El pasado jueves celebró mi niño el Día de Andalucía comiendo con los compañeros y compañeras de su clase pan con aceite. Qué bonita una tierra que celebre así su día en las entrañas de los coles, donde educan y enseñan. Qué bonita la tierra que tiene por día sentarse en torno a una mesa en vez de esas otras tierras y tantos países que para celebrar su día llenan las calles de tanques, testosteronas y desfiles militares.
Qué bonita una tierra que en lugar de un himno belicista, que hable de bombas o de cohetes (como el americano), tenga un himno de paz y le cante a la esperanza, a la tierra y a libertad bien entendida, a esa libertad de comunidad, no de egoísmo y ambición, esa libertad hecha a fuego lento, como los pucheros compartidos, esa libertad de una gente que sabe o que es de todas o no es de nadie.
Qué bonita una tierra construida con las manos ásperas de los jornaleros y las jornaleras y no en los delirios de esos señores enchaquetados de la guerra.
Porque el mundo lo mismo necesita un poquito más de Andalucía. Porque lo mismo lo necesitan los pueblos y la humanidad. Porque lo mismo ahora que se escuchan los tambores de guerra es mejor oír los versos de Blas Infante, que no enfrentan, que reconocen, que hablan de la concordia entre la inmensa diversidad de la gente y en vez de separar, abrazan.
Porque cuando veo a mi hijo junto a los otros hijos e hijas de apellidos tan diferentes coloreando las banderas dibujadas en las hojas de blanco y de verde, pienso en los otros niños, víctimas de la guerra, con la infancia rota y que no podrán comer en las aulas ese pan con aceite.
Porque qué orgullo, ¿verdad? sentirte pueblo solidario a pesar de la miseria, sentirte puerta y no frontera, sentir las pérdidas en el estrecho como propias, sentir la piel que se hace jirones en la alambrada, sentir la resistencia infinita de los lugares que quieren ser, como el Sáhara, y nunca le dejan. Sentir que no hacen falta ejércitos en las orillas. Sentir, en definitiva, los versos que piden la paz:
«Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera”.
En este 28F, fecha institucional, un recuerdo y un deseo. El recuerdo siempre presente de diciembre, de la gente sencilla y currante que salió a la calle para defender su identidad con banderas y sangre. Y un deseo: el de más Andalucía, más pan con aceite, más sanidad, más educación, más servicios públicos, más igualdad, más patios de vecinos y más tierras, mujeres y hombres de paz. Viva Andalucía libre y toda la humanidad.