El pasado 10 de diciembre, día universal de los Derechos Humanos, más de un millar de personas nos echamos a las calles en Sevilla para exigir una vida digna y que los derechos sean para todas las personas y no el privilegio de unas cuantas. Allí estábamos luchando por causas difíciles pero que, como dijo Diamantino García, son causas tan justas que algún día las conseguiremos.
Sevilla es en estas fechas un escenario con luces y tiendas, un parque temático del consumismo y una ciudad que parece no tener problemas y emergencias sociales. No parece la ciudad en la que dos personas han muerto en la calle en apenas cinco días el pasado mes de octubre. No parece la ciudad con los recursos sociales saturados y con una parte muy importante de la vecindad abandonada a su suerte en el más absoluto desamparo.
La capital andaluza, como otras muchas ciudades de nuestra tierra, se alumbran para intentar tapar a las 865.000 personas que están en paro (21,83%) de las que nos da cuenta la última Encuesta de Población Activa (EPA) del pasado mes de noviembre. Se ponen luces y se vende una supuesta armonía en la Andalucía que tiene 11 de las 15 ciudades con más paro del Estado. “Ya es Navidad”, dice ridículamente y por su cuenta cada noviembre el Corte Inglés. A los Ayuntamientos andaluces, que pareciera que no tienen otra idea más interesante que convertir los centros de las ciudades en cortes ingleses, les gustó la idea. Decoran la ciudad, crean ambiente navideño y ponen todo su empeño en que nada pueda romper la belleza y el buen rollo que nos quieren transmitir aunque 11 de los 15 barrios más pobres de España sean andaluces. Todo irá bien mientras aguante el decorado y haya figurantes que hagan las veces de atrezo humano que den calidez a la farsa.
Pero hay otra Andalucía, la que lleva los derechos por bandera y que se manifestó el pasado 1 de diciembre en Córdoba convocada por la Plataforma Andalucía Viva. La Andalucía que sabe que o se remanga y lucha, o seguirá estando a la cola de una Europa cada vez más insolidaria y displicente. La Andalucía que soñó Carlos Cano y que ocupó el quehacer de Diamantino García cuando luchó por dignificar la vida de quienes malvivían de su jornal en el campo y de quienes malvivían en las chabolas. La Andalucía que es consciente de que estamos en la misma barca y que de nada sirve pintarla, por bonita que quede externamente, si las maderas están podridas.
“¡Menos luces y más Derechos!” se gritó en las calles de Sevilla. Pues eso, menos estética superficial y engañosa y más dignidad y derechos para todas las personas.