En 1982, hace 40 años, un grupo de arqueólogos, dirigidos por Josep Gibert, encontró el conocido como Hombre de Orce, al norte de la provincia de Granada. Era un fragmento de cráneo al que bautizaron con el nombre de VM-0. A partir de ese momento, el profesor Gibert apostó por Orce y por demostrar que en esta zona hubo presencia humana mucho antes de lo que se creía. Pero también era consciente de las grandes polémicas provocadas en el pasado por este tipo de hallazgos paleoantropológicos.
Por eso, hizo que el trozo craneal fuera examinado por expertos, como el catedrático de paleontología Miguel Crusafont, que avaló la hominidad del fósil y le animó a seguir investigando. O el doctor Peter Andrews, especialista en primates del Britich Museum of Natural History, que también le dio la razón y le aconsejó la publicación de su hallazgo en una revista científica de prestigio internacional. Finalmente, fue la revista Paleontología i Evolució la que presentó a la comunidad científica al Hombre de Orce, en un artículo firmado por los arqueólogos Josep Gibert, Jorge Agustí y Salvador Moya.
El artículo tuvo gran repercusión, pues el trozo craneal encontrado en Venta Micena se presentaba como el primer resto de homínido, con 1.6 millones de años, aparecido fuera de África. Esto suponía que la migración de homínidos, desde el continente africano hasta la península ibérica, pudo entrar por el Estrecho de Gibraltar, antes que por los Pirineos. Una teoría que chocaba frontalmente con los estudios sobre la colonización de Europa por el hombre, avalados hasta entonces por el establishment científico.
Y llegó la polémica
Y un año después, en 1983, llegó la polémica. El antropólogo francés Henri De Lumley, que había apoyado en principio a Gibert, observó una cresta en la cara interna de la calota craneal, que le hizo cambiar de opinión. Ahora cuestionaba sin paliativos la naturaleza homínida del cráneo de Orce. De Lumley dictó una sentencia contundente, pues llegaba a la conclusión de que el trozo craneal pertenecía a un équido y le pedía a Josep Gibert que desmintiera en rueda de prensa la hominidad del fósil. Pero Gibert no lo hizo y se atrevió a desafiar, nada menos, que a uno de los gurús más influyentes de la paleontropología oficial. A partir de ese momento, abrió nuevas vías de investigación que le permitieran avalar el origen homínido del VM-0.
El equipo de Josep Gibert llegó a publicar 20 artículos en revistas internacionales y tres monografías, con más de 50 trabajos de investigación, que defendían la hominidad del cráneo de Orce. Es más, en 1995, Gibert puso a Orce en el mapa mundial, cuando organizó en este pequeño municipio, con poco más de 1.000 habitantes, un Congreso Internacional de Paleontología Humana al que asistieron 300 especialistas de 18 países, que le dieron su apoyo. Entre los asistentes, destacaba el profesor sudafricano Philip Tobias, descubridor del Homo hábilis y tres veces nominado al Premio Nobel. Después de examinar el fósil, Tobias también apoyó a Gibert.
Proteínas humanas en el cráneo de Orce
Uno de los momentos decisivos del Congreso se produjo cuando el neurocirujano Domingo Campillo presentó los resultados de su estudio anatómico, mediante radiografías y TAC. Campillo mostró cráneos humanos con anatomías idénticas al VM-0. Y lo más importante, sus observaciones coincidían con los análisis de dos estudios inmunológicos. Uno realizado por los investigadores Enrique García Olivares y Concha Borja, en el laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Medicina de Granada. Y otro, por el inmunólogo de reconocido prestigio internacional, J.M. Lowenstein, de la Universidad de Berkeley, en Estados Unidos. Ambos estudios habían detectado proteínas humanas en el cráneo de Orce. Por tanto, dos vías de investigación diferentes, la anatómica y la bioquímica, habían llegado al mismo resultado: el VM-0 era de origen homínido. Años después, encontraron dos fragmentos de húmero humano, también en Venta Micena, y un diente en el yacimiento de Barranco León. Sin olvidar la numerosa industria lítica encontrada por los arqueólogos, lo que hacía incuestionable la presencia de homínidos en la cuenca de Guadix-Baza.
A pesar de los apoyos recibidos, a Josep Gibert le hicieron la vida imposible. Le negaron durante años los permisos para seguir excavando y, lo peor de todo, intentaron manchar su honorabilidad, acusándolo de falta de rigor y de expolio arqueológico. La prensa sensacionalista, haciendo chistes fáciles sobre el “asno de Orce”, tampoco ayudó. En éste contexto hostil, llegaron las deserciones de algunos colaboradores de Gibert, que no soportaron la presión política y mediática y acabaron renegando del homínido de Orce. Y para colmo, al polémico trozo craneal le salió un competidor en Atapuerca. Los cráneos hallados en este yacimiento burgalés eran completos y con estructuras anatómicas bien definidas, pero con una antigüedad que no superaba los 500.000 años. A pesar de todo, Atapuerca consiguió eclipsar a Orce, llevándose el foco mediático y el apoyo oficial, es decir, subvenciones millonarias. En estos momentos, los paleoantropólogos de Atapuerca han desembarcado en los yacimientos de Orce y han realizado varias campañas de excavación en Barranco León y en Fuente Nueva, pero ninguna en el célebre corte 3 de Venta Micena. Y la pregunta es: ¿Por qué no siguen excavando en el corte 3, justo donde el equipo de Gibert encontró, en 1982, el homínido de Orce?
Josep Gibert, hijo adoptivo de Orce
El propio Gibert nos dice en sus memorias: “Controlar la polémica, cuando sobrepasa el ambiente científico, es muy difícil. Desgraciadamente, siempre tienen la última palabra los medios de comunicación o las noticias de los telediarios, que prevalecen sobre los artículos científicos”. La polémica hizo daño, reconoce Luis Gibert, que, con sólo 13 años, acompañaba a su padre en esta aventura arqueológica. No obstante, Orce ha hecho justicia al descubridor del controvertido homínido, pues 40 años después, Josep Gibert ha sido reconocido como hijo adoptivo de este municipio del altiplano granadino y el museo dedicado a los primeros pobladores de Europa lleva su nombre.
Por cierto, la última vez que visité este museo, observé que la maqueta del tigre dientes de sable y el colmillo fosilizado de un mamut están muy destacados. En cambio, el célebre fósil VM-0 se encuentra en una vitrina poco relevante. En realidad, sólo podemos ver una copia del trozo craneal, pues el original está guardado por motivos de seguridad. El museo no dispone de ningún cartel informativo sobre la importancia del VM-0 en la historia de la Paleontología Humana, ni sobre el Congreso Internacional de 1995, que puso a Orce en el mapa. Ya han pasado 40 años y estamos pendientes de la próxima campaña arqueológica. Esperemos que algún día vuelvan a excavar en el corte 3 de Venta Micena.