Sin ninguna duda, el PSOE es el partido de las traiciones. Desde su (re)fundación en Suresnes, incubado por la SPD alemana y la propia CIA, traicionó la S y la O de sus propias siglas. Traicionó a la Ruptura Democrática con el franquismo, optando por una Reforma de este a cambio de convertirse en uno de los pilares de la Segunda Restauración Borbónica. Traicionó a quienes vieron en él la encarnación de un verdadero cambio, tanto político como social y económico, que tuvo en su mano realizar cuando la ciudadanía dio mayoría absoluta a Felipe González en 1982. Traicionó su promesa de estar fuera de la OTAN y luego la de no incorporarnos a su estructura militar ni tener armamento nuclear en nuestro suelo. Traicionó al 4D y al 28F porque mientras vampirizaba los símbolos de Andalucía pactaba por debajo de la mesa dar un frenazo al estado de las autonomías haciendo que nuestro Estatuto fuera radicalmente insuficiente para cambiar cosas de importancia. Y podríamos continuar la lista de traiciones y engaños hasta hoy, pero para ello harían falta muchas páginas.
Ese partido traiciona ahora, abiertamente, al pueblo saharaui y se alinea con Marruecos, en realidad con la satrapía sangrienta del majzen (Mohamed VI, su familia y su entorno), como si el Sahara Occidental hubiera sido alguna vez territorio marroquí y como si su situación actual no fuera resultado directo de la invasión y ocupación militar en 1975 y paralela implantación ilegal de colonos y de un régimen de terror contra los saharauis que se mantuvieron en su territorio y no huyeron a los campamentos que tuvieron que improvisar más allá de la frontera argelina. Un régimen de terror y consiguiente expoliación de recursos que se mantiene desde hace ya 46 años en violación flagrante de la legalidad internacional y de las resoluciones de Naciones Unidas. Y como si no existiera un compromiso internacional (incluso aceptado por Marruecos como parte del alto el fuego firmado en 1991) para realizar un referéndum de autodeterminación en el que la población saharaui decida libremente como quiere autogobernarse.
Desde el vergonzoso e ilegal Pacto de Madrid en 1975, en el que el estado español -mientras el dictador agonizaba- cedía la mitad del Sahara Occidental (como si fuera un cortijo de su propiedad) a Marruecos y la otra mitad a Mauritania, desentendiéndose de sus obligaciones como potencia administradora -que sigue siendo- del territorio, los sucesivos gobiernos, tanto del PSOE como de UCD y el PP, han mantenido una supuesta «neutralidad» que no cabía en términos del Derecho Internacional ni de la decencia. Ahora, de forma obscena, y no tengo duda que con el respaldo de altas instituciones del estado, el presidente Sánchez, en nombre de España, se ha bajado los pantalones y cedido a las exigencias del monarca marroquí, notificando a este -sin discusión alguna ni en el parlamento ni dentro de su propio gobierno- que apoya el «plan de autonomía para el Sahara», por ser este, supuestamente, «el más serio y realista intento para solucionar el conflicto». Por primera vez, un gobierno de España reconoce algo tan falso y tan contrario a las resoluciones de la ONU y de los tribunales internacionales como que el Sahara Occidental es parte de Marruecos. Lo que contradice también cualquier mínimo conocimiento de la historia y la antropología.
Según nuestro ministro de Exteriores, el objetivo principal de este cambio de posición, desde el desentendimiento del problema al apoyo activo a las inaceptables e imperialistas tesis marroquíes, es «defender los intereses de los ciudadanos de Ceuta y Melilla, de los canarios y de los andaluces». ¿Tan amenazados estamos, todos nosotros, por Marruecos y tan grande es la fuerza del reino alauita que el «gobierno de progreso» del Reino de España no ve otro medio mejor para defendernos que apoyar sumisamente al sátrapa, traicionando al pueblo saharaui y pisoteando sus derechos? ¡Qué caradura y qué desvergüenza!
¿Y qué decir de los socios de gobierno, que reconocen no haber sido siquiera consultados, afirman estar en contra de la decisión pero están obligados a acatarla porque en el pacto de gobierno firmaron que la política exterior es una potestad personal del presidente? ¿Tragarán también con esto, como con tantas otras cosas, a cambio de permanecer en sus sillas (más bien taburetes) del consejo de ministros? ¿A quién le sirve y para qué cosas que UP esté allí? Desde luego, a los saharauis les está sirviendo de bien poco. ¿No demuestra esto, y no solo esto, el fracaso total de la estrategia planeada por Pablo Iglesias y compañía según la cual estando dentro del gobierno se impediría que el PSOE perpetrara tropelías?
Haciendo un esfuerzo de empatía, me imagino también cómo deben estar, esta mañana, los cientos de miles de ciudadanos que siendo votantes o incluso afiliados al partido pesocialista, son solidarios de la causa saharaui e incluso han acogido a niños saharauis en las sucesivas ediciones de «Vacaciones en Paz». No sé si compadecerles o instarles a que, de una vez, se convenzan del verdadero carácter del partido en el que están o al que votan, y actúen en consecuencia.
En cualquier caso, no tengo la menor duda de que el pueblo saharaui logrará superar esta traición como ha superado ya otras muchas y no decaerá en su lucha. Pocos pueblos como este tan resistente y tan resiliente. Y también estoy seguro que la solidaridad con él incluso va a reforzarse porque la indignación de hoy de tantos millones de ciudadanos con DNI español va a desembocar -debe desembocar- en un mayor y más activo apoyo a su justa causa. Y va a hacer que a los traidores no les salga gratis esta nueva y monstruosa traición.