Como era de esperar, tras el acuerdo para crear un espacio electoral en Andalucía entre Podemos e IU, algunos grupos que se autodefinen como andalucistas y de izquierda (qué debemos entender hoy por «andalucista» y por «izquierda» rebasa las posibilidades de este breve comentario) se han apresurado a expresar su «alegría y esperanza» ante dicho acuerdo y su disposición para incorporarse a ese espacio. O sea, para legitimar una alianza electoral que es resultado de la negociación entre el partido que hasta hace poco fue la muleta necesaria para que el PSOE siguiera gobernando Andalucía y la sección andaluza de un Podemos en horas bajas (por razones que aquí tampoco podemos desarrollar). La presencia andalucista le daría un toque verdiblanco que tanto a IU como a Podemos les vendrá bien.
Habría que preguntar a esos andalucistas si creen que lo que llaman, con desmedido optimismo, «reconocimiento político de Andalucía» por parte de Podemos y de IU significa que estos dos partidos reconocen el derecho a decidir del pueblo andaluz en todos los ámbitos (económico, cultural y político) y se han convertido entonces en soberanistas o si de lo que se trata es de la re-emergencia de una especie de «Convocatoria por Andalucía», que ya tuvo la trayectoria que tuvo aunque muchos también la saludaran en su momento «con alegría y esperanza». Uno de los errores históricos del andalucismo político ha sido entrar en alianzas electorales o parlamentarias con partidos estatales o sus delegaciones en Andalucía, haciéndolo siempre en posición subalterna como instrumentos para visibilizar lo que no existía y entiendo que hoy tampoco existe: el reconocimiento por parte de partidos estatales de Andalucía como sujeto político soberano. En este caso, como todo lo importante está pactado ya entre IU y Podemos, la presencia andalucista serviría fundamentalmente para poner la nota de color verde-blanca-verde.
Me temo que va a haber mucha competencia entre grupos autodefinidos como andalucistas o nacionalistas -de izquierda, faltaría más- para ser admitidos en el espacio IU-Podemos y para conseguir que en las listas electorales vaya algun@ de sus miembros en puesto de salida. Eso sí, seguro que tendrán buen sitio en los mítines para que se vean bien las banderas y hagan de animadores (¿palmeros?) de la fiesta. Pero ni siquiera habrá tres ejes políticos (Podemos, IU y Nacionalistas) sino solo dos (Podemos e IU), si acaso con algunos satélites. Y conste que tampoco planteo una plataforma electoral de grupos de «demostrada pureza andaluza» o algo por el estilo. Hoy por hoy, pienso que esto no llevaría a ningún sitio.
¿Qué hacer entonces? Por una parte, profundizar la implicación de los soberanistas andaluces (confederalistas, federalistas o independientistas) en los movimientos sociales y en las luchas concretas de nuestro pueblo andaluz. Cualquier confluencia debería partir de ahí o será artificial y estéril. Por otra, allí donde se den las condiciones para ello, constituir agrupaciones o plataformas electorales a nivel municipal sobre programas y objetivos concretos, definidos con claridad y que hagan avanzar la conciencia soberanista y de rechazo al Sistema. Frente a los simples pactos por arriba, confluencias por abajo.
Ya sé que quienes tienen mucha prisa se ponen de los nervios cuando hay elecciones a la vista y pretenden forzar los tiempos. Pero incluso en este nivel electoral, nada medianamente transformador será posible si no es sobre un cambio previo de al menos una parte de nuestra sociedad. Con otras palabras: sin transformación de las conciencias mediante experiencias prácticas con una lógica distinta a la que es hoy dominante y mediante una adecuada pedagogía, cualquier cambio propiciado por elecciones -incluso si fuera posible, que no lo creo- sería un espejismo transitorio. Una vez más, habría que recordar aquella frase de que la paciencia (una paciencia que no equivale en modo alguno a pasividad) es revolucionaria.