provenientes de otros orígenes como Filipinas y Kenya, de los que no existen siquiera estadísticas. Esos muertos ni siquiera resultan contabilizados con un mero número. La transparencia de las autoridades qataríes no es precisamente un ejemplo a seguir. No importan ni para el capital ni para los amos de la Copa del Mundo. No existen. Nadie se acordará de ellos cuando las estrellas del Mundial aterricen en los nuevos aeropuertos, estrenen estadios o circulen por flamantes autopistas. El programa de construcción más ambicioso de la historia qatarí no quedará ensombrecida.

A su vez, en Andalucía conocíamos los últimos datos publicados correspondientes a la siniestralidad de 2020, año en que han sido 36 trabajadores los que han perdido la vida en el tajo. Son ocho más que en 2019. Y debemos tener en cuenta que la paralización de buena parte de la actividad productiva y la limitación de los desplazamientos han sido factores extraordinarios que deberían haber jugado a favor de la reducción de la siniestralidad. Aquí se paró la Liga de fútbol, pero no las muertes en el tajo.

La realidad es muy tozuda; a mayor precariedad laboral, mayor siniestralidad. Aquí y allí. A mayor desprotección, más muertes en el trabajo. Y no se trata en exclusiva de “implementar medidas en el ámbito de la Prevención de Riesgos Laborales”. A la vista está el fracaso de dichas políticas. Buena prueba de ello es que la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2015-2020, lejos de evaluarse, reconocer sus limitaciones y reformularse para adaptarse y  afrontar una situación crítica como la actual, decide prorrogarse. Es otra actuación del Gobierno de “progreso”. Mientras tanto, la siniestralidad sigue creciendo, con y sin coronavirus. En Oriente Medio y Andalucía. Con y sin mundial de fútbol. Y siempre con el mismo denominador común: el modelo capitalista de producción. Nos queda partido.