España 2050 y el reto del cambio climático

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El autor en el Parque Nacional de los Glaciares, en la Patagonia argentina. Mayo 2015.

Hay que pensar en lo global y actuar glocalmente, con los conocimientos globales que nos aportan la ciencia y la tecnología aplicados a nuestro entorno natural cercano. Los agricultores, los ganaderos, ellas y ellos, la gente que habita en el medio rural mira con preocupación al cielo, ven el correr o no de las nubes, de donde sopla el viento, por donde se atisba que puede venir la lluvia que tanto desean para el mantenimiento de sus cultivos y de sus animales, y sobre todo ven con preocupación como bajan los acuíferos, y como se reduce el cauce de las fuentes que manan de la tierra. No tenemos más que ver las temperaturas de 34-35 grados que hemos tenido a mediados de mayo, en muchas zonas de Andalucía. La gente de campo ya no se fía de los avances meteorológicos de los telediarios, pues a pesar de los satélites y los mapas de isóbaras, se equivocan a veces, y tras anunciar lluvias intensas caen sólo cuatro gotas. La gente de campo tira hoy de móvil y ve el pronóstico del tiempo por medio de varias fuentes y aún así, sigue mirando al cielo para ver si las cumbres de la sierra están medio cubiertas de nubes, con alguna esperanza, o luce un sol espléndido que no augura más que sequía y escasez. Hay agricultores, viticultores, olivareros, que se están planteando cambiar de cultivo o buscar zonas más altas donde los efectos del Cambio Climático no sean tan severos.

Los registros recientes obtenidos en el observatorio de Mauna Loa, en Hawai, EEUU, no ofrecen dudas. Se hallan por encima de las 418 ppm de concentración de C02, en la atmósfera. ¿Cuál es el problema? Que hace diez años las ppm, eran 393. Y que el nivel seguro está en 350. En mi libro “S.O.S. Emergencia climática. El futuro de la Humanidad en peligro” (Utopía libros, Córdoba, 2020), recojo esta novedad sobre la información meteorológica y climática. El acuerdo de París de 2015 establece que para mitigar los efectos del Cambio Climático el incremento medio de la temperatura a finales de este siglo XXI, no debe superar los dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales. Julio de 2019, fue el mes con la temperatura media mundial más alta conocida (16,6º C). Soy optimista, no quiero ser catastrofista, pero las evidencias científicas, esas que cuatro estúpidos e ignorantes negacionistas rechazan, son las que son y no admiten discusión, entiéndase racional y verificable. En el citado libro incluyo opiniones de grandes científicos que nos precedieron como Darwin, Von Humboldt, o el norteamericano Perkins Marsh (1801-1882) quien en su obra “Man and Nature”, describe un futuro perturbador: “Si no cambiamos, el Planeta acabará en un estado de superficie destrozada, excesos climáticos, y podríamos llegar a la extinción de la especie humana”. ¡Como ven, Perkins fue premonitorio!

Desde hace años, los glaciares del Ártico y de la Antártida se reducen de forma alarmante, por el aumento medio de la temperatura. En 2007 un equipo de “Tierra y Mar” viajó a Dinamarca y Groenlandia, y los científicos daneses nos confirmaron el grave retroceso y pérdida de masa de los glaciares. En mayo de 2015 visité el Parque Nacional de los Glaciares en el sur de Argentina-Chile, en la tierra del Fuego, y los técnicos nos confirmaron el retraimiento de glaciares como el Perito Moreno, o el de Upasala. Todo ello derivado del Cambio Climático.

