Desmigando los medios, cap. V: El campo y los impuestos para ricos en Andalucía, o cómo legislar en desigualdad

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Al igual que desbrozando la hierba cada cierto tiempo mantenemos un huerto aseado para que crezcan en él plantas y frutos sin agentes externos que los dañen, o que aireando las estancias del hogar posibilitamos que humedades, polvos y otros inconvenientes perjudiquen nuestra salud, es desmigando los medios de comunicación como tenemos más posibilidades de, uno, separar información de desinformación/manipulación, y dos, expulsar de nuestras entendenderas todo ese ruido y ese barro empleados por el brazo mediático ejecutor. Así, seremos capaces de mirar con lentes más claras la intención tanto de aquello de lo que se nos informa como de aquello otro que ‘prefieren’ silenciar.

Meloni a la española: esculpiendo a la nueva líder de masas

Queda nada para la celebración de las elecciones generales en Italia. La victoria de la ultraderechista Giorgia Meloni parece indiscutible. Ya advertimos aquí que el auge de la abanderada del fascismo transalpino no ha surgido de la nada, sino que forma parte de un proceso normalizador por el que los medios de comunicación han acercado su figura a la ciudadanía, vendiendo una imagen afable, patriótica, firme y cercana de la diputada por Hermanos de Italia, así como ‘divulgando’ la supuesta idoneidad de sus propuestas ante la época de crisis que hoy vive Europa… ¿Les suena de algo todo esto? Exacto, el tratamiento que en las últimas semanas se está haciendo en España (y particularmente en Andalucía) de Macarena Olona es similar, y su ‘ruptura’ con Vox ayudará a erigir a los altares a la alicantina (¡po no era granaína?). La “conservadora” (como a Meloni en Italia, los medios cada vez la adjetivan menos de la manera ultra que, por mucho que quiera esconder, marca su ideología) es mostrada con visión edulcorada acerca de su vuelta a la política, todo un emocionante y sacrificado regreso a la esfera pública, peregrinación católica mediante, acompañada de fieles a los que Olona incluso costea la caminata… ¡Todo sea por España y los españoles de bien! Mientras, Canal Sur, El Correo, Diario de Sevilla y demás líderes de audiencias en Babia de nuestra Comunidad siguen sin atreverse a explicar el paripé que Olona y el número 1 de Vox-Andalucía (Manuel Gavira) montaron con motivo de las elecciones a la Junta, con 0 interés en las necesidades de nuestra tierra más allá de usarla como mero laboratorio electoral para el partido y para ella granjearse un caladero de seguidores pensando en su aventura personal. Presumen ya algunos de que <<¡Olona es nuestra Meloni!>>. Quienes celebran tal cosa, sin duda lo gritan posicionándose de cara al sol…

Moreno Bonilla, el presidente “de todos los andaluces”

O no. En todo caso, el presidente de los andaluces ricos. El insoportable y vergonzoso lavado de cara que los medios de masas le hacen a diario al presidente de la Junta sigue adelante, a la altura de la mejor de las propagandas. Ni siquiera tras el reciente anuncio de unas rebajas fiscales a las rentas altas que supondrá el hurto de varios millones de euros de recaudación para servicios públicos se dignan esos medios a informar sobre lo que verdaderamente supondrá esta medida para la inmensa mayoría de la ciudadanía andaluza. Estaría bien que quienes vean en el líder del PP-A un ejemplar imitador de Ayuso en cuanto a la puesta en marcha de medidas para la Comunidad se informasen de cuál es hoy la realidad de los centros sanitarios de atención primaria, de los colegios o de las políticas de la dependencia (todo ello en su vertiente pública) en la CAM. Quizá entonces caigan del guindo y se den cuenta de que gobernar para los ricos empobrece más a las sociedades, por mucho que el telediario de turno solo les muestre lo campechano/a que es su presidente/a y lo impecable que resalta su sonrisa.

