Luces en la obscuridad

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Al compás de los tiempos me voy a escribir sobre alguna luz que rompe la oscuridad mayoritariamente imperante. No me refiero al desarrollo de la epidemia que sufrimos, sino al virus del autoritarismo y el fascismo que se extiende por la sociedad hispana. No tanto a escala electoral sino, y lo considero más peligroso, a nivel ético e intelectual. Lejos quedan ya los días en los que el mantra era antes la salud que el dinero. Ahora, hasta los que serían sacrificados en el ara de la economía, ponen a ésta por delante de la sanidad. Por muy cocinada que esté no deja de ser estremecedora que los madrileños sigan prefiriendo al PP a pesar del espectáculo que está dando que levanta los vellos de punta.

Voy a referirme a la tormenta en un vaso de agua que ha levantado en Cádiz con motivo de la reaparición de las intenciones municipales de cambiar el nombre al estadio municipal de la ciudad. Como es bien sabido se llama Ramón de Carranza un cacique conservador que se entregó en cuerpo y alma a la preparación del golpe de Estado de julio de 1936 y después, presidiendo la comisión gestora municipal nombrada por las autoridades militares golpistas, encabezó la depuración de los trabajadores del ayuntamiento: casi 500 de los que más de una treintena perdieron también la vida.

El reciente fallecimiento del futbolista y periodista Michael Robinson llevó a que desde las redes sociales, por iniciativa del historiador Santiago Moreno, se difundiera la idea de ponerle el nombre del campo de fútbol para así retirar del espacio simbólico público a tan poco ejemplar personaje y, de camino, cumplir con las leyes de Memoria Histórica. El debate no se hizo esperar. Saltaron peñas cadistas, la prensa en papel local –alineada siempre con la derecha- y otros opinadores desde El Palillero, aunque esta vez, a diferencia de cuando pasó lo mismo con Pemán, la calle Ancha ha guardado silencio. Los comentarios de los lectores de esa prensa y en las redes sociales se dieron fuertes golpes de pecho y tocaron a rebato para defender el nombre de “toda la vida” del campo. Hubo incluso quienes amenazaron con proponer ponerle el de Teofila Martínez, antigua alcaldesa del PP, actual delegada en la Junta de Obras del Puerto y, a su parecer y el nuestro, digna sucesora del viejo cacique local. Aunque predominó llamarlo “Carranza”, sin referencia personal. Algo propio de la “derechita acomplejada” que decían los de Vox antes de su paulina conversión. Como también las hubo, recogida de firmas incluida, los que apoyaron con entusiasmo el cambio y propusieron nombres como el del futbolista “Mágico” González o el del chirigotero, autor del himno oficioso del equipo, Manuel Santander.

Sin embargo la tormenta no ha pasado de un vaso de agua de cuarto de litro. Es más, no ha sido, como en otros tiempos, un ataque ofensivo, inmisericorde, lleno de la prepotencia de quien se siente en posesión de la verdad absoluta. Todo lo contrario: ha sido defensivo. Han predominado los lamentos, las acusaciones de sectarismo y rencor y las propuestas. ¡Ah! se me olvidaba, hasta se ha amenazado con seguir utilizando el nombre de Carranza hasta el fin de sus días. En resumen que dan por inevitable el cambio, que no se sienten capaces de revertir una decisión que ya había hecho pública el propio equipo de gobierno municipal: para cumplir la ley de memoria se iba a llamar a consulta al pueblo gaditano para que, a partir de unas propuestas, eligiera el nuevo nombre.

Ahora sólo queda que se cumpla de manera efectiva el cambio. Personalmente me da igual el nuevo nombre. En todo caso le pondría Estadio Municipal, como se hizo con el cine, o Mirandilla, en recuerdo del otro campo de fútbol que hubo en la ciudad. Lo importante es que el cambio, además de cumplir leyes, recupere un nuevo espacio de dignidad de los gaditanos. Que los espacios públicos estén ocupados por denominaciones nobles y sanas es una característica de las sociedades dignas, cultas y conscientes. No son neutrales y, por supuesto, no es lo mismo un nombre, o una escultura, de una persona o un hecho que el de otros.

La memoria histórica fue hace quince años una de las primeras grietas por las que se fue cuarteando el régimen del 78. Ahora, en medio de esta excepcional situación, debe de afirmar su irreversibilidad y aumentar su velocidad de crucero. Sobre todo porque las tentaciones autoritarias están más presentes que nunca. Como la recomposición del viejo régimen a partir de sus patas clásicas: PP y PSOE. Ya se sabe que los momentos de grandes crisis son los de las grandes oportunidades. Sólo que el turnismo ahora, como ya hemos visto en comunidades gobernadas por el PP, tal que Andalucía o Madrid, está a expensas de una extrema derecha montaraz, inculta y falta de cualquier escrúpulo. Pienso que muchos, en estos dos meses hemos aplicado la doctrina del mal menor. No hace falta explicarlo, creo.

Cuando comencemos a salir las presiones se redoblarán. Volverán las tentaciones a reproducir un sistema que tantos réditos para el capital ha dado en las cuatro últimas décadas y hasta las leves rectificaciones como las que vivimos para evitar el colapso total, se arrumbarán. Estos días le llevo dando vueltas a si las burocracias partidarias de centro izquierda –PSOE-Podemos- deberían devolvernos el favor y, tal como hemos hecho creo que muchos, taparse la nariz estos meses, llegar a un acuerdo para presentar una lista electoral única con la que impedir el trifachito que se vislumbra en el horizonte. Sólo pensarlo los vellos se me ponen de punta y hasta, lo escribe un abstencionista desde 1977, me pensaría utilizar mi voto útil. Útil para todos, no para unas burocracias.