“Viceversas” de Andalucía. El caso de Casas Viejas

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Decía Pérez del Álamo a primeros del XX que en “este país de los viceversas, todo es posible, menos tener memoria”. Lo hacía en las primeras páginas de su conocido libro “Dos revoluciones andaluzas” (1986), en el que recuperaba para la posteridad, los acontecimientos vividos tras la esperanzadora y cruelmente reprimida revolución campesina ocurrida en Loja en 1861. Tras 42 años de peregrinación por distintos presidios del estado contestaba así a la multitud de embustes vertidos, sobre su persona y los hechos ocurridos, por los detentadores del poder y sus esbirros mediáticos. Confundir y malinterpretar lo acontecido con bulos y narrativas acordes a los intereses de los poderosos fue una práctica que continuó teniendo sus frutos, durante los aciagos años de la dictadura y en el post franquismo incrustado en el régimen borbónico. De hecho, las instituciones democráticas poco realizaron por recuperar la memoria y cuando ocurrió fue por la presión ejercida por las andaluzas y andaluces de a pie.

Un ejemplo exitoso del papel protagonizado por la ciudadanía ante el bloqueo de las instituciones lo tenemos en la localidad gaditana de Casas Viejas (Benalup-Casas Viejas). Aquí se produjo la trágica matanza conocida como los Sucesos de Casas Viejas acompañada de una represión indiscriminada sobre la población por parte de las fuerzas republicanas y la guardia civil. Este episodio, ampliamente estudiado por la historiografía, y de trascendentes consecuencias para el gobierno republicano del momento, fue ocultado y tergiversado por el franquismo que incluso llegó a cambiar el nombre de la localidad, que pasó a llamarse Benalup de Sidonia. Durante la década de los ochenta, incluso a primeros de los noventa, cuando preguntaba por los sucesos nadie contestaba fuera del ámbito íntimo y se respiraba todavía el miedo instalado por el franquismo que las instituciones democráticas apuntalaban.

A principios de los noventa, un grupo de personas, vecinas del pueblo, profesorado de primaria y secundaria, etc. comienzan a asociarse y a reivindicar la historia silenciada de Casas Viejas. Constituyen la Asociación Brezo y Castañuela para investigar y poner en valor el patrimonio etnográfico, redescubriendo la obra del antropólogo norteamericano Jerome Mintz. A partir de entonces, el legado de Mintz se convierte en una de las piedras angulares desde la que recobrar episodios olvidados del pasado y recuperar la identidad local. Salustiano Gutiérrez, uno de los divulgadores de su obra, confirma que no hay otra localidad tan afortunada en nuestra tierra que pueda presumir de un trabajo antropológico tan extenso y riguroso. Sus dos libros andaluces – Los Anarquistas de Casas Viejas (1982), El Carnaval y la sociedad gaditana (2008)-, audiovisuales- La familia de Pepe (1978), El Zapatero (1978), La Romería: el día de la Virgen (1986), La familia del pastor (1989) El Dornillero (1976)- y sus miles de fotografías describen acontecimientos, maneras de pensar, ideologías, expresiones culturales y simbólicas de los habitantes de este pueblo, dignificando la vida de los sectores trabajadores, de los perdedores de los conflictos sociales del pasado. Su obra desvela capítulos de un pasado que muchos querrían enterrar. Este pequeño grupo de casasviejeños y casasviejeñas rescata, divulga y pone en valor un patrimonio que sirve para reflexionar sobre el ayer y para entender el presente.

La actitud del partido local gobernante, al igual que en otra multitud de pueblos andaluces ante situaciones similares, fue la de entorpecer las iniciativas que surgían de este colectivo. En un contexto donde mantenía amplias redes clientelares, se topó con un grupo de activistas que, sin pedir permiso, eran capaces de articular iniciativas culturales y políticas, no partidistas, que contaban con la aprobación y aplauso de la mayoría de sus paisanos y paisanas. La falta de protagonismo institucional, fue inaceptable para quienes detentaban el poder local, poniendo todas las trabas posibles, algunas verdaderamente lacerantes, por impedir los objetivos del colectivo memorialista.

Hoy, casi treinta años después, hablar de los sucesos ya no es tabú en Casas Viejas. Como si lo es todavía en los pueblos vecinos a este municipio. Hoy todos y cada uno de sus habitantes pueden acceder a la narración rigurosa del pasado gracias al estudio de este grupo pionero y a la puesta en valor y divulgación del trabajo de Mintz y de otros científicos sociales que investigaron la realidad social de esta tierra.  La Casa de la Cultura toma el nombre del antropólogo norteamericano (ese Andaluz de Indiana, como le rebautizaron en unas jornadas); la fiesta mayor del pueblo (Carnavales) homenajeó con la gorra de Jerome Mintz a las familias de los represaliados de los Sucesos de Casas Viejas. La recreación por las calles del pueblo de los acontecimientos vividos en enero de 1933, realizada durante varios años consecutivos, sirvió para convocar y hacer reflexionar a la ciudadanía confrontándolas con su trágica historia reciente. Numerosos actos, exposiciones, mesas redondas, innumerables actividades llevadas a cabo en las instituciones educativas, etc. sirvieron para poner en valor y recuperar del silencio la dignidad y el ayer nunca olvidado.

Hoy Benalup-Casas Viejas lejos de tener enquistada su memoria desde narrativas confusas, la convierte en parte indiscutible de su patrimonio. La iniciativa de estos hombres y mujeres lograron darle la vuelta a la tortilla y tener como referente de dignidad su propia historia social, su ayer jornalero que nutre esperanzadoramente su mañana. Pérez del Álamo, cuyos restos reposan en la vecina localidad de Arcos de la Frontera, tiene dignas continuadoras en estas campiñas barbateñas. Son las personas como él y como los miembros de este grupo de activistas locales, la garantía que tiene nuestra querida y amada Andalucía para derrotar a tantos “viceversas”.