Polarización

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En el interior de Grecia, en el frontispicio del templo dedicado a Apolo donde se halla el oráculo de Delfos, puede leerse: ¡Conócete a ti mismo! Séneca en «De Ira, II, 9», nos advierte: «Entre otros males a que está sujeta la naturaleza humana, uno de ellos es la ceguera del alma, que obliga al hombre a errar y le hace todavía amar sus errores». «Mi alma, por complexión interna, rechaza la mentira y detesta hasta el pensar en ella; yo siento una vergüenza recóndita y un vivo remordimiento si alguna vez se me escapa un embuste, como a veces me sucede… No es preciso decirlo todo, pero lo que se dice es preciso que se diga tal y como se piensa; obrar de otro modo es maldad». estás frases de éste último párrafo, las recojo de los»Ensayos» de Michel de Montaigne (1533-1592), filósofo, escritor, humanista, y político francés considerado el padre del escepticismo moderno.

En las fiestas navideñas y de año nuevo, las familias nos hemos reunido para celebrar, pero en estos últimos tiempos esas citas no estaban exentas de cierta prevención. Hemos procurado no hablar de política porque la polarización, palabra recién aprobada por la RAE, está en el ambiente político, social y familiar. En política, polarización es el fenómeno por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos y las voces moderadas pierden poder e influencia. Abro el periódico «El País», del último día del año, y vuelvo a hacerlo el día 1 de enero, pues como sabéis el 1 no se editan periódicos. y tras leer el titular de la información política: «La extrema polarización envenena la legislatura más incierta», reparo en una de las varias fotos que ilustran el reportaje. En ella se ve a Alberto Núñez Feijoó, Presidente del Partido Popular desde 2022, y a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Feijoó sostiene en sus manos una gran cesta de frutas, y Díaz Ayuso aplaude sonriente a su izquierda. Que el PP tome como banderín de enganche la frase «me gusta la fruta», cuando todos vimos gracias al ojo avizor de un cámara de TV que captó a Díaz Ayuso vocalizar desde la tribuna de invitados del Congreso, «hijo de puta» dirigido a Pedro Sánchez cuando éste intervino en el discurso e investidura refiriéndose a los chanchullos del hermano de la Presidenta con la venta de mascarillas en la Comunidad de Madrid, en la etapa pandémica, que se trate de frivolizar y falsear lo que se dijo «hijo de puta» por «me gusta la fruta», y que lejos de pedir perdón por la barbaridad expresada se trate de engañar al personal negando lo que se dijo, es vergonzoso, una prueba más de lo bajo que se ha caído por parte de algunos políticos en insultar, descalificar, injuriar y luego entre risas mentir descaradamente y tratar de ocultar la verdad, negándola. Las declaraciones de Santiago Abascal, en Buenos Aires, dejando caer que el pueblo colgaría por los pies a Pedro Sánchez, elegido legitima y democráticamente, por la mayoría del Congreso, es otro síntoma de la degradación de la que algunos representantes del pueblo español hacen gala, sin sonrojarse. