La Fiesta de los Patios retrocede como celebración festiva reafirmándose, tras su inclusión en el Listado UNESCO del Patrimonio Cultural Inmaterial, como un producto turístico. Obedece a una estrategia empresarial, política y mediática: Córdoba y su patrimonio como “destino competitivo” de turismo cultural.
Procede un debate sobre el patrimonio inmaterial, sobre actividades turísticas responsables y respetuosas y sobre el protagonismo social y ciudadano en la gestión de la fiesta. Un debate que surge entre dos polos: uno, turístico-céntrico, dominante en actores empresariales y políticos conservadores que entienden “la declaración de los patios” como oportunidad para “la creación de riqueza y empleo”; argumento presente, aun con matices, en las organizaciones sindicales y políticas de izquierdas más institucionalizadas. Observan el espacio urbano y las expresiones socioculturales desde su potencial contribución al negocio turístico y de ocio, tomado como epicentro del desarrollo socioeconómico local. Otro, menos extendido, de corte patrimonialista, está presente en asociaciones vecinales, colectivos y activistas sociales y una parte del asociacionismo de patios, y expresa malestar ante la “presión turística” y la deriva de los patios y otras fiestas de Mayo.
El Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía define la Fiesta de los Patios como un ritual festivo comunal en el casco histórico, en casas-patio y en calles y plazas, con cante, baile y comensalismo colectivo. “Abrir el patio” culmina los preparativos de familias y vecindad (“vestir el patio”), con particular dedicación de las mujeres y los más mayores, para acoger a grupos que, en ambiente festivo, recalan por tabernas y patios engalanados (“ir de patios”). La afluencia de forasteros no es nueva pero la actual turistificación se inserta en lo que Hernández-Pezzi ha descrito como un “turismo cultural masivo y de bajo coste [que] ha trastocado las relaciones entre las ciudades y el turismo”, una “explotación y saqueo de rentas y derechos de la mayoría de los ciudadanos”, con nuevas “marcas de ciudad” y un “nuevo papel del patrimonio”.
Así, hay quienes manifiestan contrariedad porque los beneficios de la sobreexplotación turística no revierten en la fiesta, así como por la alteración de su carácter popular. IESA-CSIC y Cadena SER organizaron el foro “¿Qué hacemos con los patios?”, la Federación Vecinal Al-Zahara denunció las fiestas de Mayo como pretexto “para conseguir pingües beneficios económicos por parte de algunas organizaciones supuestamente sin ánimo de lucro y de entidades empresariales encubiertas (…) con la pasividad del Ayuntamiento” (Paradigma, 02/05/2018), o desde Claveles y Gitanillas, se llamó “a los cordobeses a tomar la Fiesta de los Patios, una fiesta popular antes que para los turistas” (Córdoba, 01/05/2018). Es la constatación implícita, en palabras de Isidoro Moreno, de un “proceso peligroso de pasar de ser fiestas a ser espectáculos…”
Puede haber elementos positivos en la interacción entre desarrollo turístico y patrimonio cultural: concienciación del valor del patrimonio, interés por la propia dinámica cultural, salvaguarda de expresiones en riesgo de desaparición… Pero su turistificación conlleva promoción inadecuada, banalización de significaciones identitarias o comercialización de bienes culturales como meros objetos de consumo. La propia Organización Mundial del Turismo editó el documento “Turismo y patrimonio cultural inmaterial”, recomendando la preservación de los efectos del turismo y recordando que el patrimonio cultural inmaterial es más que un producto comercial.
Tiene interés contrastar estas recomendaciones con algunas actuaciones del Ayuntamiento de Córdoba en los últimos años. La contratación (2012-2014), de una herramienta digital para distribuir flujos de personas y evitar la masificación tuvo resultados muy criticados y se dirigió a gestionar no una fiesta popular sino un producto turístico de masas. Entre 2014 y 2015 el Patio Trueque 4, un inmueble de la Axerquia Norte adquirido por VIMCORSA, fue rehabilitado como “Centro de interpretación de la Cultura Inmaterial”. Unas obras y un proyecto cerrados con pequeñas salas expositivas, una de ellas para la venta de souvenirs, sin criterios técnicos ni plazos de ejecución adecuados. Y sin tener en cuenta la participación de asociaciones de patios y del barrio.
Por otra parte, un estudio sobre los patios, financiado en 2016 por la delegación de Turismo (Izquierda Unida) fue ejecutado por la asociación empresarial FIDES (turismo, restauración, hostelería y comercio), hoy desaparecida. Diagnosis Patios de Córdoba, rubricado por el Ayuntamiento, persigue atraer aún más turistas a unos espacios masificados y en proceso de degradación. Los patios son tratados como un recurso con varios productos (rutas) y una imagen de marca. Y un “consorcio público-privado” tendría entre otros objetivos “comercializar los Patios de Córdoba”, prestar “especial atención al sector turístico”, impulsar un “producto Patios de Córdoba durante todo el año”, organizar un concurso anual, mejorar “los servicios al visitante”, gestionar la “marca Patios de Córdoba”, organizar “eventos” y desarrollar “productos y servicios”, así como “el fomento de la formación sobre el significado de los Patios”.
Los patios y su declaración como patrimonio inmaterial han sido utilizados, desde el sector empresarial y desde gobiernos locales de distinto signo, como un producto con fines turísticos y los discursos patrimonialistas no han sido sino cosméticos de una estrategia mercantilizadora. La Fiesta de los Patios de Córdoba se encuentra en una encrucijada que afecta al derecho a la ciudad, a la inserción de las actividades turísticas y sus beneficios y costes e impactos en el medio urbano, o a la participación ciudadana. Esto genera malestar y críticas en algunos sectores ciudadanos mientras otros lo admiten con normalidad, sea por conformismo o por la creencia de que los beneficios asociados a las actividades turísticas compensan sus servidumbres.
Superar esta encrucijada, aún en el supuesto de que se apostara decididamente por ello, que no está claro que así sea, conlleva recuperar la celebración festiva local -“abrir el patio”, “vestir el patio” e “ir de patios”-, desde luego acogedora a quienes quieran visitarla y compartirla, con un amplio consenso social y político, limitando su promoción turística y reforzando su difusión popular, en particular entre niños y niñas y jóvenes.
Es cuestión de convicción y voluntad política y, también, de voluntad de la sociedad civil y del conjunto de la ciudadanía. Y hay gente de los patios dispuesta a recuperar la fiesta.