A galopar, a galopar,
hasta enterrarlos en el mar…
Rafael Alberti
Hay una oscuridad que recorre Andalucía desde que en las últimas elecciones estatales el partido españolista neofascista se posiciona como segunda fuerza política en muchos de nuestros pueblos. Esta presencia, facilitada por la mala política de los que hasta hace poco ostentaron el poder de manera casi omnímoda, nos aproxima a las cloacas más oscuras de la humanidad. Y nos resistimos a creer, que muchos de nuestros paisanos apoyen con conciencia a los herederos de los que ayer tanto espanto y dolor causaron.
Máxime cuando nuestra gente ha dado históricamente muestras de ser maestra a la hora de identificar al que aprieta y abusa, y a confrontarlo de manera cotidiana y ruidosa cuando hace falta. Pueblo con un sentido de la dignidad, con un saber viejo para torcer el camino del que intente desdibujarlo, y a la vez con la creatividad para construir realidades y momentos profundamente contra hegemónicos en este mundo de individualismo extremo donde todo se compra y se vende. Mujeres y hombres capaces de modelar desde un barroquismo casi inabarcable lo más sublime de un cante jondo, de un carnaval o de un ritual sagrado siempre desde lo colectivo como pieza de engarce que diluye personalismos y les identifica. Y personas que hoy, muchas de ellas, optan por darle su confianza a un partido ultraconservador.
Tratar de entender algunas de las razones por las que esto ha ocurrido nos lleva a revisar la estrategia del neofascismo y el argumentario que desglosa en muchos entornos agrarios andaluces. Muchos colectivos locales vivieron cómo se ejercían las políticas que les afectan (políticas agrarias comunitarias, efectos de las estrategias para la conservación de la “naturaleza”, etc.) sin nunca apenas haber sido aludidos, preguntados… sintiéndose como agentes pasivos e ignorados. A estas personas son a las que se dirigen los discursos del partido ultraderechista, y algunas, o muchas, votan reafirmándoles en sus postulados contra las políticas feministas, la inmigración o un animalismo que les interpela.
En el caso de la reacción a las políticas feministas, las protagonizan sobre todo hombres que no están dispuestos a dejar a un lado sus privilegios, y otros que tampoco saben dejarlos y que se sienten atrapados, sin salida, defendiéndose desde discursos y estadísticas falseadas que brinda el partido de ultraderecha. Narrativas que exaltan unos valores androcéntricos machistas que alimentan la constante y lacerante violencia hacia las mujeres, y que les destruye también a ellos, en una Andalucía donde ya, gracias a la lucha feminista, afortunadamente nada volverá a ser como antes.
La inmigración descrita como avalancha, unida a los bulos sobre su asistencialidad preferente, se convierte también en argumentos xenófobos apoyados por esta formación política. Una reacción contra el otro que se inflama con el cóctel que propicia el rancio patriotismo españolista y cainita anticatalanismo, preparado por los medios generalistas de información. Narrativas que además cuentan con la ayuda propagandista de grupos ultracatólicos que se convierten en una quinta columna híperreaccionaria en muchos pueblos de nuestra Andalucía.
Estos discursos se pasean por nuestras calles y alamedas, por las esquinas de nuestros barrios sin apenas una reacción desde narrativas de izquierdas, andalucistas, feministas o ecologistas, como si ocurre con más facilidad -o queremos pensar que esto sucede- en determinados ámbitos urbanos. Tan sólo, algunos grupos minoritarios, la gran mayoría de las veces individualidades concretas, contestan en esos espacios de conversación y trabajo donde se fortalecen los discursos neoconservadores.
Con relación a la cacería y a las relaciones con los animales domésticos hay un sentimiento de agravio, de abandono, de arrinconamiento desde la proliferación de actitudes y discursos procedente de un animalismo antiespecista que sitúa muchas prácticas campesinas y jornaleras en el campo de lo criminalizable. Y que no encuentran respuestas desde la izquierda política- lo que si ocurría en épocas pasadas cuando muchos de sus líderes provenían de esos mismos entornos agrarios- y que facilita el acomodo de la derecha más ultramontana como defensores del mundo rural. De hecho, el partido ultraconservador, aparece como defensor de los sectores a los que, paradójicamente, ayer subyugó y mantuvo, con el uso de todas las violencias posibles, en una situación de subalternidad estructural en nuestros campos andaluces. Sus líderes e ideólogos locales, inteligentemente, usan la falta de argumentario de la izquierda en estos temas a su favor, aprovechando, por otra parte, un momento histórico donde son escasas las voces que cuestionan la gran propiedad, el papel hegemónico de los que ostentan el poder económico en el actual sistema de dominación, la desigualdad con respecto al acceso a los recursos agrarios, o las prácticas abusivas con relación a la gestión del propio medio. En una Andalucía donde los gobiernos franquistas y constitucionalistas se empeñaron en obstaculizar la trasmisión de la memoria social de nuestros pueblos ocurre que amplios sectores locales no cuentan con los hilos desde los que tejer su propio discurso que explique cómo se construyó una realidad donde ellos ocupan las posiciones más subalternas. Lo que es aprovechado por los seguidores ideológicos de los que ayer impidieron a sangre y fuego cualquier transformación socioeconómica de nuestra tierra, para erguirse, contradicciones de estos tiempos, en sus propios representantes.
Mientras, Andalucía sigue más viva que nunca. Y surge la contestación social por doquier: en los actos del movimiento por la recuperación de la memoria histórica; en las manifestaciones irredentas del 4D o el 28 F; desde el movimiento ecologista, que a veces se une en determinados puntos de nuestra geografía con reivindicaciones obreristas y se vuelve imbatible; desde el imparable movimiento feminista que penetra liberadoramente por las entretelas de nuestra tierra… Acciones e ideas que apuestan por un mañana de futuro, por una Andalucía mejor. Que sueña con articular espacios donde la izquierda andalucista, ecologista y feminista genere temporales que arrastren a los novios de la muerte, de nuevo a sus sepulcros. Mucho que pensar para articular respuestas con mañana en nuestros pueblos. Nada fácil de hacer. Nunca lo fue en una tierra que, con sus paradojas, sigue con ansia buscando “la voz del pueblo, la flor de mayo”.