Testigo de las grandes transformaciones que se han producido en el lugar, Ignacio Morales, nacido en 1931, habita en un micromundo (Betijuelo, Tarifa) en el espacio geográfico de El Estrecho de Gibraltar. Superviviente de una forma de vida en armonía con el entorno donde ha nacido y transcurrido toda su existencia, vive sin alterar sus costumbres, apegadas a los ciclos de la naturaleza, en una morada con más de 200 años que mantiene, como en tiempos de sus ancestros, con las mínimas adaptaciones a las tecnologías que a partir de los años 50 del siglo XX comenzaron a introducirse en la zona. Una vida austera que ha conocido desde la infancia el trabajo del cuidado de los animales o de la plantación de árboles que ahora le acompañan a lo largo de sus paseos. Ejemplo de la preservación de un medio orgánico en el que conviven en equilibrio el bosque, el huerto, la charca, o la vetusta construcción de piedra y paja con los modernos -y ya viejos- objetos contemporáneos. Su proceder es ajeno al valor de cambio, si este no es entendido como una transacción que reporte beneficios a todas las partes en justa distribución; mientras que sí es afín al valor de uso, que no solo otorga a los desgastados objetos básicos para la subsistencia, sino también, y debido a un ingenio anti-idealista, a los elementos de la naturaleza que construyen el hábitat. Una forma de vida que pone en valor el decrecimiento o el reciclaje como actitud frente al extractivismo de los recursos naturales, la agresión medioambiental, la acumulación y el despilfarro de las sociedades de consumo occidentales.