Hace más de un mes que se suspendieron las clases en todas las aulas de Andalucía. Desde el Ministerio de Educación y desde la Consejería de Educación se ha ido afirmando, una y otra vez, que el curso seguiría su marcha de forma telemática. En este sentido se ha presionado a la comunidad educativa intentando vender, a través de sus distintos voceros, que la escuela no se paraba y que había que seguir trabajando desde casa y que cada uno tenía que seguir en sus puestos aunque estos no tuvieran nada que ver con los de antes. La administración se ha portado de una forma irresponsable teniendo en cuenta la gravedad de la situación que estamos pasando a raíz de la emergencia ocasionada por el coronavirus.
Que vivimos en una sociedad estructuralmente injusta que deja al margen a una parte muy importante de las personas, es evidente. Las situaciones de vulnerabilidad y exclusión en nuestra tierra se pueden analizar desde muchos puntos de vistas: infraviviendas, salarios de miseria, falta de lo básico para poder vivir, etc. Las causas de la exclusión, aunque son variadas, tienen en común la miseria que genera el capitalismo que nos rodea. Ahora se puede ver de forma palmaria en el ámbito educativo cuando se quiere seguir el proceso de enseñanza-aprendizaje desde unas casas que no reúnen las condiciones mínimas para poder vivir. Parece insensato, en un estado de alarma y con toda España confinada en sus casas, pedir que siga el curso escolar porque muchas familias no tienen acceso, a día de hoy, a los mínimos vitales que le permitan su subsistencia, viven hacinadas en infraviviendas con una situación de estrés difícilmente imaginables para quienes están al frente de las administraciones y firman los decretos. Lejos les queda el acceso a internet, la brecha digital, una brecha más en una sociedad segregada, es evidente. Una cosa es tener un móvil con datos y otra muy distinta tener las condiciones óptimas para poder estudiar desde casa.
Es irresponsable meter presión y desasosiego en los hogares y es doblemente irresponsable hacerlo en los hogares que peor lo están pasando. Los únicos mensajes que deberían de recibir las personas en exclusión son que se ha aprobado la renta básica universal y que ya pueden cobrarla y que no se preocupen por los suministros básicos porque nadie se los va a cortar. Está claro que la empatía nunca ha sido una cualidad de quienes nos gobiernan prueba de ello es el mantra de que el coronavirus nos afecta a todas las personas por igual, ¿de verdad se lo creen? ¿afecta igual a las personas mayores que, en muchos casos, hemos abandonado en residencias cuyo único objetivo era el lucro que a las que han estado cuidadas y atendidas?, ¿afecta igual el coronavirus a quien dispone de una vivienda con todos los extras que a quienes viven en la calle o en un asentamiento chabolista sin, entre otras cosas, agua potable? Ya se han publicado suficientes datos para responder a estas y otras preguntas similares.
De todas formas, y sabiendo que en frente hay una pared, es necesario hacer una llamada a la responsabilidad colectiva de quienes nos gobiernan y pedir que se dé por terminado el curso escolar y un aprobado general. La escuela de toda la vida, tan necesaria para las personas vulnerables y en exclusión, deja de ser un oasis de normalidad, igualdad y oportunidades para convertirse en la “escuela online”, la de quienes tienen las necesidades cubiertas y pueden desde su cuarto, su ordenador y su internet seguir aprendiendo. Pero en un estado que se define como social, democrático y de derecho nadie debería quedar atrás. Es la hora de parar en lo académico, cerrar la escuela online y pensar de cara al curso próximo en cómo poner los medios necesarios para que el derecho a la educación sea un derecho para todo el alumnado y no el privilegio de una parte de la sociedad que tiene los medios vitales y técnicos necesarios.
¿Qué intereses hay detrás de quienes toman las decisiones para que, con el estado de alarma y con la población en casa, no se pueda dar por terminado el curso y dar un aprobado general? Cerrar la escuela online es de justicia. Sería un problema menos para quienes viven en la exclusión aunque sea un problema más para las familias que lo tienen todo, hasta una escuela online en tiempos de pandemia.