Estos días pasados se han celebrado en Casas Viejas diversos actos en recuerdo de la matanza ocurrida en la localidad en enero de 1933. Este año, una vez más, han sido diversas las entidades que se han implicado en ellos: ayuntamiento, instituto y fundación. En esta ocasión una sombra ha planeado por encima, incluso, del frío y la bruma que se ha enseñoreado del lugar: la reciente muerte de Salustiano Gutiérrez Baena. Si alguna vez se ha hecho más evidente que el individuo importa en la vida de las sociedades ha sido en esta. Claro que no sólo ha sido Salus quien ha hecho posible que una comunidad se reconcilie con su pasado, abandone el tabú y algo que era considerado una mancha, un oprobio, casi un estigma.
La verdad es que motivos tenía para pensarlo así. Han sido muchas personas las que nos hemos sumado al carro, de dentro y fuera de Benalup. Al final era una extensa red, como se dice ahora, la que se articulaba en torno a su persona y a los instrumentos que utilizaba: blog, actividades, tarea docente, “agitación” social, etc. Una red que, ahora, debe recomponerse y configurarse de nuevo. Una tarea inmensa porque enorme es el legado. Afortunadamente, el contexto cambió durante estos últimos años y vientos favorables impulsaron algunos objetivos. Recordemos la actitud del equipo de gobierno municipal, la llegada de materiales del legado de Jerome Mintz, el traslado del monolito de la CGT a su sitio original en la Alameda o los cambios del consejo rector de la Fundación Casas Viejas 1933. Además de la incorporación a la vida social local y nacional de la editorial Beceuve que ya ha tenido dos iniciativas de las que marcan camino.
A la vez siguen estancadas algunas cuestiones que, de tener camino libre, ayudarían no poco a consolidar la vida cultural y social de una población que cuenta con el enorme patrimonio de tener materiales e iniciativas ciudadanas que despiertan la envidia de otras muchas. Una de ellas es el funcionamiento de la fundación. Un instrumento que, casi tres lustros después de su creación, funciona por respiración asistida de la que sólo sale puntualmente, en especial en enero. Su página web hace más de una década que no se mueve para nada. En su momento, frente a la privatización que se buscaba, que fuera un ente público la convertía en un posible instrumento de primer orden. Otra es la declaración de los lugares de los sucesos como Bien de Interés Cultural. Un proyecto pionero en no pocos aspectos que se remonta a más de diez años también y que se ha ido estancando en las covachuelas administrativas, tanto del PSOE como PP-C´S. Quizás algún día nos enteraremos de por qué, hasta por tres veces, el trámite se ha desvanecido como el Guadiana.
Dicen que dijo su “Excremencia”, como decía Vázquez de Sóla, cuando el coche de su presidente de gobierno voló, que no hay mal que por bien no venga. Este viejo refrán castellano puede servirnos hoy, no de la forma cínica como el dictador, para situarnos en la actual situación. La ausencia de Salus es irreparable pero no puede servirnos de excusa para no ser capaces de continuar la senda que señaló. Tenemos una responsabilidad personal y colectiva para que la ruta iniciada no sólo se mantenga sino que alcance objetivos previstos y se abran otros nuevos.
Durante estos días se han oído diversas propuestas que, pienso, merecen no caer en el olvido. Como la que hay que dar un relevo generacional. Cantera hay y debe abandonar la retaguardia para, paulatinamente, ir ocupando la primera línea (con perdón). Otra es la de que la Fundación se convierta en la herramienta para la que nació. Se articule, actúe, busque financiación, etc. Fruto institucional y de la iniciativa ciudadana debe ser el instrumento útil en el que muchos pensamos. No por difícil debemos pensar que es imposible.
Lo ocurrido durante estos últimos tres lustros en Casas Viejas ha sido protagonizado en gran parte por la iniciativa ciudadana. No es poca cosa que eso haya sucedido en un país en el que la desconfianza es total hacia todo lo que no sea controlado por los organismos que se atribuyen la exclusividad de la acción pública. No podemos dejarlo perder. Se lo debemos a Salus.