Dice Juan Espadas, alcalde de Sevilla en el último mandato y que se presenta a la reelección con promesas del tipo traer al Papa Francisco a Sevilla, que cambiaría “los éxitos que ha conseguido por haber sido capaz de transformar la realidad social de los tres barrios más pobres de la ciudad«. Y lo dice así, sin darse importancia, como con humildad, como si fuera verdad, como si se presentara por primera vez a la alcaldía con ese noble objetivo, como si no hubiera sido el alcalde de Sevilla con listas de espera de nueve meses para los servicios sociales (esos sitios a los que acuden, como escribió Eduardo Galeano, “los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada… Que no son aunque sean…”), como si nada tuviera que ver con las dos huelgas en el último año de quienes trabajan en los servicios sociales dependientes del Ayuntamiento de Sevilla. Lo dice como si fuera verdad, pero miente. Él lo sabe y quienes venimos denunciando la otra Sevilla, la ignorada, la invisible, la que está harta, también.
Cuando llegó al poder asumió, sin despeinarse, demandas de los colectivos por el derecho a la vivienda. Le pareció oportuno aceptar muchas propuestas incluso con el mismo nombre que se demandaban. Así pasó con la Oficina Municipal por el Derecho a la Vivienda (OMDV), la que vendieron como si fuera algo real que daría respuesta a las necesidades de vivienda de la población de Sevilla. Hicieron una campaña para que pareciera que era verdad, para demostrar que habían aprendido el mensaje de la sociedad movilizada y organizada. Lo llamaron “OMDV: Un derecho como una casa”, aunque en realidad fuera propaganda sin escrúpulos, vender humo. Y lo hicieron con ese aplomo y con esa poca vergüenza que tienen quienes saben que todo vale para perpetuarse en el poder. También lo hizo como si fuera verdad, pero mentía y ahí están los datos para quienes quieran contrastarlo.
Son dos ejemplos de cómo se hace política, de cara a la galería y pasando totalmente de las personas excluidas en el día a día. Pero no pasa nada, lo importante es lo que parece, lo que entra en el imaginario de muchas personas. Promete, que algo queda.
Y la nueva Junta de Andalucía, la del PP, Cs y Vox, no tiene entre sus prioridades actuaciones especiales para luchar y erradicar la exclusión, en eso se parece mucho a la antigua: estaban y están en el poder para otras cosas.
Rocío Ruiz, consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, no tiene prevista ninguna actuación especial para atender a las personas más empobrecidas y que han quedado al margen en una sociedad fuertemente fragmentada. Ninguna partida presupuestaria especial y con carácter de urgencia pues, para ella, como para quienes estaban antes, la emergencia social en Andalucía solo existe para los informes sobre pobreza y exclusión que no dejan de publicarse.
Bueno, esto es lo que hay desde las administraciones. Está claro que la filosofía de Nelson Mandela que decía que “una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada” no es su guía política. Está claro que nada se puede esperar de quienes están en el poder y que solamente desde la organización y el empoderamiento de la población se podrá cambiar esta realidad política que es perversa y que tanto daño, por omisión, produce.