Las Asociaciones de Amistad con el Pueblo Saharaui organizan estos días la Marcha por la Libertad para denunciar la ocupación del Sáhara Occidental, por el ejército marroquí, desde hace 45 años. Marruecos sigue violando impunemente la legalidad internacional, gracias al apoyo de Estados que dicen ser “democráticos”, pero ayudan al régimen corrupto de Rabat, que no respeta los derechos humanos. Recordemos que Estados Unidos ha reconocido la anexión ilegal de este territorio por parte del reino alauita, ignorando el mandato de la ONU. Recordemos también que Francia bloquea todos los intentos de descolonización para proteger sus turbios intereses en el país magrebí.
Y España ha vendido al ejército marroquí, en plena crisis, 130 vehículos militares, que serán utilizados para mantener la ocupación. Sin olvidar que influyentes políticos y empresarios españoles también son cómplices del régimen alauita, que está expoliando las riquezas del Sáhara. El gobierno español tiene una deuda histórica pendiente con su antigua colonia, pero prevalece el negocio de la guerra. La ONU, por su parte, está controlada por las grandes potencias y se muestra incapaz de organizar un referéndum de autodeterminación. Por este motivo, el pueblo saharaui lleva ya más de cuatro décadas refugiado en un desierto inhóspito, cedido por la vecina Argelia.
A pesar de todo, los saharauis resisten con la fuerza moral que les da la legalidad internacional y la solidaridad de pueblos como el andaluz, que lleva 40 años colaborando en programas de cooperación, entre los que destaca el denominado “Vacaciones en paz”. Cada verano, niños y niñas de los campamentos vienen a Andalucía para escapar de las altas temperaturas del desierto y encuentran aquí la cálida acogida de centenares de familias andaluzas, que se convierten en su segunda familia. También reciben atención médica, una nutrición de calidad y se divierten con nuestros niños, que es importante. Todo esto permite que familias andaluzas y saharauis se conozcan mejor. Estos pequeños refugiados son muy conscientes de la situación que vive su pueblo y llegan a ser los mejores embajadores de la causa saharaui. Además, son viajes en dos direcciones, pues las familias de acogida se trasladan igualmente a Tinduf para decirles que no están solos y compartir las duras condiciones de vida en el desierto.
En los campamentos de Tinduf
En 2009, hace ya doce años, también estuve con ellos en Tinduf, en un viaje organizado por la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui. Cuatro horas de avión, con escala técnica en la ciudad argelina de Orán, para llegar de madrugada al campamento “27 de febrero”. Esta fecha recuerda el 27 de febrero de 1976, día en el que fue proclamada la República Árabe Saharaui Democrática. En este viaje solidario, pudimos recorrer las cuatro wilayas o provincias de esta pequeña república en el exilio, que tienen el nombre de sus ciudades de origen: El Aaiún, Smara, Auserd y Dahjla Estuvimos compartiendo la vida y los sueños de los saharuis en ese trozo de desierto, en el sur de Argelia. Fuimos allí para decirles que cuentan con nuestro apoyo en la lucha por recuperar su tierra, ocupada ilegalmente por Marruecos. Les llevamos 200 kilos de medicinas, pero nos trajimos mucho más. Aprendimos una lección de dignidad de este pueblo hospitalario que, tras más de cuatro décadas en el exilio, no ha perdido la esperanza ni el espíritu combativo.
La ceremonia del té
Fue una semana de convivencia inolvidable con este pueblo hermano que nos ofreció sus jaimas para dormir y nos recibió con la simbólica ceremonia del té: el primero, amargo como la vida; el segundo, dulce como el amor; y el tercero, suave como la muerte. Un viaje muy emotivo, en el que se hermanaron municipios saharauis y granadinos como Loja, La Zubia, Dúrcal, El Pinar, Monachil y Huétor Tajar. Viajaban también con nosotros varias familias de acogida del programa “Vacaciones en paz” que pudieron reencontrarse con sus niños y niñas saharauis. Y estuvimos visitando escuelas y hospitales, donde nuestros médicos realizan una labor encomiable.
