Algarbía en Transición. Reiniciando sistema

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“Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

George Orwell, de su novela 1984

 

Tengo una nueva familia, sí, aparte de la de sangre. Una especie de tribu, una unión de seres humanos alrededor de un objetivo común: el crecimiento sustentable de la economía local en varias comarcas malagueñas, concretamente en las zonas del Valle del Guadalhorce, la Sierra de las Nieves, la Axarquía y la Costa del Sol. Esta comunidad de referencia a la que pertenezco, cuya unidad de intercambio de productos y servicios de toda índole es la moneda social complementaria “el algarbe” (1 algarbe=1 euro), está ofreciendo herramientas de crédito mutuo y de resiliencia a muchos miembros que, arrastrados implacablemente por una situación de bloqueo económico de la clase trabajadora en el bizarro contexto de una pandemia global, se ven abocados a reinventarse, a descubrir nuevos caminos hacia la supervivencia económica que transitan por la idea de decrecimiento, de volver a los usos y costumbres de tiempos pretéritos en los que, no por menos complicados, ganarse la vida humilde y coherentemente con nuestro entorno, podía resultar incluso más simple, y por descontado, mucho más humano y hermoso que los intrincados esquemas que actualmente nos propone este sistema insensible y depredador. Volver a la tierra, al modo de vida jornalero, campesino, que ofrece a su comunidad los frutos naturales y de cercanía de su tierra, el fruto de su talento o de su trabajo, sosteniendo un estrecho contacto con su entorno, alimentando una conexión más profunda con la vida que fluye alrededor, cuidando esta vida por encima de todas las cosas.

Con esta ilusión llegué a la comunidad algarbiana malagueña, buscando no sólo el intercambio de bienes, servicios y de conocimientos, sino también el calor humano y un cambio de paradigma que se me antoja necesario para la evolución humana, extrapolado a lo local. Esta comunidad, que funciona a través de una app móvil, incluye la organización y celebración de mercados sociales de corte campesino, donde el trueque se materializa a través de esta moneda de crédito mutuo y desde una relación de confianza entre las partes que refuerza y ayuda a fortalecer a la propia comunidad. Nos cuidamos unos a otros, nos hacemos favores, se crean lazos de amistad que se hacen más estrechos con el tiempo y con el contacto, casi como una gran familia, lo cual, frente al individualismo cada día más imperante y la alienación acrecentada, programada socialmente y prácticamente impuesta, resulta ser todo un bálsamo para las heridas que nos hacen más humanos, una terapia de sanación de las mismas, una resistencia natural a abandonar lo que más nos identifica como especie, lo único que siempre ha conseguido que salgamos a flote desde la adversidad: la empatía, la solidaridad, el apoyo mutuo, la pertenencia al grupo, a la familia, a la tribu…

 

Además, utilizamos el algarbe para los actos más sencillos pero al mismo tiempo más indispensables para nuestras rutinas diarias: recoger una compra, acompañar a alguien que lo necesite, trasladar a alguien o a algo, cuidar ancianos, niños o a la mascota de la vecina; los cuidados, tan cruciales en nuestras vidas, y cualquier necesidad que pueda surgir, permitiéndonos conseguir con ello una renta complementaria que después podremos intercambiar por numerosos productos y servicios como bebidas y comidas preparadas, frutas y verduras ecológicas, semillas y plantas, artículos de casa o de jardín, de deporte, libros, trabajos de agricultura o de albañilería, pintura, electricidad o fontanería, aperos y maquinaria, alquileres, contratación de actividades tales como shows artísticos, poder pagar en algarbes talleres, conciertos, una habitación de hotel, un trabajo de arte o de diseño, de negocios o de gestión, de informática o de electrónica, de mecánica, de servicio al cliente, de educación, de recursos humanos, un servicio sanitario o estético, cualquier tipo de terapia alternativa y mucho más, todo lo que quepa en nuestra imaginación se hace posible siempre que la comunidad consiga retroalimentarse y sostenerse en el tiempo para crecer y cubrir cada día más y mejor, cada vez en más porcentaje, sus mutuas necesidades ya sean particulares o comunitarias, las del día a día y también las extraordinarias, pudiendo participar en la comunidad particulares, autónomos, empresas y organizaciones de los municipios que componen la región siempre y cuando acepten pagos y cobros en algarbes.

Aunque en Andalucía ya tenemos muchas iniciativas parecidas, algunas incluso con bastante proyección en el tiempo (el puma del Pumarejo sevillano, el zoquito gaditano, el chavico granadino, etc), esta es una invitación personal a la creación en Andalucía de divisas complementarias como vía de protección de las economías locales ante crisis globales como la que estamos inmersos actualmente, monedas creadas al margen del dinero oficial que fomenten proyectos de ámbito social y ambiental, a escala local. A diferencia del dinero, la acumulación de este tipo de monedas no tiene sentido porque no generan intereses, su función es ir de la mano de la producción y no de la especulación, promoviendo así economías trasformadoras en las que el crédito circula creando riqueza y resiliencia en el propio territorio, enfrentando la exclusión y las desigualdades sociales.  También de esta manera logramos aumentar la autoestima y la autoconfianza de nuestra gente, que comprueba lo que es capaz de hacer y de producir , despertando un sentimiento de unión a la comunidad y de capacidad de llevar a cabo acciones beneficiosas para la misma, elementos emocionales necesarios en una sociedad tan fragmentada, donde tratan de hacernos creer culpables de nuestros propios fracasos en la vida, proponiéndonos superestructuras rígidas y poco realistas que desprecian el apoyo y el cuidado mutuo, aislándonos de otros miembros importantes o comunidades de nuestra propia especie y de otras especies, construyendo una separación social ficticia que, al final, beneficia a unos pocos y a los demás nos perjudica gravemente.

Animo desde aquí a la organización local para un proceso de creación de nuevas monedas locales o unión a monedas sociales existentes en cada zona, como es en mi caso el algarbe de la comunidad malagueña Algarbía en Transición, a través de procesos participativos en formación de redes de apoyo mutuo, apoyándonos en herramientas telemáticas como apps de fácil uso, (tecnología y decrecimiento pueden ser aliados), que nos permitan comprar y vender, tener una cartera virtual y al mismo tiempo manejar toda la información necesaria, que faciliten la organización y participación en mercadillos, talleres, eventos culturales, bolsas de trabajo, cajas de resistencia y cualquier actividad encaminada a transformar la actividad de cada individuo en trabajo remunerado, para redistribuir la riqueza, cubrir las necesidades reales de la población local, recuperar soberanía, la propia y la colectiva, y, sobre todo, dejar de ser tan dependientes de las decisiones políticas y sociales que favorecen a todos, menos a nosotras y a nosotros, la gente común. Menos aún, a las generaciones venideras, a las que nos debemos.