Si te dijera, amor mío
Que temo a la madrugada
No sé qué estrellas son estas
Que hieren como amenazas
Ni sé qué sangra la Luna
Al filo de su guadaña
18 de julio de 1936. A las dos de la tarde se subleva contra el Gobierno un amplio sector del ejército. Sobre las ocho de la tarde José M.ª Varela, gobernador civil de Sevilla, se rinde telefónicamente a Queipo de Llano. Durante esos primeros días del golpe fascista asesinaron a miles de personas.
2 de agosto de 1936. La Casa de la Alegría (Dar al-Farah) respiraba fiesta. La familia celebraba el santo de María de los Ángeles, la segunda de los cuatro hijos de Blas Infante. El padre acababa de cumplir 51 años, ella solo contaba con seis. Seguramente, mientras comían los dulces preparados por Rosario Delgado, que servía a la casa y era una más de la familia, se darían algún que otro chapuzón en la alberca bajo la atenta mirada de la madre, Angustias García Parias. Entre tanto, por la colina de la casa subieron los malos augurios: unos hombres desconocidos, comandados por el sargento Crespo, vestidos con camisas y gorros azules, armados y en actitud amenazante irrumpen aguando la festividad de María de los Ángeles. Detuvieron a Blas Infante. La familia con el alma en vilo se queda aterrorizada.
2 al 10 de agosto de 1936. Mientras Blas Infante es conducido a Coria, Angustias, junto con Rosario, coge a sus cuatro hijos y marcha a Sevilla para hablar con su tío Pedro Parias, nombrado gobernador civil tras el golpe de Estado. De nada sirvieron sus súplicas, ni humillaciones. A él lo condujeron al cuartelillo de Falange de Sevilla hasta que fue trasladado a los cines Jáuregui, habilitados como cárcel. Angustias no dejó de visitarlo un solo día desde que fue detenido. Mientras tanto ella va muriendo en vida. Entre el 8 y el 9 de agosto, Blas Infante sabe que no tiene salvación, que lo van a matar. Se quita su reloj, la alianza de su boda con Angustias y una pluma estilográfica y se lo entrega al procurador José Martínez Luna, el único conocido que entraba en la cárcel, para que se lo haga llegar a la familia. Fue su manera de despedirse ante el trágico final.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
10-11 de agosto de 1936. Después de ocho días detenido, sobre las 11 de la noche del 10 de agosto, según un testimonio, Blas Infante se acostó a dormir. No pasó ni una hora cuando lo llamaron para ser trasladado en una camioneta, acompañado por Emilio Barbero, concejal, Fermín Rayas, funcionario y secretario de la masonería en Andalucía, Manuel Barrios, diputado, y José González de la Bandera, médico y alcalde de Sevilla entre 1931 y 1933. Todos serían ejecutados en la Hacienda de Hernán Cebolla o de la Gota de Leche, situada en el kilómetro cuatro de la carretera de Carmona. Según un testigo Blas Infante gritó dos veces ¡Viva Andalucía Libre!, justo antes de que las balas lo callasen para siempre, no a su grito.
Presiento que tras la noche
Vendrá la noche más larga
Quiero que no me abandones
Amor mío, al alba
Al alba, al alba
Al alba, al alba
11 de agosto de 1936. El cuerpo sin vida de Blas Infante es arrojado en la fosa común de Pico Reja, la más grande de España, en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Allí sigue para vergüenza del Estado y Administración andaluza. Como todos los días, Angustias se monta en el tranvía en Coria del Río para llevarle su cestita de comida a su marido. Vuelve con la cesta llena y el alma vacía: “Ya no tiene que dejar nada”, le dice a bocajarro el carcelero que vigila la puerta del antiguo cine. Angustias en su mar de tristeza, desgarrada por la tragedia, criará a sus cuatro hijos, guardará la bandera verdiblanca creada por el mártir de la causa andalucista y conservará el azulejo del escudo de Andalucía que Blas Infante puso en la puerta principal de la casa.
Miles de buitres callados
Van extendiendo sus alas
¿No te destroza, amor mío
Esta silenciosa danza?
¡Maldito baile de muertos!
Pólvora de la mañana
4 de mayo de 1940. Una sentencia del Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas justificó el asesinato de Blas Infante condenándolo por haber formado parte “(…) de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y significándose como propagandista de un partido andalucista”. Está más que demostrado que Blas Infante nunca aspiró a convertir su movimiento en un partido político, de ahí lo paradójico del argumento de la burda sentencia, sin garantías jurídicas y de carácter retroactivo, justificando el bando golpista. Blas Infante, más allá de ser un pacífico ciudadano, una buena persona, demócrata y un republicano profundamente convencido, fue un andaluz comprometido que luchó por una Andalucía Libre de todo tipo de injusticias: por eso le asesinaron.
4 de abril de 2024. María de los Ángeles realizó su viaje a “La Otra Orilla del Río de la Vida”. Me complace imaginar el reencuentro con su padre, celebrando con él, después de ochenta y ocho años, todas las onomásticas que su vil asesinato impidió, fundidos en un abrazo infinito, mostrándole emocionada y orgullosa, allá donde se encuentren, la bella casa de la Fundación del Padre de la Patria Andaluza, por la que se desvivió.
En este acto memorialista me acompaña mi familia, destacando mis dos nietos, Nabil y Karim de 5 y 3 tres años. Mi intención es que desde pequeñitos vayan escuchando y aprendiendo lo que la escuela debería enseñarles, y mucho me temo que siga sin hacerlo. Una de las grandes asignaturas pendientes de la educación en Andalucía es no tener el curriculum adecuado para difundir y aprender nuestra gran historia, por la que las andaluzas y andaluces nos sintamos un pueblo orgulloso con el derecho de trabajar por su presente y decidir su futuro. Una educación que enseñe nuestra historia, la historia del pueblo andaluz. Es un derecho que mis nietos, y todos los niños de Andalucía, la aprendan en el colegio, instituto, universidad.
