Más allá de categorías jurídicas: soberanía y poder popular

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La ruptura nacional que está encabezando Cataluña dentro del Estado se enmarca dentro de una ruptura social y crisis de régimen, con mayor motivo en un Estado que se está convirtiendo en uno de lo más desiguales de Europa. Esto ha supuesto que se haya ido abriendo en Cataluña una ventana de oportunidad política para una presión creciente a favor de la convocatoria del referéndum en torno al derecho a la independencia.

La crisis de régimen y el proceso constituyente que se estaba abriendo en el Estado español en su conjunto, con diferencias en tiempos y espacios, tras el 15-M, se vio paralizado con el ciclo electoral y el paso protagonista de las fuerzas político-institucionales. Por eso deberíamos tener una cosa clara: si paralizas el proceso por un objetivo común, surgen las disparidades. Esto es lo que está pasando en parte de las organizaciones autoreferenciadas del cambio, donde gran parte de sus dirigentes se están situando en una posición equidistante, criticando con fuerza la acción represiva del Estado y del nacionalismo español, pero negando a la gente su capacidad de organización y decisión más allá de las instituciones y marcos proporcionados por la legislación vigente.

Las fuerzas del cambio y las izquierdas del Estado español deberían tener un objetivo común: romper con los candados del Régimen del 78 y la construcción de un proceso constituyente. Más allá de esto, hay que ser conscientes que los tiempos no son ni van a ser iguales,y no se van a compartir todos los paradigmas posibles. En este momento decisivo, de un claro proceso destituyente/constituyente y por lo tanto de ruptura con el Régimen del 78, dependemos claramente del momento subjetivo. Es decir, no debemos “esperar” la llegada de este; no hay ningún momento en el proceso histórico donde la posibilidad de un rol activo de los momentos subjetivos esté completamente ausente.

Contra posicionamientos contemplativos y fatalistas del momento, las fuerzas transformadoras deberían entender el rol activo y consciente del momento subjetivo. El reconocimiento como fuerzas del cambio y democráticas requieren la afirmación de convertirse en un sujeto político capaz de transformar la realidad, y no solo de gestión de lo posible dentro de un sistema y régimen autoritarios e injustos. Y si no se es capaz de ocupar este papel con el que muchas personas apoyamos estas fuerzas desde su nacimiento, al menos que no se pongan trabas a quienes lo están ejerciendo.

No se debe caer en el falso dilema soberanía y democracia versus identidades nacionales. Las sociedades son muchos más plurales hoy en día y en ella conviven diferentes identidades nacionales. No es cuestión de construir una Europa más social, sino otro modelo civilizatoriobasado en la plurinacionalidad, multiculturalidad, democracia, autonomía local, ecología social y feminismo. Esta sería la solución a la configuración de la Europa construida en base a unos cuerpos marginados respecto a la Europa del capital, la guerra y el Estado-nación.

Más que en el independentismo, hay una amplia mayoría catalana que se reconoce en el soberanismo y, dentro de este, se encuentran independentistas, confederalistas y, en menor medida, federalistas. Hay una cosa clara con el federalismo: sólo es posible federar mediante un pacto entre Estados que ya existen. Es decir, es preciso primero nacer como Estado para después (con)federalizarte.Si no renuncian a su soberanía, será un Estado confederal y, si la pierden, federal.

El debate político de fondo debe ser entorno a las soberanías. La soberanía no es una cuestión de independencia sí o independencia no. La soberanía es el núcleo, el centro del debate político que debemos tener las clases populares en el conjunto de Estado español (y en el conjunto de Europa). Más concretamente, debemos enfrentarnos a la actual situación de falta de soberanía: no decidimos nosotras sino que deciden por nosotras instituciones no democráticas. Esa es la cuestión central. Con lo cual, la soberanía no se construye únicamente obteniendo un marco nacional propio, o una nueva constitución. Esos pueden ser instrumentos que ayuden en algunos casos a recuperar soberanía para la gente, a blindarla de la intervención de otras instituciones o de otros mercados y poderes económicos, pero la soberanía no se da por una simpleindependencia de un estado.

El objetivo, por tanto, no debe ser reivindicar la formación de un estado propio per se que repita los problemas de los estados actualmente existentes, cada vez más caracterizados por un vaciamiento de la soberanía. Más, bien se trata de profundizar en la construcción de un poder autónomo, capaz de conseguir altos niveles de participación, en forma protagonista y con voz propia, en el debate sobre los problemas que nos afectan y en la toma de decisiones acerca de ellos.

La independencia de Cataluña es una oportunidad de más y mejor democracia, porque no se puede hablar de derechos sociales sin hablar de derechos políticos, y no se puede hablar de derechos políticos sin hablar de autogobierno, de una democracia participativa, y de relato común. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.