El no pronunciarse respecto a cuestiones que atentan contra los derechos humanos es tomar partido, y más si ocupamos posiciones de cierta relevancia social. Este es el caso de la universidad, espacio, se decía, de generación de pensamiento crítico pero donde, cada vez más, se acusa de “politizarla” a quienes pretenden debatir y denunciar cuestiones de indudable relevancia social pero que no forman parte del consenso político-mediático. El caso de la guerra en Ucrania es un claro ejemplo de este consenso “no político”, consenso que hizo que la Universidad de Sevilla habilitara en su web un espacio que incluye “la US con Ucrania”, “¿Quieres ayudar?”, “Acciones US”, “agenda”, “en primera persona”.
Esto no está sucediendo con el genocidio del pueblo palestino por parte del estado de Israel. ¿Falta de posicionamiento? No. Con su silencio, la Universidad se está posicionando. Por ello, en la Universidad de Sevilla, el manifiesto “US por Palestina” ha sido firmado por más de 160 profesores/as solicitando al equipo de gobierno un pronunciamiento claro de denuncia de la masacre y desplazamiento masivo de la población palestina por parte del Estado de Israel.
En este mismo sentido, y como medida de mayor presión, se están firmando en distintas universidades andaluzas pronunciamientos por parte de órganos colegiados. Así, el “Manifiesto de Condena a la guerra y al genocidio en Palestina”, firmado por el Consejo de Departamento de Antropología Social, Psicología Básica y Salud Pública de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, el comunicado del Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén o la solicitud por parte del Consejo de Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada de suspensión de relaciones académicas con el estado de Israel. En la Universidad de Sevilla, entre las peticiones que se están tratando de elevar al Rector, está la de revocar los acuerdos que mantiene la US con universidades israelíes mientras continúe el genocidio y la de que haga pública, como máximo representante de la institución, una condena contra la destrucción deliberada de las universidades palestinas en la franja de Gaza y los ataques a profesores/as, estudiantes, y personal universitario llevados a cabo por el estado de Israel.
Son pocos los pronunciamientos, sin duda, pero esto se explica no solo porque se considere que es una cuestión ajena a lo académico (lo que es escandaloso) y no se lleve a los consejos de departamento, sino, también, porque hay departamentos donde se ha llevado y se ha bloqueado. Existe, en este sentido, una militancia para mantener el silencio, una militancia para fabricar el silencio académico. Mediante descalificaciones personales a quienes presentan un documento contra el genocidio, acusaciones de politización de departamentos (no decir nada ante un genocidio, por supuesto, no se entiende como complicidad con el genocida), o aludiendo a errores de forma (¿?) y supuestas ilegalidades sin ningún tipo de texto o norma que lo respalde, se bloquea el pronunciamiento. Se fabrica el silencio. Por eso es un silencio militante, con responsabilidad en lo que está sucediendo.
La pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué, incluso estando (dicen, y será cierto) en contra de la masacre al pueblo palestino no se quiere que salga un pronunciamiento desde determinados departamentos? ¿Repercusiones en algún sentido? Ellxs sabrán. La cuestión es de qué sirve a lxs palestinxs que nos provoque tristeza y rabia la atrocidad del genocidio si no actuamos en consecuencia. Las responsabilidades están ahí. Detrás de los silencios cómplices, hay nombres y apellidos. Mientras, el genocidio sigue adelante. Nos preguntaremos cómo pudo pasar, pero ya nos hacemos alguna idea…
“¿De qué sirve la calma si no me salva?
¿Cuánto vale mi alma si no cabalga?
¿Dónde está la esperanza si no me alcanza? Si no me alcanza…
Una vida más tarde comprenderemos que la vida perdimos sólo por miedo.”
(Extracto de la canción “Solo por miedo”)