La defensa de Triana en el siglo XXI

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“La defensa de Triana”(2015) fue una muestra fotográfica expuesta en el Mercado de San Gonzalo, que está en la plaza de San Martín de Porres. Allí se encuentran también las calesitas de la familia León, cuyo permiso municipal se firmó nada menos que el 18 de julio de 1936. Más de ochenta años de historia que casi borra de un plumazo la Gerencia de Urbanismo con un plan de remodelación que incluía plazas de aparcamiento en 2017. Se salvaron gracias al movimiento vecinal que respaldó la iniciativa de José Luis León, nieto del fundador. Sobre los metros de raíles que conserva la calzada de la plaza, regresó también hace unos años el antiguo tranvía. Es interesante este lugar porque cada mañana despierta con el bullicio propio de quienes “hacen mandaos”: plaza de abastos, panadería, academia de peluquería, veterinario, centro de salud, colegio, comercios locales desde zapatería a textil y hasta puestos ambulantes de flores y aceitunas. Hay quien hace parada en el tempranero bar la Estrellita o más tarde en Casa Ruperto, igual que hasta hace bien poco también se pedían churros en la cafetería La Esperanza, que ahora ha sido engullida por la obra hotelera que alterará el sentido de este edificio histórico. Junto a Fotos Gasán, lo que queda de la juguetería El Turia, que ha cerrado sus puertas por la crisis dejando en la persiana una larga nota de reivindicación:»Nos vamos luchando por nuestro barrio socialmente hasta el último día». Como respuesta, numerosas cartas improvisadas de despedida pegadas en el cristal.

“La defensa de Triana” tuvo en cuenta todo esto. Se comprende la defensa en alusión al muro que mitigaba las consecuencias de las inundaciones y que delimitaba la capital, pero la ubicación de la muestra nos hacía pensar también en la necesidad de defender la barriada como unidad social. La exposición me pareció novedosa por lo que tenía de evocativo, porque no entendía el patrimonio fotográfico del barrio para ser contemplado como un fósil, sino para ser vivido en primera persona por el propio vecindario, en su contexto y desde la cotidianidad de una plaza de abastos. Por esta vez, el discurso se alejaba incluso físicamente de la consolidada estampa de Triana como postal urbana, que olvida la pieza ineludible que convierte al elemento arquitectónico en barrio: su gente.

Una de estas barriadas de defensa es El Turruñuelo, tres calles que en otro tiempo albergaron principalmente a familias obreras dedicadas a los oficios de la Expo del 29. La tipología de estas viviendas se conserva a duras penas porque las casas de doble planta unifamiliares no rentabilizan lo que hoy supone una inversión millonaria en este suelo. Todavía sigue en pie el Corral del Leopoldo, el último de la barriada y uno de los pocos que quedan en Triana. No durará mucho, porque el pasado 15 de diciembre se formalizó su venta gracias a un trato entre los antiguos propietarios y la promotora inmobiliaria Habitat. Probablemente cuando estas líneas se publiquen, este corral centenario ya habrá sido pasto de la piqueta.

Cuando se habla del éxodo vecinal en Triana, habitualmente se aborda desde la experiencia de los corrales que formaban parte de su núcleo histórico, pero la realidad se extiende hasta su periferia, concretamente en el área de defensa. Me voy a permitir reconstruir uno de estos episodios desde la historia familiar, por lo que tiene de paralela con el presente y porque mi padre vino al mundo en la barriada de la Dársena, en una de las casitas del patronato construidas sobre el antiguo cementerio de San José. Si caminásemos en línea recta desde la Dársena, pasando por el Turruñuelo, en cinco minutos llegaríamos a la calle Manuel Arellano, donde está la casa de mi abuela, dentro del Hotel Triana. Para transitar de un extremo al otro de esta línea imaginaria, mi familia necesitó once años de escala forzosa en un recién inaugurado Polígono Sur. Cedida desde el inicio sin derecho de venta, la Dársena fue literalmente expropiada para su especulación. Esto, sumado a las continuas riadas provocadas por la canalización del Guadalquivir y a las escasas condiciones de habitabilidad de las viviendas, facilitó el éxodo de un vecindario amparado en la esperanza de un futuro mejor. Las falsas promesas que atraviesan la historia de la Dársena, fueron el motor de lucha de algunas familias que se empeñaron en recuperar Triana, las que por resistencia nunca se fueron y otras pocas, como la mía, que consiguieron volver.

