El agua es un elemento material, provisto de una gran carga cultural y simbólica. De manera principal, ha modelado nuestro patrimonio histórico y nuestra identidad paisajística.
En los espacios domésticos, el agua calma nuestra sed, cuida nuestro cuerpo, nos deleita cuando salta en surtidores o se remansa en albercas. En los espacios abiertos, riega y fertiliza huertas y vegas, ha tallado barrancos y gargantas, anegado marismas y modelado grutas.
Desde los primeros pobladores, la existencia de agua garantizaba la permanencia de los grupos humanos en el territorio, generando un proceso de aprovechamiento, transformación de su ciclo y uso de los cursos fluviales como vías de comunicación. De todo ello ha quedado la huella en Andalucía, en forma de acueductos, acequias, arcas de agua, molinos, aljibes, fuentes, fosos de defensa, embovedados, desvíos o malecones.
Como el tiempo, fluye el agua “que corre y pasa y sueña”, formando parte de nuestras experiencias vitales y estéticas; nos acerca y nos aleja, nos puede dar la vida o arrebatárnosla, puede ser una bendición del cielo y un bien escaso y en disputa. Pero en nuestro imaginario cultural, su existencia se identifica con la vida y su presencia, con el
paraíso.
INTERVIENEN: ÁNGELA LARA Y LEANDRO DEL MORAL