Moreno Bonilla, el presidente que protege nuestros campos

O tampoco, porque por mucho que desde la Junta se empeñen en anunciar permanentemente planes de protección para las zonas de regadío, aguas, plantaciones, cuencas de producción o parajes medioambientales, las denuncias multidisciplinares a su gestión (bien por las medidas adoptadas o bien por la permisividad ante determinadas actividades cómplices de ‘terceros’) no paran de llamar a las puertas de San Telmo. Un ejemplo diáfano: han pasado dos años desde la alerta sobre el uso de los olivos mediante regadíos superintensivos en la almeriense zona de Tabernas y alrededores, con lo que ello supone para la desertificación del área. Pasado este tiempo, ¿conocen ustedes medidas serias tomadas para neutralizar esa tragedia rampante? Este que les escribe, no. Y me da que los y las almerienses, tampoco. De hecho, puede que hasta apenas se informe allí del problema, si no, que me expliquen cómo es posible que el PP volviese a arrasar en la provincia en las últimas elecciones a la Junta.

¿Y si Andalucía fuera pionera en parar los megaproyectos de las renovables?

Aunque parezca que no, la gente debería de saber que, en lo referido a producción de energías renovables, existen (sí, existen) muchas iniciativas, organizaciones y proyectos alternativos que están demostrando que hay otras formas de trabajar el terreno más allá de la implantación de grandes extensiones que se llevan por delante pequeñas plantaciones y que expropian bajo las pautas del poderoso mercado. Andalucía está en el punto de mira (ya saben, enclave propicio para el negocio de algunos, pero también, por qué no, oportunidad para demostrar que las cosas se pueden hacer de manera diferente, mirando por el bien colectivo). Es tiempo de afrontar con compromiso y valentía este futuro -presente, ya- que se nos viene encima, con una indispensable necesidad de repensar la gestión de los bienes energéticos en el día a día de cada ciudadano. Por lo pronto, muchos de esos colectivos han conseguido que el Parlamento Andaluz admita una propuesta de Ley aprobada en 70 municipios andaluces para regular los megaproyectos mientras un estudio de la Universidad de Granada analiza el impacto de grandes plantas en Granada y Almería. <<Usan las expropiaciones para declarar los suelos de utilidad pública aplicando una Ley de 1954 de expropiación forzosa. Ejemplo, un caso en Zújar (comarca de Baza, Granada) donde a un agricultor le quieren expropiar un olivar ecológico de 30 años por 1.200 € la hectárea. Con ese olivar bien trabajado más la parte del almendral, vivía una familia y ahora les van a expropiar con una ley franquista para instalar una megaplanta, un acto de burorrepresión que despoja a la gente de su tierra y de su actividad económica>>. Hay alternativas a semejantes barbaries. En Andalucía las estamos viendo, aunque apenas nos las estén mostrando. Que no nos quiten la esperanza.

La desigualdad socioeconómica se nota en tu ambulatorio, ¡y la sufre tu salud!

Estamos cansados de escucharlo, pero más cansados aún estamos de que todavía haya quien se resista a reconocerlo, a entenderlo, a aceptarlo o que incluso lo niegue: las condiciones de la zona en la que vives, la situación de tu familia/entorno o la clase social a la que perteneces condicionan tus posibilidades de desarrollo a todos los niveles de tu vida personal, profesional y comunitaria. Por ello, y a pesar de que los políticos, articulistas o empresarios de turno lo contradigan (les va el voto, el apoyo, el dinero y la vida padre en ello), resulta esencial ser conscientes de esta realidad. Y por eso mismo hemos de catalogar como miserable toda aquella medida política que se lleva a cabo con el objetivo de agrandar la desigualdad, esto es, de aumentar los beneficios y privilegios de unos pocos a base de explotar, exprimir y engañar las condiciones laborales, económicas y vitales de las clases media y baja. Un último ejemplo de lo que esa desigualdad creciente supone lo hemos conocido esta semana (aunque no muchos medios se han hecho eco): el aumento de los casos de tuberculosis en determinados barrios pobres de Andalucía. Lo grave del asunto no es -solo- el significado de la noticia en sí. Lo preocupante llega al excavar y darnos cuenta de lo evidente: la relación entre hechos como ese y el declive de las políticas de protección de la sanidad pública está en la base del problema. Luego, eso sí, si un gobierno pone topes a las grandes compañías eléctricas o sube impuestos a entidades bancarias y a grandes fortunas para, por ejemplo, recaudar y poder invertir más en infraestructuras y servicios públicos, ¡cuidado, que el comunismo intervencionista nos acecha!