Futbolistas y el euskera

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Lo llamaron el partido de la muerte. Y enfrentó a una selección del ejército de la aviación de la Alemania nazi contra un equipo de panaderos, famélicos y desnutridos, de Kiev. Ocurrió en agosto de 1942, tras la invasión de Ucrania por parte de Hitler, los alemanes consideraron que el fútbol era una forma de consolidar su superioridad y su poder. Por eso, retaron a un equipo local, al Start, al que le avisaron que de ninguna de las maneras podían ganar. La victoria conllevaba la muerte.

Sin embargo, al descanso, y pese al juego sucio y un arbitraje en contra, los panaderos vencían por 2-1. Vencían 2-1 en un estadio con 45.000 personas y con toda la plana mayor del ejército invasor en el palco. Les avisaron. Les aconsejaron que se dejaran perder. No hubo forma. Ganaron por 5-3 y en el último minuto, el defensa del Start, Klymenko, otrora futbolista del Dinamo, se regateó a todo el equipo nazi, incluido el portero, hasta llegar a la línea de gol. Luego, se dio la vuelta y lanzó un pelotazo contra el palco.

A la mayoría de jugadores lo fusilaron, otros pocos acabaron en campos de concentración. A los años, preguntaron a un superviviente por aquel encuentro. Esperaban una respuesta heroica, sin embargo contestó: “No murieron por ser grandes futbolistas. Murieron como otros muchos soviéticos. La muerte de los jugadores no es diferente a la de otras personas”.

Resulta que al centralismo madrileño le ha sorprendido que un grupo de chavales vascos hablen en Euskera como “si los jugadores fueran diferente a otras personas”. Resultan que les extraña que hablen su lengua materna, que hablen como se habla en muchas aldeas, familias o cuadrillas. No lo entienden. Apelan a la estrategia, a una forma de camuflar la táctica al rival, o a mil razones para no dar la real y la sencilla: la ignorancia centralista invisibiliza o ridiculiza todo aquello que sea diferente a los cánones impuestos. Cómo va a ser que no hablen igual que Tebas o Florentino.

Cómo va ser que sea posible entenderse mejor en una lengua que no sea el castellano de la meseta. Porque aunque se trate de dos lenguas cooficiales que conviven en un mismo Estado, para algunos, una es más oficial que otra. Una está por encima moral e intelectualmente a las otras. Ha ocurrido siempre, que no se atrevan en rueda de prensa a dirigirse sólo en catalán, galego o euskera. Aunque resulte más fácil expresarse así. Que no se atrevan.

E intentan alinear desde sus altavoces mediáticos. Porque los futbolistas deben conducir Ferrari, lucir dinero en las redes sociales y no meterse en política si tienen ideas medianamente progresistas. Porque nadie debe salirse de los márgenes de un fútbol mercantilizado. El capitalismo manda. Al menos en vida. Y por mucho que lo dijera el jugador del Start que a ninguno se le ocurra ser “como otras personas”.