El momento de mayor tensión fue cuando nos unimos a la marcha contra el “muro de la vergüenza”, levantado por Marruecos con ingeniería francesa. Este muro divide al Sáhara en dos partes: la controlada por el Frente Polisario, conocida como territorio liberado, y la que controla el ejército de ocupación marroquí. La caravana, con centenares de vehículos, tardó más de tres horas en atravesar los 80 kilómetros que separan los campamentos de Tinduf del muro marroquí.
Los vehículos todo-terreno se abrían paso por una planicie pedregosa llena de baches que se convirtió en un rompe huesos para los cientos de voluntarios, procedentes de distintos países, que participábamos en la marcha. Y entre los voluntarios, se hacían notar los cubanos, por su larga experiencia en solidaridad internacional con los pueblos oprimidos y ocupados. Los saharauis estaban acostumbrados, pero nosotros resistíamos a duras penas el sol abrasador y el viento del desierto, el temible siroco, que impregna todo de arena. La columna se detuvo a un kilómetro del muro y más de mil personas bajamos de los vehículos para continuar la marcha a pie, formando una cadena humana, que siguió avanzando con el lema: ¡Sáhara Horra!, que en hassanía, la lengua de los saharauis, significa. ¡Sáhara Libre!
El héroe del muro
La marcha se acercó a la alambrada que el Ejército marroquí ha colocado a unos 300 metros del muro para impedir las incursiones del Frente Polisario. El ambiente empezaba a parecerse a la Intifada palestina. Jóvenes saharauis arrancaron trozos de alambrada y lanzaron piedras contra los soldados marroquíes que se asomaban al otro lado del muro con una actitud prepotente y arrogante. Formaban parte de los 160.000 soldados, desplegados por Marruecos, a lo largo de una barrera de 2.500 kilómetros, para marcar la frontera de lo que el régimen alauita llama el Sáhara útil. Detrás del muro, están las minas de fosfato de Fos-Bucrá, los pozos de petróleo y la zona costera muy rica en pesca, que Marruecos explota ilegalmente. Y es que al reino alauita no le importa en realidad esta tierra, lo que quiere es expoliar sus riquezas.
Pero la alambrada no era el único obstáculo para llegar al muro. Los marroquíes han sembrado el territorio con miles de minas antipersona, que están prohibidas por los convenios internacionales. El riesgo de explosión era preocupante. Algunos jóvenes saharauis, hartos de vivir en campos de refugiados, lanzaron toda su furia contra el muro que les impide volver a su tierra. Y uno de esos jóvenes, Ibrahim Husseín, de 16 años, perdió un pie al pisar una mina. La metralla también alcanzó a otro joven, que resultó gravemente herido en el pecho y en la cara. La ira se apoderó de los saharauis, que gritaban con desesperación “Alahu Akbar” (Alá es vencedor). Al día siguiente, el Frente Polisario declaraba a Ibrahim “héroe del muro” y convocaba manifestaciones de protesta en los campamentos de refugiados.
Comprendimos entonces la determinación del pueblo saharaui para liberar su tierra. También fuimos testigos de la doble moral que practican las potencias occidentales. Por una parte, envían ayuda humanitaria a los refugiados. Por ejemplo, pude ver los sacos de harina, con la marca USA, que Estados Unidos envía a los campamentos para lavar su imagen. Y por otra parte, suministran material bélico al ejército marroquí. Es decir, que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda. Y es que las minas que estallaron a los dos jóvenes saharauis, a pocos metros del muro, eran de fabricación española.
El pueblo saharaui fue traicionado por la dictadura franquista y abandonado por el régimen del 78, surgido en la Transición. El gobierno español debería tener la valentía y dignidad política de reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática, a pesar de la presiones de Estados Unidos y Marruecos. Estos días, podemos comprobar la prepotencia del monarca alauita. Sólo por dar asistencia médica al presidente saharaui Brahim Ghali, el régimen de Rabat está provocando una tensión sin precedentes en la ciudad de Ceuta. Frente al chantaje marroquí, ha llegado la hora de que el Estado español reconozca a la República Saharaui. Sólo así podrá limpiar esta mancha infame en la historia reciente de España.