Ojalá que en este año dejemos atrás la pandemia que tanto dolor y sufrimiento está causando. Ojalá que pronto podamos volver a besarnos y tocarnos. Ojalá la nueva vacuna nos inmunice contra el bicho.
Ojalá, también, que nos pongamos la dosis de recuerdo de la vacuna que nos da la vida -a través de la memoria, la historia, los libros o las personas- para que los bichos del odio, la xenofobia, la mentira, el racismo, el machismo, el clasismo o el fascismo no hagan más daño a la humanidad. No vale no actuar y decir “soy neutral” cuando se están vulnerando los derechos humanos, cuando se está pisando la dignidad humana. No basta con no ser fascista, hay que ser antifascista.
Necesitamos vencer los virus que nos quieren inocular a cada momento y es necesario saber de dónde vienen. Es imprescindible identificarlos y no dejarles que acampen sin más. Tenemos que protegernos mutuamente y lo tenemos que hacer en la época histórica que nos ha tocado vivir. No somos una excepción en la historia. Cada época ha tenido sus dificultades y hemos necesitado de la perspectiva para ver más claro lo que siempre fue claro aunque en su momento no se viera así. En nuestra época nos ha tocado vivir con las redes sociales que son capaces de lo peor y de lo mejor y esto es así porque en la personas está lo mejor y lo peor (la mano que acaricia no es muy diferente, en principio, de la que acuchilla). Vivimos una época en la que no es fácil un diálogo sosegado, es difícil encontrar personas circunspectas y más bien nos encontramos con personas recién convertidas a una secta peligrosa que tienen que demostrar que son más papistas que el papa.
Pero no valen escusas, este es el terreno en el que nos ha tocado jugar y no querer jugar es dejarle el campo al equipo contario. Abandonar es perder 3-0. Entiendo a quienes no quieren jugar en un campo embarrado y con normas que no parecen claras. Lo entiendo porque yo mismo no quiero salir al campo en esas condiciones. Pero el partido se está jugando ahí también, nos guste o no. No podemos callarnos cuando se defiende el fascismo como una opción política. No podemos mirar hacia otro lado cuando gente cercana, “amigos en las redes”, manifiestan sin tapujos racismo, machismo o directamente salvajismo. Todo no vale. Nuestro silencio se convierte en complicidad. Sé que no es fácil pero debemos intentar actuar porque tenemos que proteger la dignidad humana, tenemos que defender los derechos vulnerados de las víctimas, de todas las víctimas. Y sólo hay una forma de enfrentarnos a los sembradores de odio y miseria. Debe ser desde la asertividad. Con claridad, tranquilidad y firmeza. Porque es necesario parar a los cuñados que, sin ser necesariamente cuñados, actúan como imprescindible correa de transmisión hacia la barbarie. Ojalá que otro tipo de vida, mejor y posible, se vaya abriendo paso.