Mis queridos Nabil y Karim, sabéis que no me gustan las armas, ni que juguéis con armas de juguete. Las armas sirven para matar o asesinar, lo contrario a la vida. Las balas encarnan la más terrible maldad, el fracaso de la sociedad. Matan el cariño, la justicia, el cuidado, la igualdad, los derechos humanos, la fe en sentirnos pueblo, sentirnos nación.
Lo contrario a las armas es soñar con un mundo en paz, donde no mueran más niños como vosotros, ni más personas. Blas Infante fue una persona pacífica, tolerante, dialogante, sin pretender imponer sus ideas a nadie. Por ser profeta de la justicia, de la fraternidad y de la paz fue perseguido hasta ser aniquilado.
Blas Infante soñaba pensando y sintiendo. Sentía los dolores de su pueblo y pensaba en cómo solucionarlos. Blas Infante soñaba con una Andalucía libre de miserias para la dignificación de todos los hombres y mujeres que la habitan.
Blas Infante soñaba con una sociedad andaluza y universal donde el poder, el dinero y el prestigio no fuesen sus coordenadas. Frente al todo poderoso, el poder del pueblo. Frente al dinero, a la codicia de poseer, la distribución equitativa, la economía no excluyente, el compartir y la solidaridad. Frente al prestigio del que se siente poderoso y rico, la educación pública que educa en la autoestima para que no haya desigualdades, nos enseña lo que somos a través de nuestra historia y nos educa en los valores de los derechos humanos.
Blas Infante soñaba con una nación libre y justa, acogedora y mestiza como corresponde a su legado histórico. Para Infante Andalucía no tiene extranjeros, todas las personas son bienvenidas. Mis nietos son fruto de ello, del mestizaje, de la hermosa mezcla confluyente de las dos orillas del Mediterráneo, el mar donde os bañáis y disfrutáis. El mar de la cultura y de la vida, no de la muerte y la violación constante de los derechos humanos. Hoy se ha hecho del fenómeno migratorio el tablero del juego político: elecciones europeas, francesas… En cada una avanza el populismo de la extrema derecha, fuerzas negacionistas de “otro mundo es posible”, asustando con razones económicas falsas: las personas migrantes acaparan las ayudas sociales, colapsan la sanidad, quitan el trabajo, delinquen y violan y, lo peor, hacen perder la identidad, el sentimiento de pertenencia. Este pensamiento dominante convierte las utopías en quimeras y los derechos humanos en amenazas. Como hubiera dicho el padre de la Matria andaluza, la anomalía no es el fenómeno migratorio, absolutamente natural, sino pretender reprimirlo y eliminarlo.
Precisamente hace un siglo, Blas Infante viajó a Marruecos para reencontrarse con nuestra cultura andalusí y visitar la tumba de al-Mutamid, el período de mayor esplendor de Andalucía. En sus visitas por la península anhelaba una Andalucía confederada con las otras naciones de la Iberia, otro de sus sueños. Viajó por Portugal, a Galicia donde contactó con Antón Villar Ponte, uno de los padres del galleguismo junto a Castelao. Ambos coincidían en montar una República Federal, fomentando las nacionalidades. En Cataluña fue muy elogiado y tuvo una buena relación con Cambó y, posteriormente con Companys, al que visitó en la cárcel del Puerto. Para Infante el problema de España no estaba con Cataluña o Euzkadi, sino en el poder central que trata a Andalucía, desde hace siglos, como una colonia interna: extrayendo sus recursos económicos y humanos para beneficio ajeno; apropiándose de nuestras expresiones culturales para crear “la marca España”, vaciándola de su potenciar liberador. Los partidos que tienen su centro en Madrid utilizan los votos de nuestra tierra a conveniencia, sin poner por delante un interés prioritario por Andalucía.
Blas Infante soñaba con la liberación de los pobres. Optó por las tristes lágrimas de las familias jornaleras, por las que luchó para que heredasen la tierra. Descubrió que de cada llanto resuenan todos los llantos de la humanidad. Trabajó por los que tienen hambre y sed de justicia. Apostaba por una tierra trabajada por el pueblo, denunciando que la tierra que alimenta está en manos de unos pocos. Apostó por una agricultura basada en la cercanía que da la seguridad alimentaria, el acceso a los alimentos. Y no solo eso, también apostó por la soberanía alimentaria en manos del pueblo ya que lo contrario genera empobrecimiento y dependencia de los intereses exteriores, políticos o económicos.
Concluyendo, podemos afirmar que Blas Infante fue un bienaventurado, su vida es una biografía de la luz. Tomó conciencia de la luz, fuente del amor, de las entrañas, de lo mejor del ser humano, del ser por encima del tener. Las personas luminosas y pacíficas son toleradas solo cuando no hacen ruido. Si hablan, denuncian, reivindican, hacen de la vida una poesía son calumniados, vejados, asesinados. Él se mantuvo en sus ideas hasta el momento de su asesinato como mejor prueba de su dignidad personal. Profeta de la nueva humanidad, de otro mundo posible. Fue alegre, vio la realidad y lloró sin quedarse paralizado, atravesó sus sombras y se hizo luz, compasión con la humanidad.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella (la libertad) pondrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñaran aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida;
porque soy como el árbol talado que retoño:
aún tengo la vida.