En 2014, la UE se comprometió a reducir para 2030 un 40% las emisiones de GEI, respecto a 1990. La UE quiere aprobar una Ley climática que recorte las emisiones en un 55%, y que el 32% del consumo final de energía, sea renovable para 2030. Alemania se plantea llegar al 65%. Esto obligará a revisar 54 leyes comunitarias que incluyen eliminar los vehículos de combustión para 2035, y multiplicar los punto de recarga de los coches eléctricos, entre otros aspectos. Tras la nefasta era Trump, la llegada de Biden a la Casa Blanca abre esperanzas en la lucha contra el Cambio Climático a nivel mundial. La pandemia de la Covid-19, se ha cobrado ya más de 3,50 millones de vidas en todo el mundo, en España, unas 80.000 víctimas. Una tragedia que seguimos sufriendo tanto en lo emocional, y en la sanidad pública, desbordada, y que requiere desde ya, de más recursos presupuestarios, humanos y técnológicos. La pandemia ha supuesto un desastre económico para miles de familias, autónomos, pequeños, medianos y grandes empresarios, muchos medio arruinados, y un mazazo para la economía en general. Y el medio rural bien lo sabe, pues ha aguantado las embestidas de la Covid, y los productores de alimentos han abastecido los mercados locales y cercanos, y otros más lejanos, para que no faltarán alimentos en tiempos de pandemia, y si esos alimentos son ecológicos, miel sobre hojuelas. Pero, ahora la prioridad es la Covid-19 y la vacunación masiva de la población española y mundial cuanto antes, aunque no debemos olvidarnos de lo que viene: El Cambio Climático. En España, el Congreso aprobó en mayo de 2021, la primera Ley de Cambio Climático y Transición Energética que establece objetivos para la plena descarbonización de la economía en 2050, sustituyendo los combustibles fósiles por energías renovables. En 2030 se prevé en España un consumo final de energía de un 40% de renovables. La ley contempla una revisión al alza de sus objetivos para 2023, que para algunos grupos políticos son insuficientes.

El proyecto estratégico “España 2050”, presentado en mayo por el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, plantea objetivos a largo plazo en educación, sanidad, empleo, fiscalidad, servicios sociales, vivienda, pensiones, y medio ambiente, con atención especial al Cambio Climático. Los expertos y científicos que lo han elaborado señalan que en 2050 habrá que reducir en un 90% las emisiones de GEI, y el 10% restante tendrá que ser compensado con sumideros, como bosques. Lo expertos avalan reducir un 23% las emisiones en 2030, tal como figura en la Ley de Cambio Climático aprobada. También apuntan la necesidad de un cambio en el estilo de vida que pasa por disminuir la ingesta de proteínas animales, reducir la generación de desechos, la compra de móviles y sustituir los vuelos de trayectos que puedan realizarse en tren en menos de dos horas y media.

En Andalucía, disponemos desde octubre de 2018 de una Ley de medidas frente al Cambio Climático y para la transición a un nuevo modelo energético en Andalucía, que fue pionera en España, junto a Cataluña y Baleares. En el preámbulo, la Ley andaluza establece que la Administración pública debe asumir un papel ejemplarizante, junto a las empresas. El 1 de diciembre de 2020, el Gobierno de la Junta (PP, Cs) aprobó un decreto ley que modificaba la Ley 8/2018 de 8 de octubre, aprobada por el PSOE, para que los proyectos de compensación de emisiones afecten no sólo a terrenos de titularidad pública, sino también a los privados. Esto levantó un revuelo entre grupos conservacionistas y ciudadanos, y hubo fuertes criticas a la Junta por entender que se abría la veda para el desarrollismo turístico en nuestras costas y en el interior, al rebajar las exigencias de impacto ambiental, que cualquier proyecto necesita si queremos proteger el Medio Ambiente y nuestros paisajes naturales. Me pregunto si las diferentes Consejerías implicadas tienen en cuenta esa Ley de Cambio Climático de la que dispone Andalucía. No dudo de que se estén haciendo cosas, pero me temo que la aplicación de esa ley no está entre las prioridades del Gobierno Andaluz. Y es grave, no tomar decisiones de emergencia climática. No imagino una Andalucía interior vaciada, pero sino actuamos ya, para mitigar el Cambio Climático, peligrará la supervivencia de muchos pueblos y ciudades, y de las futuras generaciones. Y el medio rural andaluz tiene un valor incalculable de conservación ambiental, paisajística, montañas, ríos, bosques que absorben C02, y sobre todo su gente, esa noble gente, mujeres, hombres, niñas, niños, abuelas, abuelos que habitan en nuestros pueblos a los que no se les puede dejar desamparados, para afrontar su futuro, que es el nuestro.