40 horas para 40 minutos

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El pasado domingo me desperté y lo primero que hice es preguntar a mi compañera a ver si su madre había llegado ya de la visita. Es importante entender que cuando un familiar o amigo de un preso vasco viaja, su entorno siempre está preocupado. No son viajes de 100 o 200 km. Son viajes de 1.000 o 2.000 km y con tanta carretera y tantas horas cualquier cosa puede ocurrir. Hay quien dirá, hombre, bueno, no tiene por qué pasar nada, todo el mundo viaja. Sí, claro, pero es como la ruleta rusa, cuanto más juegas más te puede tocar y los familiares y amigos de los presos sabemos que eso pasa, que todos los años hay un buen número de accidentes de coches, que ha habido heridos leves, heridos graves y, también, muertos. Sí, las personas que han perdido la vida a la ida o a la vuelta de una visita de un preso son dieciséis. Dieciséis personas que no llegaron a la visita o que no llegaron a casa después de ella. Por eso nos preocupamos.

Mi compañera me respondió que le había mandado un mensaje y que estaba al llegar. El autobús la dejaba a la entrada del pueblo. Llovía mucho y fue a buscarla. Ya en casa y después de saludarnos me dijo que venía cansada y que quería tomarse un café. Le pregunté por el viaje y la visita. Mientras charlábamos me vino a la cabeza que había salido el viernes de casa a las 5.30 de la tarde para ir a Donostia a coger el bus. Y pensé: ¡qué barbaridad! Han pasado unas 40 horas desde que salió de casa para hacer una visita de 40 minutos y quien me estaba contando el viaje tiene 74 años.

La verdad es que para mí no era nuevo, en absoluto, el tema de las visitas, pero según me iba comentando todo lo que habían hecho en esas 40 horas, no sé por qué ni cómo, me vino a la cabeza que eso había que contarlo, que había muchas, muchísimas personas que no conocían esa realidad, sobre todo fuera de Euskal Herria y que había que transmitirla. Me puse a escribir un hilo en Twitter y con parecido texto una entrada en Facebook. Mientras lo hacía tuve que ir a dónde mi suegra un par de veces para hacerle preguntas y conseguir que lo que iba a escribir fuera fiel reflejo del viaje que acaba de terminar. Esto es lo que escribí:

“Acaba de llegar mi suegra de realizar una visita a un amigo que está preso en la cárcel de Sevilla. Salió el viernes de casa. Voy a escribir un pequeño texto para aquellos que no conocéis lo que supone la dispersión y el alejamiento de los presos para los familiares y amigos.

Como decía salió el viernes a las 5:30 de la tarde para coger un autobús que sale a la 6:00 p.m. de Donostia para llevar a los familiares a las cárceles de Andalucía.

Posteriormente, el autobús recoge a los familiares vizcaínos en Bilbo, luego pasa por Gasteiz y tira para el sur.

El autobús recorre unos kilómetros y entrada la noche se para para cenar y poner las literas en las que intentarán dormir.

Niñas, niños, adultos y personas ya entradas en edad se reparten como pueden a lo largo de las literas para pasar la larga noche lo mejor posible.

A primera hora de la mañana el autobús deja a los familiares y amig@s que van a la cárcel de Sevilla a las afueras de la capital ya que el autobús sigue para adelante con familiares que van a Puerto de Santa María.

Se bajan del autobús y cogen otro autobús para ir al aeropuerto.

La cárcel de Sevilla queda lejos, no hay transporte público y, por tanto, en el aeropuerto alquilan un coche para poder acudir a la cárcel.

Cogen el coche y llegan para la visita de las 10 a.m. Llevan 16 horas fuera de casa. La visita es de 40 minutos. Sí, sólo 40 minutos.

Normalmente los familiares suelen tener una o dos veces al mes otra visita de un par de horas, esta vez sin cristalera de por medio. Estas visitas se hacen a la tarde y por eso el autobús no sale de vuelta hasta que terminan esas visitas. L@s amig@s, claro está, tienen que esperar.

Como el autobús sale de vuelta a la noche y no tienen donde estar desde las 11 de la mañana hasta las 10:30 de la noche, suelen alquilar una habitación en un hotel para descansar. Los familiares hasta el bis de la tarde y l@s amig@s hasta la tarde-noche.

Terminadas las visitas de la tarde vuelta al aeropuerto, dejar el coche, coger el autobús de línea, vuelta a la capital y esperar a que llegue el autobús que les traerá de vuelta a Euskal Herria.

Cogen el autobús y otras 12 horas de viaje para llegar a Donostia.

Domingo 10 a.m.

Han pasado 40 horas desde que cogieron el autobús para hacer una visita de 40 minutos. 40 horas para 40 minutos y cada uno se gasta unos 150 euros en gastos.

Todo eso sólo se puede hacer por mucho amor, mucho cariño y mucho compromiso. ¿Pero por qué tienen que padecer todo esto?

Todo esto ocurre porque no se cumple la propia legislación que determina que los presos y las presas debieran de cumplir su condena cerca de casa, entre otras cosas para no añadir este injusto castigo a los familiares y amig@s.

Mi escrito del domingo finalizaba con un “Darlo a conocer y denunciarlo es tarea de todos y todas”. Afortunadamente,  el texto se convirtió en viral tanto en twitter como en Facebook y son muchas las personas que han tenido conocimiento de ese testimonio y de esa realidad.

Pero la labor no acaba ahí y este pequeño escrito, también, no tiene otro objetivo que el de dar a conocer esa realidad. Ochos años después de que ETA diera a conocer el fin de la lucha armada, estos viajes se siguen repitiendo todos los fines de semanas mientras contamos con cuentagotas los presos que son acercados a prisiones más cercanas por el gobierno de Sánchez.

Yo también estuve unos meses en la cárcel de Morón en Sevilla. Mis hijos hicieron hace unos años el mismo viaje que ha hecho este fin de semana mi suegra. Los vascos hemos viajado, nos han hecho viajar, mucho a Andalucía por la presencia de muchos presos vascos en las cárceles de Andalucía. Siempre hemos dicho que el estado español es una cárcel de pueblos y naciones. Sólo deseo que llegue el día en que tanto vascos como andaluces podamos decidir libremente nuestro futuro y no existan ni cárcel de naciones, ni andaluces ni vascos presos en la cárcel por ello.

Llegará el día en que los vascos decidamos viajar a Andalucía a disfrutar de todas las cosas y personas buenas que tiene sin tener que visitar a nadie en prisión. Los vascos también os recibiremos con los brazos abiertos. Mientras, toca seguir luchando y trabajando y una de las labores que nos toca a todos es la de ayudar a difundir la cruda realidad que padecen los amigos y familiares de presos vascos para acabar cuanto antes con la política de dispersión. Un fuerte abrazo solidario desde Euskal Herria.

Autoría: Joseba Permach Martin