El muerto fue Mamouth Bakhoum, un senegalés sevillano

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Nacido en Porokhane, región de Kaolak, en Senegal. Vecino del barrio de Los Pajaritos de Sevilla, miembro de la comunidad mouride y del Social Senegalés… Vendedor ambulante ocasional y trabajador en lo que hiciera falta para ir tirando en Sevilla y enviar dinero a su familia a Senegal.

Hijo, hermano, esposo, padre, amigo, vecino…

Todo esto y mucho más era Mamouth Bakhoum hasta que el 29 de diciembre de 2024 una persecución policial acabó con su vida en Sevilla.

El alcalde de la ciudad, José Luis Sanz, dijo que la policía no persigue a personas, que persigue delitos. Pero, señor alcalde, no se corre detrás de un delito. No se hostiga a un delito. No se acorrala a un delito. Se corre, se persigue y se acorrala a personas, sobre todo, a determinadas personas. Aquel día, se persiguió y acorraló a Mamouth Bakhoum. ¿El motivo? Vender camisetas donde no debía en una ciudad diseñada, cada vez más, contra su propia gente, y más si pertenecen a comunidades racializadas y estigmatizadas. El muerto por la persecución policial no fue un delito, señor alcalde. El muerto fue Mamouth Bakhoum, un senegalés de Sevilla.

Mamouth llegó a esta ciudad hace 7 años para cumplir con sus obligaciones y contribuir al bienestar familiar cuando conseguirlo en su propia tierra se hacía cada vez más difícil. El saqueo continuo a su país por parte de potencias extranjeras (incluida España), le robaba su derecho a no emigrar y le obligaba a salir a lugares donde, pensaba, existían más oportunidades. Y aquí, en Sevilla, entre otras actividades, trabajaba ocasionalmente en la venta, una estrategia de supervivencia para quienes están en situación de precariedad y cada vez menos rentable debido a la apertura de centros comerciales hasta siete días a la semana y a la venta de productos baratos en tiendas como Primark o gigantes de internet como Amazon o AliExpress.

Mamouth se encontraba el 29 de diciembre vendiendo en el centro histórico de la ciudad, un espacio cada vez más reservado al turismo y donde se concreta gran parte de lo que hoy se considera, y se vende, como Marca Sevilla. Son calles -como la avenida de la Constitución, donde se encontraba vendiendo Mamouth-, muy determinadas por intereses de grandes inversores, unos inversores que ejercen presión sobre las administraciones y van determinando crecientemente los usos de nuestros espacios. Y cada vez hay menos espacios para la venta ambulante, independientemente del producto que se venda, sean falsificaciones de marcas o mercancías compradas en polígonos industriales. Se persigue la actividad y a quienes trabajan en ella. Solo hay que mirar la última “remodelación” de la Plaza de la Magdalena, con la desaparición de su mercadillo y la construcción de un espacio que gira en torno a la vida de un hotel de 5 estrellas, para darse cuenta de ello. En el diseño de la ciudad de Sevilla, de esa Sevilla que se vende y se compra, hace ya lustros que están haciendo desaparecer la venta ambulante de sus calles. Así, la Federación de Asociaciones Senegalesas de Sevilla recoge en un comunicado que, aquel día de la persecución y muerte de Mamouth, era la Unidad de la Policía Turística de la Policía Local la que tenía entre sus cometidos localizar vendedores ambulantes en la zona, y que fue también esta Unidad la que persiguió, en los primeros momentos, a Mamouth Bakhoum.

Mamouth murió dejando pena, rabia y vacío en Sevilla, donde a la comunidad senegalesa le han arrebatado a un hermano muy querido y a todxs nosotrxs a una persona de bien. Mamouth murió dejando también pena, rabia y vacío en Porokhane, donde han perdido a un hijo, a un marido, a un padre, a un hermano, a un amigo… Las oraciones por él se escuchan en las dos ciudades, hermanadas en la pérdida. En Sevilla, todavía resuenan en la calle Quejío, en la plaza de la Gavidia, en Plaza Nueva…, y resonarán por mucho tiempo, seguro, junto al grito de justicia.

Porque Mamouth era sevillano. Y también era senegalés. Un senegalés sevillano, o un sevillano senegalés, porque vivir un proceso migratorio no conlleva un cambio identitario como si de adoptar un paquete cultural y desechar otro se tratara. No se es una cosa o la otra. La vida ofrece un amplio abanico de posibilidades, aunque las políticas y las leyes las nieguen creando categorías excluyentes; las identidades no se detienen en las fronteras estatales ni se otorgan con un permiso de residencia o un DNI. Mamouth, como tantxs otrxs, desarrollaba su vida entre Andalucía y Senegal, de donde se sentía parte. Sin hacerle daño a nadie. Mamouth no era un delito. Mamouth era un senegalés sevillano que solo quería vivir tranquilo y cumplir con su familia.

Descanse en paz.