Andalucía, Libre

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Hermanas andaluzas y hermanos andaluces, es para mi un honor intervenir en este acto con el que la Fundación Blas Infante, año tras año, convoca a todas las personas andaluzas de conciencia en recuerdo del impune asesinato de Blas Infante por haberse atrevido a reclamar paz y esperanza bajo el sol de nuestra tierra.

Una paz que, a diferencia de los que hoy, en un desvergonzado ejercicio de cinismo, llaman a la guerra para supuestamente preservarla, él entendía solo posible a través de la lucha por la consecución de la igualdad y la libertad de todos los seres humanos, individualmente, y de todos los pueblos, colectivamente.

El grito de Viva Andalucía Libre, banalizado por quienes no creen en Andalucía cuando, forzados por el protocolo institucional, se ven obligados a repetir rutinariamente la letra del himno que él compusiera, constituye toda una declaración revolucionaria. Grito que tiene el mismo significado que el que elevara José Martí llamando a la lucha por la liberación del pueblo cubano del mismo poder opresor que el que soportaba y continúa soportando Andalucía.

Libertad que, a diferencia del significado que le dan los que hoy pretenden secuestrarla, cargado de egoísmo, individualismo y consumismo, no puede existir si no es compartida, si no es comunitaria, si no está basada en la igualdad y la justicia que establezcan las mismas posibilidades de ejercerla para quienquiera que sea la persona, independientemente de la clase, el sexo, las creencias o cualquier otra categoría social a la que sea adscrita. Por lo tanto, la libertad sin soberanía, sin la capacidad de decidir, sea esta individual o colectiva, es una falacia.

Una persona o un pueblo no serán nunca realmente libres si no pueden decidir sobre ellos mismos y su futuro de manera real y efectiva. Esto es lo que dota a la palabra libertad de todo su más profundo y verdadero contenido.

Blas Infante, al mostrarnos que conseguir la libertad por parte del pueblo andaluz es el objetivo fundamental para lograr su emancipación, fue un revolucionario. Un revolucionario que entendía la revolución en su auténtico sentido de transformación radical de situaciones injustas, en las que las mayorías sociales y los pueblos se encuentran sometidos y de las que necesitan liberarse para poder ser ellos mismos.

Un revolucionario de nuevo cuño que, a diferencia de otros como el propio Martí, antes de él, o de Ernesto Che Guevara o Malcom X, más tarde, y adelantándose a revolucionarios posteriores, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela, siempre entendió que debía producirse por vía pacífica, por muy justo y legítimo que pueda ser el recurso a la fuerza para hacer frente a la violencia sistemáticamente ejercida por el opresor.

Pacifismo, señalado por él como uno de los rasgos esenciales de la cultura del pueblo andaluz, que, como él nos demostró con su propia vida y actuación, no debe entenderse como pasividad ni conformismo, ni tiene que estar reñido con la firmeza y la determinación.

Quizás sea este espíritu revolucionario que inspira su pensamiento y su visión de la liberación de Andalucía lo explique la animadversión que despertaba y despierta en quienes, incluso apropiándose del magro fruto de la lucha del pueblo andaluz por su autonomía, tratan de manchar su memoria o, lo que casi es peor, porque no ofende quien quiere sino quien puede, trivializar su figura y su obra, intentando vaciarla de esa significación revolucionaria que cuestionaba y cuestiona de manera contundente lo que los defensores del orden establecido consideran “estado natural de las cosas” en el que Andalucía debería seguir ocupando sumisamente la posición de territorio colonizado, subalterno y dependiente.

En un tiempo oscuro en el que parece que todo se derrumba, en el que los pocos avances conseguidos en derechos individuales y colectivos están en riesgo cierto de perderse; de profunda crisis cultural y de valores, en el que la lógica del mercado penetra hasta lo más profundo de nuestras vidas, haciéndonos seres cada vez más egoístas e insolidarios, es cuando más necesario se hace reivindicar la luz del pensamiento revolucionario de Blas Infante.

Reivindicación que, para quienes mantenemos su memoria y seguimos siendo inspirados por sus obras, tiene que ser activa.

Debemos, pues, sobreponernos al desánimo, la melancolía y el adocenamiento a los que la actual situación nos puede empujar, y asumir, cada quién en la medida de sus posibilidades y capacidades, esa acción pedagógica que proponía Infante como la metodología para poder lograr dicha transformación revolucionaria de los espíritus y de las conciencias, sobre los que puedan generarse las condiciones materiales para el establecimiento de una auténtica sociedad humana basada en los principios de la justicia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la solidaridad entre todas personas y entre todos los pueblos.

Es este el sentido de las siguientes palabras con las que Blas Infante, en el Manifiesto de las Juntas Liberalistas de 1931, en circunstancias desgraciadamente no tan diferentes de las actuales, nos llamaba a levantarnos:

Cuando la muda y terrible interrogación del hambre jornalera, escándalo del mundo, se proyecte sobre España, como una trágica y secular acusación, no recibid limosnas gubernamentales de mayor o menor cuantía, las cuales resienten a nuestra dignidad; no ingerir en sustitución de derechos efectivos, informes burocráticos y promesas de solución. Levantaos: tomad vuestra tierra. 

Palabras que hoy adquieren un renovado valor cuando, a la situación de los actuales jornaleros agrícolas o de la hostelería, sobre cuya explotación sigue sustentándose buena parte de la economía en nuestra tierra, se añaden todas aquellas personas empobrecidas y excluidas que constituyen ese más del cuarenta por ciento de la población andaluza en situación de pobreza o en riesgo de verse en ella debido a la precarización a la que conduce el modelo económico depredador que se nos impone.

Para enfrentar esta inaceptable situación nos hace falta un Blas Infante vivo que, con su pensamiento y su ejemplo, vuelva a impulsar la lucha por la liberación de nuestra tierra, hasta sus últimas consecuencias.

Recordemos las palabras que pronunciara poco antes de su vil asesinato:

«No os rebajéis más pidiendo la libertad”

para afirmar que la auténtica libertad es la que se alcanza por la decisión de un pueblo, no por concesión graciosa de los que se la tienen secuestrada y se benefician de ello.

Este es, este debe ser, por respeto a su memoria y a su ejemplo, el auténtico sentido de nuestras palabras y de nuestro compromiso al proclamar nuestro lema:

¡Viva Andalucía Libre!

Autoría: Javier Escalera. Catedrático de Antropología. Patrono de la Fundación Blas Infante.