El Equipo Editorial de Portal de Andalucía se adhiere al Manifiesto impulsado por profesores/as de las universidades andaluzas «Por una economía ecológica en la Andalucía post-COVID19.
A continuación reproducimos el manifiesto:
El COVID-19 ha hecho más evidente que la reproducción y expansión de este orden global sólo es posible a costa de empeorar las condiciones en las que la vida se desenvuelve; que estamos en el camino hacia el precipicio social y ecológico al que nos llevan la modernidad y el capitalismo en su fase terminal.
Con este manifiesto queremos subrayar, desde Andalucía, la urgencia de abrir nuevos espacios organizados colectivamente desde lógicas diferentes a las del lucro, el crecimiento y la acumulación de capital que hoy nos inundan, apostando por una economía más sostenible, justa y solidaria.
Desde Andalucía, una economía de extracción y vertidos
Desde los orígenes de la modernidad y el capitalismo la economía andaluza se ha situado en la orilla de los países del Sur, desempeñando el papel de abastecedora de productos primarios. Su dedicación se vincula crecientemente a la explotación de su patrimonio natural –hoy a través del turismo de masas, la agricultura intensiva o la extracción de minerales- funcionando como un área de extracción y de vertidos. Esta posición marca de una manera fundamental las condiciones en las que la vida se desenvuelve en Andalucía; su dependencia económica y la subalternidad política y cultural.
El extractivismo que caracteriza a la economía andaluza conlleva un importante deterioro ecológico a la vez que esta ocupación en las tareas peor remuneradas viene estrechando su capacidad para apropiarse de valores monetarios. El resultado de esta dinámica supone una merma del patrimonio natural y una disminución de los medios de subsistencia para la gran mayoría de la población. Deterioro ecológico y empobrecimiento social van de la mano.
Le economía convencional, una economía encubridora
La economía convencional tiene importantes limitaciones especialmente lesivas para las realidades económicas marcadas por el extractivismo: se concibe como un sistema cerrado circunscrito al universo de los valores monetarios, desconectando lo económico de lo social y de lo ecológico; un sistema que se construye al contrario de los sistemas en los que se teje la trama de vida, que son abiertos, interdependientes, sujetos a la flecha del tiempo (entropía), y circulares, cerrando los ciclos y transformando los residuos en nuevas reservas orgánicas.
Esta construcción de lo económico presupone un carácter autónomo para una economía en realidad parasitaria y dependiente de dos ámbitos cuya explotación queda encubierta tras el velo de lo monetario: la naturaleza, y el trabajo de cuidados y tareas domésticas desempeñadas mayoritariamente por las mujeres.
En las economías primarias, como es el caso de Andalucía, la economía convencional oculta los daños ecológicos y los costes sociales asociados a su dedicación extractiva, en un intercambio desigual que supone una apropiación desde el exterior de la riqueza aquí generada.
Por una economía ecológica
Desde Andalucía, y en sintonía con los problemas del mundo en que vivimos, se pone claramente de manifiesto la necesidad de otras maneras de entender la economía que, poniendo en cuestión categorías de pensamiento como las de sistema económico, producción o trabajo tal como son concebidos por la economía convencional, se construyan sobre bases que permitan transitar hacia formas alternativas de organizar la vida.
La propuesta de la economía ecológica parte de la consideración del sistema económico como un sistema abierto en estrecha conexión con lo social –lo económico incrustado en una sociedad y en una cultura-, y con la naturaleza –lo económico como un subsistema dentro de la biosfera. Con una representación de los procesos económicos que tiene en cuenta sus múltiples dimensiones, no sólo la monetaria, y exige un planteamiento transdisciplinar en el que entran en juego otras ciencias sociales o naturales.
Desde esta perspectiva abierta cabe abordar los procesos económicos en términos de metabolismo social, tomando en cuenta los flujos de materiales y energía que los atraviesan y la huella ecológica que suponen.
La toma de decisiones, formas de organización y el marco institucional que condicionan las actividades, serían también ámbitos que reclaman la atención de la economía ecológica, dándose así entrada a las estructuras y relaciones de poder ausentes en la economía convencional.
Economía de los cuidados: la vida en el centro
Como propone el ecofeminismo, este enfoque supone el tránsito de una economía para alimentar el lucro y la acumulación a una economía para el cuidado de la vida; porque la satisfacción de necesidades poniendo ahora la vida en el centro exige dar cabida a la esfera de los cuidados, colectivos e individuales, físicos y afectivo-emocionales, que están en la base de las necesidades humanas, como un eje central de lo económico.
Con la elaboración de objetos subordinada a la sostenibilidad de la vida social y natural y una reelaboración del concepto de trabajo considerado ahora como quehacer relacionado con el mantenimiento y el enriquecimiento de la existencia individual y social.
