Viscosidad social y democracia orgánica

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¿Qué probabilidades tiene una niña pobre de Los Pajaritos (Sevilla) de tener en su vida adulta un empleo de calidad, una elevada cualificación científica o artística, unos estándares materiales de vida por encima de los de sus padres? Las probabilidades para esa niña, como para cientos de miles de jóvenes andaluces del mundo rural o del Campo de Gibraltar, por seguir con ejemplos, de saltar por encima de su propia sombra “de clase” son muy bajas. La mayoría de ellos y de sus familias pueden pensar que no tienen las aptitudes necesarias o que no se esfuerzan lo suficiente. No se plantean quizás que el problema esté en otra parte: en el armazón profundo del sistema político. La modernidad sociológica en España parece más viscosa que líquida.

Eclipse de la fraternidad

En su imponente Eclipse de la fraternidad, Antoni Doménech reivindicaba el concepto de fraternidad republicana significando la

«elevación de todas las clases ‘domésticas’ o civilmente subalternas a una sociedad civil de personas plenamente libres e iguales [y un] allanamiento de todas las barreras de clase derivadas de la división de la vida social en propietarios y desposeídos [y] una redistribución tal de la propiedad, que se asegure universalmente el ‘derecho a la existencia’».1

Y citaba a su admirado Maximilien Robespierre

«¿Cuál es el primer objetivo de la sociedad? Es mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de estos derechos? El derecho a la existencia. La primera ley social es pues la que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios de existir. Todos los demás están subordinados a este. La propiedad no ha sido instituida o garantizada para otra cosa que para cimentarlo. Se tienen propiedades, en primer lugar, para vivir. No es cierto que la propiedad pueda oponerse jamás a la subsistencia de los hombres

Sin embargo, las sucesivas derrotas de esa visión plebeya y radicalmente democrática del republicanismo conllevaron que las sociedades occidentales gozasen de una ilusoria y formal libertad e igualdad civiles, pero desconectas e independientes de las bases materiales de la propiedad. La fraternidad eclipsada fue la condición de posibilidad para el triunfo de la concepción “liberal” sobre la democracia y la libertad. Si la emancipación de los dominados constituía el destino histórico de la fraternidad republicana, su derrota por el tratamiento abstracto de la igualdad bajo el liberalismo burgués, mantendría a los subalternos, como decía Kant, en su ‘minoría de edad’ y bajo la férula del patriarcalismo y del patrón.

Efectos de destino

En un reciente documento2 el Alto Comisionado contra la pobreza infantil del Gobierno de España constataba que

«la pobreza infantil es la principal vía de reproducción intergeneracional de la pobreza: quién ha crecido en la pobreza, probablemente será pobre de adulto… España es uno de los países europeos con el efecto directo de origen social más alto y con mayor desigualdad intergeneracional, que resulta en una brecha de origen social en la posición que se obtiene en el mercado laboral. Los resultados indican también que el sistema educativo no funciona plenamente como elemento igualador… Los datos más recientes y contrastados concluyen que España tiene niveles altos de inmovilidad social…«

Este diagnóstico sobre un mundo más sólido que líquido, que coagula a la gente en su lugar social, invita a pensar que el sistema político español se eleva por encima y gestiona una sociedad con altos niveles de anclaje de los grupos y clases a sus posiciones “naturales”, instituidas como efectos de destino. De igual modo que en los mundos cerrados y estamentales, los desplazamientos y la superación de desventajas de partida se vuelven tareas hercúleas, esta adherencia pegajosa es, probablemente, el mejor indicador de la baja calidad de la democracia española.

Violencias simbólicas y barreras políticas y económicas congelan bajo un régimen de naturalidad la pertenencia a una clase, a un grupo, a una posición social.

Cuando preguntas a una muestra de individuos cuáles son los factores principales de éxito en la escuela, cuanto más abajo te desplazas hacia los extremos inferiores de la escala social más creerán en el talento natural o en los dones, más creerán que los que tienen éxito están mejor dotados con capacidades intelectuales concedidas por la naturaleza. Y cuanto más aceptan su propia exclusión, más creen que son estúpidos, y más afirman «Sí, no se me daba bien el inglés, no se me daba bien el francés, no se me daban bien las matemáticas»3

Si la libertad es un autodespliegue a partir del conocimiento de las causas que nos determinan, la viscosidad pegajosa de las posiciones sociales es posible también a partir de un sentido común dominante que vuelve opacos los condicionantes económicos, sociales y culturales para la gente. No se perciben, no se comprenden y se psicologizan e individualizan las privaciones, las limitaciones y la transmisión intergeneracional de la pobreza o de la riqueza. Bajo la apariencia de una política democrática el régimen político español posfranquista no ha quebrado, en lo esencial, ese no cuestionamiento de la jerarquía que adscribe a cada uno a una posición fija en el orden social.

A ello contribuye la renuncia del campo progresista moderado a ideales de fraternidad e igualdad republicanas. En su lugar se proponen subterfugios de consolación como la “igualdad de oportunidades” para hacer valer los méritos individuales de cada cual. Como explica César Rendueles en la presentación del mencionado Eclipse de la fraternidad

«Desde este punto de vista, la justicia social pasa por eliminar las barreras de clase, género o etnia que distorsionan los mecanismos de gratificación de los talentos individuales. El igualitarismo profundo, en cambio, entendía la igualdad como un objetivo colectivo, como el resultado de un proceso complejo de intervención política

Se renuncia al reconocimiento de la igualdad desde el principio (al modo de la igualdad de las inteligencias que postula Ranciére) y a la igualdad como resultado. El desvanecimiento de la igualdad como objetivo político y horizonte moral estimula las “culturas” del esfuerzo y el emprendimiento, individualizando las responsabilidades, descontextualizando y naturalizando la desposesión de partida como fracaso personal, (re)significando los privilegios heredados como talento y mérito individual, y, en definitiva, legitimando como sentido común las relaciones de dominación y los privilegios adquiridos por los propietarios mediante el expolio del trabajo ajeno.