La protección de la que gozan hoy las familias del Hotel Triana es azarosa porque realmente es su arquitectura regionalista lo que protege el PGOU, herramienta municipal que custodia edificios de gran valor patrimonial. Es esta la circunstancia que ha permitido conservar también de manera digna una forma de vida con base en una sólida convivencia vecinal. No queda otra en un espacio cuya distribución en corredores invita a pensar en común, aunque sea para colocar las cortinas cuando se acerca el verano o engalanar el espacio con mantoncillos en época de Bienal. Desde luego, ni esto ni curarle las rodillas a la niña de tu vecina porque se las ha raspado jugando en el albero del patio –en las batallas de naranjas que hacíamos hasta su pavimentación, primer arboricidio que recuerdo-, son los criterios que imperan para la protección del espacio, pero no sería descabellado pensarlos si se entendiesen los modelos de ordenación urbana desde una fórmula profundamente ligada al desarrollo de sus habitantes. Tampoco si contemplásemos que el patrimonio de las ciudades, más allá de su estética, va también ligado a las formas de vida.

De ser así, el Corral del Leopoldo, antigua vaquería, no habría sido vendido a una inmobiliaria propiedad de Bain Capital Credit y presidida por Juan María Nin, destacado miembro del sector financiero español e internacional, que lleva ocupando más de tres décadas cargos de dirección en La Caixa, Sabadell, Banco Santander, Banco Central e Hispano Americano, así como consejerías de Cepsa, Gas Natural y Repsol, entre otras. “Dios probablemente creó el mundo como privado y el hombre lo hizo público”, cita en su libro y parece que asumiendo ese rol de Dios se ha fijado en Triana, porque va a invertir trece millones de euros en una promoción de 49 viviendas de lujo en lo que considera un gran avance para su estrategia de consolidación en Andalucía, tal como advierte en su web. El suelo del Corral del Leopoldo no era público, pero el derecho de venta recaía en un par de familias que todavía residían en él. Teniendo en cuenta la edad y el perfil socioeconómico de las vecinas y vecinos históricos de los corrales, así como la política del desinterés que opera en esta ciudad cuando se trata de las clases populares, finalmente no es de extrañar el éxito de la maniobra «comprar baratito y vender carito» que explicaba tan bien aquella letra sobre la especulación, a pesar de que estas familias llevaban años de resistencia.

Sevilla 2000 es la inmobiliaria que colaborará con Habitat para la comercialización de estas 49 viviendas. Lo de la exclusividad en el barrio les pilla con experiencia porque también promocionan el complejo Triana Park, cuyas viviendas ofertan en su web por 395.000€ + IVA. No estaría de más señalar que mientras Sevilla sigue vendiendo autenticidad al mundo y el precio de sus viviendas de lujo crece el doble que la media nacional[1], obviamos que en el mismo escaparate se encuentran tres de los cuatro barrios más pobres del país.

Si en el caso de Triana le añadimos las numerosas licencias para inmuebles turísticos y las continuas presiones sobre alquileres de renta antigua que se han cebado con los usos históricos de edificios emblemáticos, especialmente en el área de San Jacinto y el Altozano desde su peatonalización, parece que precisamente la autenticidad es lo que sobra.

“A todos aquellos que creen, por cómoda ignorancia, que Triana es solo un recuerdo histórico”, fue la cita de apertura de una guía de 1989[2] que se mostraba ilusionada al mundo ante una inminente Triana turística en la antesala de la Expo 92. La Historia nos ha devuelto un barrio devorado por su propia réplica de souvenir. Urge una defensa que permita dignificar lo que queda de vida bajo el antifaz de costumbrismo inerte confeccionado por la alianza entre el capital privado y las instituciones públicas. A menos que queramos dar la razón a los cómodos ignorantes.

[1] https://elcorreoweb.es/sevilla/el-precio-de-las-viviendas-de-lujo-en-sevilla-crece-el-doble-que-la-media-nacional-BX6303838

[2] Ángel Vela Nieto, “Triana en tres Tiempos (Guía sentimental del arrabal)”.