Abriendo espacios en los que nos hagamos cargo colectivamente de nuestras necesidades a través de formas cooperativas, comunitarias y autoorganizadas de trabajo que harían retroceder el trabajo asalariado, dependiente y servil. Se iría así en la dirección de ir reduciendo los ámbitos gobernados por el capital y amortiguando las cuatro fuentes de conflicto entre el capital y la vida: la explotación del trabajo asalariado, el patriarcado, la explotación de la naturaleza y la de los pueblos dedicados al extractivismo, como es el caso de Andalucía.
Algunas propuestas para la transición ecosocial
La economía ecológica cuestiona el papel del crecimiento del PIB como medida del bienestar, no sólo porque su reduccionismo monetario no permite discriminar sobre lo que hay dentro y oculta costes sociales y ecológicos esenciales, sino porque hoy las formas predominantes de hacer dinero han derivado hacia procesos especulativos que lejos de traducirse en mejoras generalizadas de la calidad de vida terminan convirtiéndose en procesos de acumulación por desposesión de la mayoría que acentúan de una manera sin precedentes la desigualdad y la polarización social.
La economía ecológica propone hacer que decrezca el deterioro de materiales y energía generado como consecuencia de la extracción de recursos y la emisión de residuos, promoviendo el uso de energías renovables y la conservación y el reciclaje de materiales y reduciendo el uso de los no renovables, desactivando el consumismo.
Este modo de entender la economía, a la vez que facilitaría una salida del extractivismo en Andalucía podría sentar las bases para una transición hacia una economía más justa, solidaria y respetuosa, en la que los recursos andaluces se orienten mayoritariamente hacia la satisfacción de las necesidades locales. Este aspecto tiene un claro reflejo en el ámbito de lo alimentario, en el que la conexión de Andalucía a la globalización ha traído una fuerte desconexión entre dedicación y necesidades, con graves costes sociales y ecológicos. Aquí la reconversión del modelo llevaría desde una agricultura para la exportación a la soberanía alimentaria, recomponiéndose conexiones esenciales para la vida social y ecológica en el medio rural andaluz.
Un camino a recorrer de la mano de la agroecología, en marcha ya en múltiples experiencias, y que supone una forma de replantear lo alimentario desde una perspectiva de la reproducción de la vida, añadiendo a la dimensión ecológica y tecnoagronómica la cultural y la sociopolítica, rescatando y democratizando los espacios de toma de decisiones en el ámbito de las comunidades rurales y estableciendo alianzas con el resto de grupos sociales. Un buen ejemplo del tránsito de una economía para la acumulación a una economía de los cuidados (para con la naturaleza y en las relaciones sociales).
La proximidad es otro de los principios sobre los que se construye esta forma de entender la economía, de manera que los mercados locales y los circuitos cortos de distribución puedan ser garantía de sostenibilidad social y ecológica, propiciando un modelo de movilidad y transporte muy diferente al basado en las largas distancias, las grandes infraestructuras y el uso de energías no renovables.
Para que estas y otras propuestas relacionadas con otras maneras de entender la economía puedan prosperar es imprescindible el fortalecimiento de los movimientos sociales y la implicación de la sociedad civil a la vez que es necesario el compromiso desde la universidades andaluzas de defender conocimientos que vayan en la dirección que aquí se apunta.
Promueven el manifiesto
Manuel Delgado Cabeza (Universidad de Sevilla) · Itziar Aguirre Jimenez (Universidad de Sevilla) · Félix Talego Vázquez (Universidad de Sevilla) · Victoria Quintero Morón (Universidad Pablo de Olavide) · Esteban de Manuel Jerez (Universidad de Sevilla) · Concepción Martínez Alcalá (Universidad de Jaen) · Manuel González de Molina (Universidad Pablo Olavide) · Mercedes Murillo Barroso (Universidad de Granada) · Alberto Matarán Ruiz (Universidad de Granada) · Carmen Cuéllar Padilla (Universidad de Córdoba) · Pablo Rabasco Pozuelo (Universidad de Córdoba) · Juan Sebastián Prados Fernández (Universidad de Almería) · Blanca Miedes Ugarte (Universidad de Huelva) · Angeles Escrivá (Universidad de Huelva) · Juan Diego Borrero (Universidad de Huelva) · Beltrán Roca Martínez (Universidad de Cádiz) · Eva Bermúdez Figueroa (Universidad de Cádiz) · Juan Marcos Castro Boñano (Universidad de Málaga) · Luisa Gómez Moreno (Universidad de Málaga) · Juan Diego Pérez Cebada (Universidad de Huelva)
Para firmar el manifiesto pincha aquí