Islas volcánicas y Humboldt

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Santa Cruz de la Palma. Street Balcony Paiting. M. Bleichner.

El sol asomaba por encima de unas medianas montañas y sus rayos iluminaban la proa del ferry-catamarán que hace la singladura entre el puerto de los Cristianos, en Tenerife y el Puerto de Santa Cruz de la Palma, la isla hermana a la que nos dirigimos, la isla bonita, o la isla corazón, como también se la designa. El Océano Atlántico llevaba unos días muy bravo y AEMET anunciaba lluvia. El barco se bamboleaba un poco. Mejor un asiento central hacia popa. Por fin llegamos al puerto de la Palma. Y de allí, en bus, Emilia la guía nos llevó a la Caldera del volcán Taburiente declarado en 1954, Parque Nacional. La lluvia nos acompañó observando la rica vegetación de pinos palmeros y numerosos castaños que han colonizado la isla constituyendo un problema para los conservacionistas que no saben como parar la expansión. Visitamos Los Llanos de Aridane, 20.550 habitantes, la mayor población isleña, Santa Cruz, la capital tiene 15.360; luego fuimos al bello puerto pesquero de Tazacorte. Más tarde, visitamos la zona cero de las erupciones volcánicas que se iniciaron el 19 de setiembre de 2021, cerca de El Paraíso, municipio de El Paso. Las erupciones comenzaron en Cumbre Vieja y duraron 85 días, con más de 9.000 seísmos. El nuevo volcán creado recibe el nombre de Tajogaite. La anterior erupción en la isla fue la del Teneguía en 1971. En 2021, 1.219 hectáreas fueron arrasadas por la lava, 7.000 personas desalojadas, 1.676 edificaciones afectadas y 73 kms de carreteras dañados. Las continuas erupciones como vómitos del infierno arrojaron gases y cenizas a 8.000 metros de altitud. En los días de mayor actividad, la fuerza telúrica arrojaba magma, lava y pedruscos o roques, que se fragmentaban y navegaban por los ríos de la rojiza lava en su camino hacia la costa. La guía nos llevó hasta el punto desde donde periodistas de TV, Radio y gráficos tomaron imágenes de la actividad incesante del volcán. La gente de Tazacorte, el Paso y Los llanos, vivió aterrorizada noches y noches, oyendo los estruendos y rugidos que salían del averno. Y lo peor, fue no saber cuando acabaría esa tragedia dantesca, que afortunadamente no se cobró la vida de ninguna persona, pero que ha dejado daños psicológicos en mucha gente que está siendo tratada por especialistas. Se trata de superar el trauma por la desaparición de tu casa, tus recuerdos familiares, tus plataneras, tu trabajo, tu forma de vida. La furia volcánica no respetó ni a las personas, ni a la tierra, ni a las casas, ni a la iglesia que vimos por TV, como fue tragada por las fauces del monstruo que no respetó ni a los hombres, ni a dios. La gente tuvo que abandonar con urgencia su casa y sus pertenencias. Pánico, insomnio, sufrimiento, dolor, frustración. El Presidente del Gobierno de España acudió varias veces para mostrar su apoyo emocional y aprobar medidas de apoyo económico y social a los damnificados. Hoy la isla es mayor. La lava ha ganado varias hectáreas al mar formando fajanas volcánicas, y la gente trata de volver a vivir con normalidad. Solemos olvidarnos pronto de las noticias. Fuimos a la Palma para de alguna forma recordar aquella tragedia y solidarizarnos con los isleños.

Alexander Von Humboldt (Berlín, 1769-1859), fue un gran científico y naturalista, y estuvo una semana en Tenerife en junio de 1799. En 2024 se cumplirán 250 años. En un reciente viaje a Tenerife y La Palma, mi esposa y yo nos alojamos en el hotel La Marquesa, en Puerto de la Cruz, donde se alojó en su día Humboldt, y antes, el explorador británico James Cook (1728-1779). Sentí emoción por esa feliz coincidencia a lo largo del tiempo. En el libro: “Alexander Von Humboldt, su semana en Tenerife, 1799”, de Alfred Gebauer se recoge el viaje de Humboldt en la Corbeta “Pizarro” desde La Coruña hasta las Canarias, descrito por él mismo. El 19 de junio de 1799, “Al acercarse a la rada de Santa Cruz, la niebla era espesa. Cuando levantó la bruma, el pico de Teide se mostró por encima de las nubes, y los primeros rayos del sol, iluminaron la cumbre del volcán”. El 21, la expedición de Humboldt salió desde la Orotava, la antigua Taoro de los guanches, hacia el Pico. En la Estancia de los ingleses a 2.982 metros pasaron la noche. A las tres de la mañana iniciaron el ascenso. Tras tres horas de marcha llegaron a las narices del Pico a 3.546 m. Y pasadas las ocho, estaban ante el cráter. “En el Pico de Tenerife la cresta que circunda el cráter es tan elevada, que impediría llegar a la Caldera, si no hubiera un portillo formado por un derrame de lava, por el que se accede al fondo del embudo. La mayor amplitud de la abertura es de 97 m. y la menor de 65 m. El interior hace ver un volcán que desde miles de años ha vomitado sólo fuego por sus costados. Desde la cumbre se avistan la Palma, la Gomera y la Gran Canaria. Teníamos yertas las manos y la cara. Sentíamos abandonar ese lugar solitario en que la naturaleza se muestra en toda su majestad”. En 1704 y 1706 hubo erupciones en el Teide, y el 9 de junio de 1798, un año antes de llegar Humboldt, una erupción duró tres meses y seis días. Humboldt anota en su relación de viaje: “Dejamos Santa Cruz el 25 de junio y enderezamos nuestra ruta hacia la América meridional. Tras unos días en Tenerife, nos separamos de esa isla, como si la hubiésemos habitado durante mucho tiempo”.

En mis viajes, he subido al Etna y al Vesubio, y al volcán La Cumbre en la Isla de Isabela, en el archipiélago de las Galápagos, en el Pacífico. He visto cráteres como el Ngorongoro, en Tanzania, habitado por los grandes animales salvajes, y varios de las islas de la Palma y Lanzarote. He subido en teleférico al pie del Montblanc (4.807 m.), y al Teide, el pico más alto de España con 3.718 metros; y he ascendido a pie y a caballo desde Trevélez hasta la cima del Mulhacén, la montaña más alta de la Península ibérica con .3.478 metros. Y en todas partes he visto, como vería Humboldt, la belleza salvaje y natural, la belleza.