Estoy cada vez más de acuerdo con quienes opinan que escribir un libro en papel se está convirtiendo en un ejercicio revolucionario. La obsesión por las bondades de lo virtual y por todo lo que empieza por “tele” nos está formando como personas devoradoras de mensajes no muy extensos -tuit, dice la RAE- a modo de eslóganes, de artículos no muy largos, o de escritos para mostrar un argumento -y no más-… Y esta situación, pienso, es preocupante. Si hace una década nos parecía desalentador porque se habían distribuido tan solo doscientos ejemplares de nuestro libro físico, ahora la buena noticia del día nos la da nuestro tuit cuando ha sido reenviado más de cuarenta veces. Mientras el libro quedaba alojado en las estanterías de muchas bibliotecas para su lectura sosegada durante muchísimos años, el tuit tiene como vida útil no más allá de unos días, aplastado y aniquilado por los cientos de tuits recibidos desde mis contactos, en tan solo veinticuatro horas. Algo parecido sucede con las publicaciones en webs.
Y todo ello nos conforma porque la repercusión de esas reflexiones o de esa última investigación tuiteada es prácticamente mínima y, además, porque nos vemos en la obligación de escribir poco para decir mucho. Una tarea muy complicada.
Por ello, publicar hoy un libro con olor a papel, físico… es algo de agradecer. Y si, además, el libro trata sobre el andalucismo histórico, pues mejor. A diferencia de lo sucedido años atrás, este 2020 se caracteriza por la ausencia de obras sobre esta temática. No corren buenos tiempos para la historiografía especializada en esta materia. Pero eso es asunto para tratar en otro artículo. Afortunadamente, Antonio Godoy Romero ha subsanado este problema.
Antonio es licenciado en Ciencias Políticas y diplomado en Graduado Social y ya hizo una incursión en el Ideal Andaluz el año pasado, con una colaboración en un libro sobre la vertiente revolucionaria del Padre de la Patria Andaluza. Su labor como persona reflexiva sobre el andalucismo en todas sus vertientes viene ya desde hace muchos años. Además, su faceta investigadora y divulgativa siempre se ha compaginado con una intensa labor política en diferentes movimientos asociativos y políticos andaluces.
Hojas Monfíes ha editado un libro de este andaluz que trata sobre un asunto muy controvertido: las relaciones entre Abel Gudrá e Infante. Cuando tuve la ocasión de hablar con él sobre este proyecto, le comenté que era uno de los episodios más extraños de la biografía de Infante. En resumen, Antonio responde a tres preguntas esenciales. ¿Quién fue Abel Gudrá? ¿Qué rasgos caracterizaban su pensamiento? ¿Qué relación mantuvo con Diego Ruiz, médico, poeta y filólogo malacitano, amigo de Blas Infante?
Sabíamos hasta ahora que Infante escribe sobre él en dos libros: Fundamentos de Andalucía y La verdad sobre el Complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía. En el segundo lo califica de “hermano” y “poeta andaluz”, y lo cita como participante en un Congreso del Comité Insurreccional de los pueblos de Oriente, celebrado en Delhi. En 1932, Infante reproduce una parte de su discurso en la revista “Nuevo Mundo”: “La revolución india es un mero episodio de la gran batalla. Las agitaciones de África, lo son también. Desengañaos, ¡Nada conseguirán los pueblos esclavizados de Afro-Asia mientras que el despertar no venga a abrir los ojos, en la tierra sagrada de España, de nuestra cabeza: Andalucía!”. Manuel Lea Navas, en la revista andalucista “Vida Marroquí” en 1934, lo menciona al mismo nivel que Gandhi; y Fermín Requena, en ese año lo cita en una conferencia conmemorativa del segundo aniversario de la República: “y, por otra parte, si contemplamos el espectáculo vivificador de Delhi, de Egipto, de Arabia, de Palestina y de toda la tierra poblada por musulmanes donde trescientos millones de personas anhelan el resurgir de una civilización, con cabeza visible, como afirma Ben Gudra, en la Madre Andalucía”. De hecho, este fragmento, lo usa la Agrupación Liberalista Andaluza de Melilla en su manifiesto de 1931 dirigido “A todos los melillenses, colonia andaluza de Melilla y elementos musulmanes y serfaradíes descendientes de “El Andalus”.
Hay más referencias: la de Giménez de Buen en esa misma revista, en 1932: “¿Ha de morir el alma de la raza invocada hace poco tan ardientemente por el andaluz Ben-Gudra, en el Congreso de Delhi, la ciudad de las bellas mezquitas construidas por los mismos alarifes que levantaron la Giralda?”; Infante lo cita en su discurso pronunciado ese año en el Ateneo de Madrid; o incluso el liberalista malagueño Jesús Martín atribuye al “poeta andalucista” la frase “Andalucía es y será siempre la esencia de España”, también en 1932. Además, Infante lo identifica como autor del libro “Las andaluzas”.
Con toda esta información, es lógico el interés por indagar de una forma sistemática y sosegada, todo lo concerniente a Abel Gudrá. Antonio asumió el reto y descubrió el diván “Las Andaluzas” en Italia y, posteriormente, siguió una labor seria, precisa, consultando a expertos, buscando en revistas, en catálogos de bibliotecas de la India, escribió a universidades de ese país, … Quiso sacar más datos y argumentos. Finalmente, consiguió aclarar el asunto. El libro lo publica la editorial Hojas Monfíes. Se titula “Diego Ruiz, Abel Gudrá y el enigmático diván Las Andaluzas”.