Las niñas de Cádiz son un grupo de teatro cómico que, como se dice por aquí, si no lo conoces ya estás tardando. Este año han sido galardonadas con el Premio Max de teatro al Mejor Espectáculo Revelación por su obra “El viento es salvaje”. Se trata de una recreación gaditana de Fedra y Medea, que mezcla elementos clásicos del género con otros del campo del humor para invitarnos a reflexionar sobre el mundo pasional.
En su discurso de agradecimiento Ana López Segovia se acordó como siempre de su Cádiz natal, pero lo que más me gustó y sorprendió fue el elogio que hizo de los acentos. “… y desde luego con este acento que yo tengo. Vivan los acentos, sean de donde sean. El acento es cultura. Viva la cultura popular».
La frase es corta pero es densa. En primer lugar, reconoce que ella tiene un acento muy particular y que “pese a ello” ha sido premiada con este premio. En segundo lugar, lanzó una alabanza a los acentos, pero sobre todo a la diversidad de ellos, que es donde se encuentra su riqueza. Asistimos a la consolidación de los entornos sociales, económicos, culturales y políticas cada vez más colaborativos, diversos y flexibles donde muchas generaciones y nacionalidades, en el amplio sentido de la palabra, conviven. Las fronteras se están difuminando por un lado, pero por otro eso no impide que crezca y se proteja con fuerza lo propio, lo endógeno. La diversidad multicultural se ha impuesto como herramienta estratégica. En este campo tu acento es una realidad que hay que conocer, cuidar, proteger difundir. Porque el acento es cultura y esta es todo lo que aprendemos, todo lo que tenemos, todo lo que forma parte de nuestro patrimonio. Y remata Ana López con un “Viva la cultura popular”. Hemos pasado de una época no muy lejana donde había mucha gente que se avergonzaba de ser mujer, andaluza, de Cádiz, tener su acento propio y rechazar a la cultura del pueblo a otra donde hay una tendencia muy potente que viene defendiendo todo lo contrario. Recuerda la contestación que le dio Roberto Leal por twitter a una seguidora cuando se metió con su acento: “Ya que hablo rápido, le escribo lento para que me entienda. Dolores, Andalucía es mi tierra. Yo soy del sur y este es mi acento. Del cual no solo no reniego sino que estoy muy orgulloso de él. ¿Se me entiende?»
Escribía que me habían gustado bastante esas palabras porque representan buenas noticias en medio de la incertidumbre absoluta que nos ha instalado esta crisis loca en la que vivimos. Hablamos de teatro, de diversidad, de cultura popular. Ante la incredulidad de lo que está ocurriendo con los espectáculos de masas estamos asistiendo un desgaste soterrado de la microcultura. Pedro Simón dice en el Mundo: “España es ese extraño país donde -después de una catástrofe sin precedentes- se reanuda el campeonato de fútbol antes que las clases en la universidad, donde se prioriza la apertura de los bares antes que la de los colegios, donde te dejan quitarte la mascarilla si pides una de calamares en una terraza pero no si estás delante de Lorca en el aula, donde hay un plan milimétrico para entrar y salir de la playa y sus chiringuitos… pero luego -mientras nos quitamos la arena de los pies en el peaje, ay- nadie tiene ni repajolera idea sobre qué hacer con la vuelta a las aulas”. En los pueblos andaluces este verano se ha repetido, más de lo que debiera, un fenómeno muy curioso. Ante la facilidad de propagación del miedo al dichoso virus, lo primero que han prohibido las autoridades pertinentes han sido los pequeños espectáculos culturales públicos ya programados, mientras que los privados persistían y el turismo se le consideraba la gallina de los huevos de oro, muchas veces asustados por unos impresentables que utilizaban las redes sociales para amedrentar al personal y conseguir que este tipo de eventos se suspendieran, con objetivos políticos y partidistas muy claros. Por eso en medio de esta pandemia generalizada me ha alegrado este triunfo de un grupo femenino, gaditano, popular y que defiende la diversidad de acentos. Esa que entra dentro del cómputo de los fenómenos amenazados. Porque los enemigos de la cultura popular saben que son buenos tiempos para atacar a colectivos como LGBTIQ+, asociaciones pro recuperación de la memoria histórica y democrática, ecologistas, pacifistas… y ese largo etcétera que no entra dentro de lo que ellos consideran políticamente correcto.
Por eso insisto en que es muy buena noticia esta defensa, y la repercusión que ha tenido, que hacen las niñas de Cádiz de su acento, como una postura progresista ante la vida, como un hartazgo ante el avasallamiento de algunos indepedentistas, supremacistas, pijitos del bien vivir, elitistas del barrio de Salamanca, guionistas, creadores de opinión… que no sólo están convencidos de que su acento es el único,”el better”, sino que el nuestro es cosa de pobres, simples, de flojos y de “juerguistas”… Les diría que ahora vayan y vean “El viento es salvaje”.