De aquellos polvos, estos lodos

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Manuel Chaves con la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stewart, en febrero de 2006. La Junta de Andalucía le otorgó la Medalla de Andalucía y fue nombrada Hija Predilecta de Andalucía.

Hoy muchos autodefinidos de “progresistas” se lamentan de la “derechización” del electorado andaluz, con el resultado del advenimiento, en lo que algunos llegan a calificar de “reconquista”, de un gobierno de ”derechas” en un territorio donde, en los cortos periodos de democracia formal, anteriores a la segunda restauración borbónica, y a lo largo de todo el periodo que llevamos de la misma, siempre fue mayoritario el voto de “izquierdas”. De dicho lamento participan, en gran medida, personas que directa (PSOE) o indirectamente (PA, IU), han ejercido o apoyado el ejercicio del poder por parte del partido hegemónico en Andalucía desde 1982, habiendo contribuido, por tanto, a la conformación y reproducción de un auténtico régimen clientelar. Régimen que, tras más de 35 años de vigencia, va a empezar a resquebrajarse a partir de 2008, como consecuencia principalmente de la disminución de los recursos disponibles para su mantenimiento como efecto los recortes en la financiación del denominado “estado del bienestar”, perpetrados con el pretexto de la aplicación de políticas de “austeridad” para hacer frente a la crisis financiera y de la deuda soberana del estado español.

Este régimen clientelar no cae del cielo. Sus raíces se encuentran en la continuidad de lo que se ha dado en denominar “franquismo sociológico”, que, al igual que otros de los elementos constitutivos de la dictadura instaurada por el general Franco (poderes militar y bancario, alianza del estado y la iglesia católica,..) no se verán afectados por la denominada “transición democrática”. La falta de un proceso constituyente, no sólo de ruptura político institucional, sino también de deposición de los “grupos fácticos” que controlaban el poder y el entramado que los sostenía, favoreció el mantenimiento de “valores” y formas de comportamiento social que habían servido de sustento al franquismo político y que este había favorecido. Aunque los principales protagonistas de estos “valores” y formas de comportamiento serán los integrantes de los grupos de poder aliados del régimen franquista, no es menos cierto que los mismos se extendieron en amplias capas medias de la población española y andaluza, en crecimiento como resultado del desarrollismo de los años 60 y 70. El aprovechamiento de los grandes déficits de las administraciones y la apropiación de los fondos públicos para el enriquecimiento personal (con el argumento de que “no seas tonto, si no lo haces tú lo va hacer otro”),  o la búsqueda de soluciones de los problemas y necesidades particulares a través de la utilización de las relaciones personales (enchufismo), sobre la base de una ficción de reciprocidad, son algunos de los componentes de un sistema de corruptelas y clientelismos que va a calar muy profundamente en muchos sectores de la sociedad.

En Andalucía, tras la “instauración de la democracia”, este sustrato franquista servirá para la extensión del régimen clientelar del PSOE que integrará a muchos de los que hasta días antes hacían profesión de lealtad al dictador y se van a pasar con armas y bagajes al nuevo poder; pero también se extenderá, y eso lo hace especialmente abyecto, a otros sectores populares y obreros a través del asistencialismo, la política de subsidios y otros mecanismos para, bajo la falacia de la defensa de los trabajadores y las capas más humilde de la población, comprar voluntades y apoyo electoral durante décadas, apropiándose de la referencia de personificación de la izquierda frente a la derecha.

Ello correrá paralelo a la acción desarticuladora ejercida sobre los movimientos socio-políticos que habían desarrollado las principales luchas contra el franquismo (movimiento obrero, movimiento vecinal) mediante la captación de sus líderes o la marginalización de sus participantes.  Papel fundamental en la conformación de este régimen tendrá la operación de alienación cultural y de anulación de la memoria colectiva, no solo en pos del socavamiento de la conciencia de identidad como pueblo y las raíces de la idiosincrasia social y política,  de Andalucía, sobre los que se sustenta su condición como sujeto político, sino como vehículos para la difusión de los valores individualista y consumistas generadores de anomia que es la que interesa al poder para el “buen” funcionamiento de un régimen populista clientelar. A ello contribuirán decisivamente el sistema educativo y su puesta al servicio del mercado, y la utilización de los medios públicos de comunicación, como la RTVA, con su función enajenadora de la realidad en la que vive la mayor parte de los andaluces mediante el “soma” de la banalidad, la sensiblería y la dictadura de lo populachero, presentado mistificadamente como lo popular.

La consecuencia de todo este polvo acumulado es el lodo del conservadurismo y la “derechización populista” que hoy se hace palpable electoralmente, pero que viene amasándose por parte de los que se han beneficiado del régimen clientelas neofranqusita. Ellos son los responsables no solo no de no haber desmontado el franquismo sociológico, sino de haberlo aprovechado, ampliado y favorecido para la conservación de su posición hegemónica y el control de las instituciones (junta, diputaciones, ayuntamientos).

Y aún pretenden ser la única respuesta a la triple alianza de las tres marcas electorales cuya componenda ha conseguido apropiarse para su mayor degradación de la autonomía que los andaluces conquistamos.

Mucho trabajo por hacer.