Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, la coartada perfecta

869

El pasado 13 de febrero, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo concluyó que España no había vulnerado el Convenio Europeo de Derechos Humanos al entregar a las autoridades marroquíes a dos personas de origen subsahariano que habían saltado la valla de Melilla. La sentencia avalaba así las devoluciones en caliente llevadas a cabo por el gobierno español.

El argumento esgrimido por el Tribunal que debe velar por los Derechos Humanos es de enorme gravedad, pues sitúa en la conducta de las personas migrantes el motivo de la vulneración de sus derechos: “se pusieron en una situación ilegal al intentar entrar deliberadamente en España cruzando las estructuras de protección de la frontera de Melilla como parte de un grupo numeroso y en un lugar no autorizado». Estamos ante una vuelta de tuerca más en la criminalización de las víctimas de las políticas europeas. Con esta sentencia se da a entender que prefirieron, por alguna oscura razón, arriesgar sus vidas, y ser humillados y maltratados en lugar de usar los canales regulares de entrada a Europa. Surrealista, ¿no? Cualquiera que esté medianamente familiarizada con la situación en la Frontera Sur europea conoce la imposibilidad para las personas de origen subsahariano de entrar legalmente al continente de los derechos humanos. Afirmar, como hace la Gran Sala, que estas personas pudieron solicitar asilo en el puesto fronterizo de Melilla es de un enorme cinismo, pues es de sobra conocido que ninguna persona de origen subsahariano ha podido acceder a este puesto desde su creación.

Sin duda, algo malo está pasando en Europa cuando este mismo Tribunal condenó a España por este asunto en octubre de 2017. La sentencia reconocía por entonces que la devolución supuso una violación del Protocolo 4 y del artículo 13 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, al tratarse de una expulsión colectiva sin posibilidad efectiva de recurso judicial. Sobre esto es sobre lo que ha rectificado la Gran Sala en febrero de 2020.

Sería ingenuo, por tanto, pensar que dicha sentencia es resultado del desconocimiento de dicha realidad que llevan años denunciando las asociaciones pro-derechos humanos u organismos como Acnur o Defensoría del Pueblo. No, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo no ha actuado de forma torpe o ignorante. El Tribunal de Derechos Humanos ha actuado a sabiendas de lo que allí ocurre, convirtiéndose en cómplice necesario para los estados en la violación impune de derechos fundamentales cuando de personas migrantes se trata. De esto va la sentencia, de legitimar el NO DERECHO al asilo a quienes provienen de África al Sur del Sáhara. En otras palabras, de negarles la protección internacional.

Así, si en 2015 el gobierno de Mariano Rajoy (PP) trató de legitimar a ojos de la ciudadanía las devoluciones en caliente incluyéndolas en la Ley de Seguridad Ciudadana (Ley Mordaza); hoy, el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE en coalición con Unidas Podemos) cuenta nada menos que con el beneplácito del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos para justificarlas. Las declaraciones del Ministro del Interior, Grande Marlaska, sobre su proyecto de elevar un 30% las vallas de Ceuta y Melilla y el agrado con el que recibió la sentencia de Estrasburgo, no presagian nada bueno. Esperemos que este no sea uno de los sapos que anuncia Pablo Iglesias que deberán tragar por estar en el gobierno, un gobierno que, si quiere, puede acabar con estas prácticas.

Mientras tanto, las entidades defensoras de los derechos de las personas migrantes en Andalucía se organizan y actúan, denuncian y señalan para acabar con prácticas tan inhumanas como estas. Y seguirán en su empeño porque, como escuche a mi poeta amigo David Eloy Rodríguez en un maravilloso recital hace unos días:

“Mientras haya luz y párpados capaces de distinguirla, mientras haya luz, celebraremos la piel del oso mientras lo estamos cazando, agarraremos la sartén por el fuego, orinaremos en la metralla. Porque somos optimistas como el corazón del asno, porque somos los destructores de la máquina de contar muertos. Y si no hubiera luz, si no la hubiera, buscaríamos un faro en la tormenta, haríamos un fuego, construiríamos la luz”.

Por muchos Tribunales y Gobiernos que nos lo prohíban.