Un Erasmus para ni-nis

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"Eterna juventud, Dorian Grey". Ernest Descals.

En Andalucía, una de cada tres personas de entre 25 y 34 años (me niego a llamar joven a un señor o señora de 34 años) carece de estudios de secundaria post-obligatoria y no tiene empleo. Son los que comúnmente se denominan ni-nis (ni estudian, ni trabajan). No cabe duda de que una economía extractivista y turistificada (minería, agricultura intensiva, hostelería y servicios turísticos) no favorece la existencia de empleos estables y cualificados, sino que más bien precisa una mano de obra estacional, mal remunerada, con pésimas condiciones laborales y sin cualificación. Tan poco ayuda a estas personas el contexto socio-cultural en que vivimos con un individualismo extremo, brutal consumismo, hedonismo sin límites e idealización de una juventud que cada vez abarca más años. La búsqueda del placer individual a toda costa, la inexistencia de una cultura del esfuerzo, de límites o de disciplina juegan en contra. La ausencia, en definitiva, de sentimiento de pertenencia a una comunidad, en la que se tienen derechos pero también obligaciones y una responsabilidad con respecto a los demás miembros de la misma lo hace todo complicado. Pero junto a factores estructurales del medio, no podemos ignorar la responsabilidad individual de muchos de los implicados, a los que con frecuencia se les disculpa.

Buena parte de la izquierda progre que nos ha tocado en desgracia, quizás por un efecto pendular consecuencia de décadas de represión dictatorial, ven con buenos ojos la holganza juvenil y, o bien la achacan a factores estructurales, o bien rechazan todo atisbo de autoridad, orden y disciplina. Así surgen ideas descabelladas como pasar de curso e incluso obtener títulos académicos sin necesidad de aprobar. O proponer como alternativas a las molestas e insalubres botellonas actividades de ocio como talleres de graffitis o apertura nocturna de centros cívicos. Y todo porque no se quieren encarar los problemas y dejar claro que para para pasar de curso hay que aprobar y para aprobar hay que estudiar, y que eso no tiene porque ser divertido; o que no se pueden ensuciar las calles ni molestar a los vecinos, con independencia de que haya o no actividades alternativas de ocio.

La última de las ocurrencias en este sentido la tuvo hace unos días Ursula von der Leyen, la presidenta de ese remedo de gobierno europeo que no eligen los ciudadanos: “crear una especie de programa Erasmus para que aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan puedan tener un empleo temporal en otro Estado miembro. Esto es: ver mundo, abrir miras, probar otra cosa. Europa necesita a toda su juventud”. De nuevo deificamos a la juventud y los viajes, la eximimos de toda responsabilidad y no le exigimos nada. Le ofrecemos la posibilidad de viajar a ver si así se motivan un poco, y un trabajo precario (no sé qué trabajo va a conseguir un joven andaluz sin formación en Amsterdam, por ejemplo).

Lo triste es que junto a ese tercio de personas que ni estudian ni trabajan, hay dos tercios que sí lo hacen. Hay gente que se esfuerza, que lucha por mejorar sus condiciones y la de los demás. Gente que entiende que es posible cambiar la sociedad y que es una responsabilidad intentarlo. Muchas son migrantes que trabajan como mulas, cotizando, pagando impuestos y combatiendo la precariedad. Me parece tremendamente injusto la displicencia que se tiene con quienes no les da la gana de hacer nada, amparados por el manto familiar, y desconocen cualquier comportamiento solidario o empático con el entorno y la comunidad a la que pertenecen.

Antes que un Erasmus para ni-nis, como propone la señora presidenta de la Comisión Europea, yo establecería un Servicio Civil Obligatorio. Alejado de pretensiones militares o patrioteras que nada aportan, serviría para educar a todos los jóvenes en valores de disciplina, vida comunitaria y esfuerzo. Durante varios meses estas personas aprenderían a limpiar el monte, las calles, las márgenes de ríos y las playas; asistirían a personas necesitadas en asentamientos de temporeros y chabolistas; recibirían formación en primeros auxilios, manejo de situaciones de emergencia y catástrofes; aprenderían nociones básicas de agricultura, ecología, responsabilidad social y democracia ciudadana. En definitiva, tomarían contacto con su comunidad y conocerían que son parte de la misma y que no pueden evadir su responsabilidad. Todas las personas tendrían la obligación de prestar este servicio civil con independencia de su condición económica y social. Naturalmente, no espero que esta medida se lleve nunca a cabo porque la derecha lo verá como un ataque a la libertad individual, mientras que la izquierda progre la tachará de fascista y autoritaria. Por tanto, buen viaje Erasmus ni-nis…