De un tiempo a esta parte, al margen de la izquierda representada en el parlamento andaluz –IU y Podemos- que ya tiene su propia hoja de ruta no exenta de tensiones, vienen dándose toda una serie de movimientos que apelan a la confluencia de fuerzas. Las circunstancias en las que debemos inscribir todos esos movimientos no se pueden pasar por alto: la situación en Catalunya, la clara y evidente involución del régimen postfranquista español, la proximidad de nuevas convocatorias electorales –entre ellas elecciones al parlamento andaluz-, las diferentes e interminables crisis de Podemos –como antes de Izquierda Unida y el PCE- especialmente en Andalucía, o la larga y lenta agonía del PSOE andaluz y de su régimen, que, en esa agonía es capaz de resistir y reinventarse descolocando a todos sus adversarios. Todos estos elementos coyunturales junto con los estructurales, la consideración de Andalucía como país dependiente y marginado en un mundo capitalista en crisis –que es civilizatoria-, componen el necesario cuadro de fondo que nunca se debe perder de vista.
Como hemos dicho, de un tiempo a esta parte, han surgido diferentes iniciativas. Quien escribe esta nota se ha adherido concretamente a una de ellas: Andalucía, ¿qué hacer?-Llamamiento a la confluencia soberanista andaluza. No es cuestión de hacer una crítica a todas ellas, ni de señalar las virtudes o defectos de cada una, pero sí es necesaria una consideración general sobre las mismas, o más bien un aviso preventivo. Pueden cambiar las palabras, el vocabulario, pueden cambiar las coyunturas –que por esencia son pasajeras-, pero no cambia el hecho estructural de Andalucía como país oprimido y la consideración de la clase obrera y del conjunto del pueblo trabajador andaluz como el sujeto político llamado a la transformación de la realidad. Por eso, las confluencias, eso a lo que antes se le llamaba de otra manera según la moda política del momento, no son una novedad, todo lo contrario.
En el acumulado, nos encontramos con procesos que pretenden trasladar un razonamiento positivista y empirista matemático a la política: la mera suma de siglas o de personas. Se pretende superar la situación de la izquierda soberanista andaluza con una simple operación aritmética, sin embargo, en política no siempre el resultado de una suma da un resultado mayor, y aun dándolo, eso no implica per se una transformación cualitativa. Se deben prevenir los movimientos de suma cero, aquellos dirigidos a reunir lo que ya existe –y resiste- sin más perspectivas, forzados por una realidad a la que constantemente se le pretende retorcer el brazo para que coincida con lo previamente teorizado.
Se pretende salvar este proceder mecanicista con un reforzamiento programático, es decir, la confluencia o la unidad tendría como consecuencia el reforzamiento del discurso soberanista, de un programa de liberación nacional de orientación socialista basado en el rechazo a la Unión Europea, la OTAN, los grandes tratados comerciales, y las bases militares en suelo andaluz, la nacionalización de la banca y los sectores estratégicos de la economía, la defensa de la cultura y señas de identidad andaluzas, etc. Es aquí donde llegamos a una cuestión esencial. Este proceder se basa en la multiplicación del discurso, atribuyéndole propiedades cuasi mágicas. Dicho de otra manera, no por mucho repetir la necesidad de la soberanía nacional andaluza, no por mucho denunciar al régimen español postfranquista, no por exponer constantemente lo perjudicial que la UE y la OTAN son para Andalucía, o no por mucho incidir en la constante burla que el españolismo hace de la cultura y señas de identidad andaluzas, el pueblo trabajador andaluz va a tomar conciencia y a actuar en consecuencia, ni la teoría, parafraseando a Marx en «Contribución a la crítica del Derecho de Hegel», va a devenir en fuerza material.
Hoy, como ayer, se echa de menos argumentar un para qué, más allá de cálculos aritméticos o de reforzamientos discursivos. Hoy como ayer se echa en falta un planteamiento práctico, un qué hacer que permita realmente avanzar en ese programa socialista de liberación nacional para Andalucía y en la constitución de una Andalucía libre y soberana, la República Andaluza.
En hidrología, la confluencia es donde aguas de distintas corrientes o ríos se unen para formar un cauce común. Esta definición no puede ser menos que sugerente desde la política, una bella imagen para una izquierda soberanista andaluza atomizada y necesitada de lucir musculo popular. Sin embargo, mientras no haya una praxis consecuente, las imágenes simbólicas serán eso, símbolos, nada más. Realmente, ¿existe algún planteamiento para hacer del discurso una praxis?, ¿hay algún plan de trabajo en los centros de trabajo y estudio, en los barrios, o en los pueblos de Andalucía?, ¿hay algún planteamiento de trabajo en la lucha feminista o en crear espacios de ocio alternativos, por poner unos ejemplos?, ¿alguien sabe cuál es el plan de trabajo en la defensa de nuestra cultura y señas de identidad? Discurso y praxis no se pueden disociar, quizá la primera confluencia que nos debamos plantear sea la de hacer pasar a un mismo cauce la teoría y los discursos junto a la práctica. Recordando al filósofo marxista andaluz exiliado en México, Adolfo Sánchez Vázquez, “Si la praxis es actividad subjetiva y objetiva, conocimiento teórico y práctica, superación de la unilateralidad de la subjetividad y la objetividad, podemos comprender la importancia que Lenin concede a la teoría, importancia que se pone de manifiesto en su propia actividad teórica y práctica política. La teoría no es exterior a la práctica, a la vez que esta última forma parte de la producción teórica”.
Nombre: Antonio Torres.