Como mujer que pertenece a una sociedad privilegiada he escuchado toda mi vida hablar del Amor, y una de las preguntas más recurrentes ha sido: “qué es el Amor”. Las respuestas han sido muchas y muy parecidas, a partir de una premisa: el Amor, “el verdadero”, es cuando una persona te ama de forma incondicional, te lo da todo. De hecho, en mi educación cristiana aprendí que el amor de Dios era un Amor infinito, y que el amor de una persona tenía que aspirar a ese amor de abnegación y altruismo, pero sobre todo la mujer era quien tenía que “sacrificarse”. Luego llegaron los mitos románticos y me enseñaron que el Amor era entre dos personas, y se reflejaba en algo que duraba para siempre, a partir de los valiosos gestos de alguien (un hombre) que iba a salvar la vida miserable de una persona bella pero débil (una mujer). Nada más lejos de la realidad.
En tiempos de Coronavirus, viviendo en la incertidumbre y en el confinamiento, estoy aprendiendo que oscilamos entre fuerza y debilidad y nos necesitamos recíprocamente para soportar las dificultades. Me enamora la empatía y la increíble resiliencia de las mujeres, capaces de formas de cuidados extraordinarias. Sobre todo he entendido que hay muchas maneras de amar, todas con formas peculiares y muy propias, todas legítimas.
Como persona independiente, se me ha hecho inmediatamente dura solamente la idea de no poder salir a la calle cuando quisiera, he sentido mi mente ceder por la tristeza y la angustia. Y allí estaban mis amores sosteniéndome, cada una con su forma. Esto es lo primero que he aprendido: cada persona a su manera (la gran mayoría mujeres) me ha mostrado apoyo y amor: ¿cómo estás?, ¿has comido?, ¿cómo lo llevas?, ¿Nos tomamos un café virtual? Pasará. Y luego han llegado las llamadas y las video-llamadas, compartiendo dolor y alegría, enfadándonos, riendo y bailando, juntas.
Es así que en los tiempos del Covid-19 he comprendido qué es el Amor. El Amor de lxs familiares que comparten sus miedos y sus sonrisas esperando tiempos mejores, curiosamente impulsadxs por las mujeres de la familia, que no dejan de decir que todo saldrá bien. El Amor de mis padres que me preguntan a cada hora del día y de la noche si estoy bien, queriéndome saber al seguro y aconsejándome no volver no obstante se mueran de ganas por verme. El Amor de mi hermana, que me avisa de que hay hasta barcos para poder volver, porque me querría a su lado en este momento, y daría lo que fuera para estar conmigo, pero no insiste y me manda videos graciosos para que por lo menos podamos reírnos juntas. El Amor de mis hermanas adquiridas en la lucha, que lloran y comparten carcajadas conmigo, que envían memes ridículos, con las que nos llamamos para ver Dirty dancing o bailar I follow rivers, no obstante todas las frustraciones que estamos sintiendo en el pecho. El Amor de aquellas personas que casi olvidabas, que te mandan un mensaje recordando que están ahí por cualquier cosa necesites. El Amor de tu amiga que tiene miedo y te llama para sentir que no está sola, y se siente aliviada porque sabe que tú “estás”. No importa donde estés, ellas están a tu lado en cada momento. Nunca me he sentido tan cerca a otras personas como ahora.
En el tiempo del coronavirus, el Sur nos está enseñando la fuerza y la solidaridad: antes de que lxs periodistas dieran las noticias de los balcones, me dio una alegría inmensa escuchar que mis hermanxs del Sur de Italia se sostenían cantando. El Sur siempre consigue encontrar estrategias de supervivencias creativas y cariñosas. Toda la vida he escuchado historias de mi gente que migraba y aguantaba situaciones al límite mientras recibía insultos constantes, pero siempre manteniendo la esperanza. Soportaban para un bien superior, resistían por un bien común. Cuando pienso en mi abuela, siempre me acuerdo de todas las veces que me ha dicho que nunca hay que perder la sonrisa, algo que olvidamos a menudo en una sociedad pretenciosa como la nuestra, donde lo central es lo material.
Son tiempos difíciles, sobre todo porque esta sociedad nos ha aislado y nos ha amargado, sin embargo, en estos tiempos de Coronavirus estamos encontrando la fuerza para volver a encontrarnos. Físicamente sola en mi casa, estoy aprendiendo que no estoy sola, que solo puedo superarlo si estamos unidxs y volvemos a ser “humanxs”. Porque el verdadero virus es el sistema. Este sistema que nos hace perder de vista el sentido de lo que es realmente importante, empujándonos a dejar de ser personas para volvernos consumidores insensibles que acumulan, explotan y consumen de forma salvaje.
No hemos podido pararnos de forma consciente, hemos tenido que hacerlo bajo amenaza, pero dentro de nosotrxs llevamos memoria, la memoria de la solidaridad y de pertenencia a nuestra colectividad. El aire y las aguas se están volviendo limpias, los animales se acercan y nosotrxs volvemos a encontrarnos después de mucho tiempo de desconexión.
Me conmuevo mucho en estos tiempos de Coronavirus. Me han bajado las lágrimas por tocarme codo a codo con mi amiga después de quedar con ella para hacer la compra, o escuchando la serenidad de mis padres que me cuentan qué están cocinando. Hasta me conmueve ver dos extraños bailar en un balcón. Hay mucha belleza todavía, estamos resistiendo juntxs, en la distancia pero juntxs.
Antes de todo esto pensaba en cómo poder obtener una vida “estable”, con un buen trabajo y las comodidades que se supone se deben tener a mi edad. Ahora no puedo parar de pensar en que la cosa que deseo más es volver a abrazar a mis personas queridas, sentarme en un prado verde y disfrutar del sol en la cara, o bien pasear por la calle y escuchar el ruido de la gente.
Lxs seres humanos no somos una especie muy inteligente, necesitamos perderlo todo para apreciar las cosas que cuentan. En los tiempos del Coronavirus he entendido que hay esperanza, que podemos pensar de forma colectiva y apoyarnos sin perder la ilusión.
El Amor en los tiempos del Coronavirus se muestra bajo muchas formas. Amor es también darse una cita en los balcones, en miles de personas, y saber que estamos todxs allí escuchándonos y dándonos esperanza. Amor es descubrir a lxs vecinos, levantar la cabeza y empezar a hablar, hacerse compañía y regalarse sonrisas. Amor es encontrar la creatividad de hacer gestos que puedan regalar pequeños momentos de serenidad. Amor es organizarse en redes de apoyo mutuo y cajas de resistencias, pensando en quién ha perdido el trabajo, no tiene casa, o no puede cuidarse. Cuanto Amor hay, no podía verlo antes, porque estaba demasiado metida en un ritmo frenético, capitalista, que ni era el mío.
Antes o después la cuarentena tendrá que acabar, y será entonces que tendremos que demostrarnos que los esfuerzos no han sido vanos. Será entonces que tendremos que seguir “amándonos” y probarnos que el cambio es posible. El sistema nos estaba asesinando, y nosotrxs cómplices de asesinato de nuestro planeta, porque estábamos ciegxs. Pero ahora podemos ver.
Espero que después de los tiempos del Coronavirus, no solo volvamos a abrazarnos, sino que todas estas formas de Amor traicionen al sistema y lo ganen, porque este sería el Amor más grande que podamos demostrarnos, porque ya no podemos soportar más la cuarentena de la indiferencia y de la desigualdad.