La dominación es así transfigurada en meritocracia y la desposesión “invisibilizada” por su transfiguración en una desigualdad de dones.4

Política “constitucionalista” española y democracia orgánica

Si una nación es un plebiscito diario (Renan), España es una estructura atrapada en el ámbar del antiplebiscito y en la primacía de los efectos de destino.Las derechas políticas, mediáticas, judiciales y policiales españolas han exhibido en los últimos años una radicalización y ferocidad antidemocrática justificada en dos procesos políticos: la intensificación de las energías soberanistas en Cataluña y la irrupción institucional, y ahora en el gobierno del estado, de Podemos. Recientemente, el bloqueo del PP a la renovación de la cúpula judicial se ha defendido por la presencia de Pablo Iglesias en el gobierno y su intención oculta de “colonizar las instituciones”. Lo dicen abiertamente,

«no queremos que Podemos esté en esta negociación, pero como deseamos que no estuviera en muchos sitios, porque creemos que es un partido radical que compromete el orden constitucional.”5.

La demonización y represión del procés y la diabolización y veto a Podemos responden así a la inquietud y a la lógica profunda de un sistema político que sufre de reminiscencias de la democracia orgánica franquista y que, por eso mismo, fija la intensa viscosidad de las posiciones en el orden social (lo plebeyo ha de seguir en su sitio).

La democracia orgánica que defendió el franquismo imponía que la representación popular se canalizaba a través de los órganos naturales de asociación que eran tres: la familia, donde se nace; el municipio, donde se vive; el sindicato, donde se trabaja.6 Para las mujeres institucionalizaba el diktat despótico de la loi de famille: «niños, cocina e iglesia» (Doménech, A., 2019).

En el Eclipse se recuerda

«el mostrenco impacto que el catolicismo social corporativista tuvo en el régimen franquista, que ideó sus propios esquemas de representación política «orgánica» de los distintos «cuerpos» cerrados de la sociedad civil. Grotescamente, el franquismo se entendía oficialmente a sí mismo como una «democracia orgánica», fundada sobre una sociedad civil congelada en tres cuerpos estancos: la familia, el municipio y unos sindicatos verticales en los que, más o menos inspirados en la Ley de Ordenación del Trabajo de los nazis y, sobre todo, en la Carta del Lavoro mussoliniana, se amalgamaban, ganz arbeitsgemeinschaftlich, obreros y empresarios. En el régimen político franquista, esos tres cuerpos sociales se proyectaban políticamente en unas Cortes compuestas de representantes de los «tres tercios»: el tercio «familiar», el tercio «municipal» y el tercio «sindical»».

De este modo, el corporativismo de la democracia orgánica franquista significaba la fijación de la sociedad civil en posiciones estanco, burbuja, congelando a los individuos en sus respectivas clases o «estamentos» sociales y congelando además las posibilidades democráticas de su participación política.

Es esa impregnación de la cultura democrática orgánica la que reverbera desde el interior del régimen del 78 cuando se veta y prohíbe la expresión y capacidad de decisión de actores políticos fuera de los lugares tácita y estructuralmente asignados en la jerarquía social. La democracia orgánica parece la radiación de fondo de microondas del sistema político español. La cristalización en el imaginario colectivo de distintas capacidades, saberes y derechos reglamenta los distintos destinos y, bajo un régimen de dominación tan alejado de lo republicano, carente de fraternidad, los dominados viven su subalternidad como la naturalidad de un destino y la experiencia de su mundo como algo obvio, como tan bien lo explica Bourdieu. Por eso, ni la educación funciona como ascensor social ni las irrupciones o acontecimientos en que se rebasan los lugares asignados (procés, ministros de Podemos, en su día las aspiraciones de autonomía / soberanía de los andaluces) pueden ser aceptadas por los poderes dominantes.

La transmisión intergeneracional de la pobreza en Andalucía o la criminalización de los Junqueras y los Pablo Iglesias proceden de la misma violencia simbólica que impone y deja atrapadas en ámbar las clasificaciones sociales y las sumisiones de los inferiores.

El paradigma franquista de la democracia orgánica reverbera, por tanto, en un retardatario régimen del 78 que ha consolidado estos efectos de destino, esta viscosidad social, esta democracia “as if” que veta y proscribe la agencia política de lo inferiorizado. Destituir y rebasar este marco juridico-político es un imperativo democrático, moral y de cualquier programa progresista que aspire a la igualdad, a la libertad y también a la fraternidad republicanas.

1 El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista. Doménech, A., 2019. Ediciones Akal

2 DB016 – La transmisión intergeneracional de la desigualdad en España. Alto Comisionado contra la pobreza infantil. Gobierno de España. 15/10/2020

3 Doxa y vida cotidiana. Una entrevista. Terry Eagleton, Pierre Bourdieu. Ideología : un mapa de la cuestión / Slavoj Žižek (comp.), 2003, ISBN 950-557-573-4, págs. 295-308

4 Bourdieu / Ranciére. La política entre sociología y filosofía. Charlotte Nordmann. Buenos Aires: Nueva Visión, 2010

5 https://www.elconfidencial.com/espana/2020-10-16/pp-dispuesto-negociar-renovacion-cgpj-sin-podemos_2792023/

6 https://es.wikipedia.org/wiki/Democracia_org%C3%A1nica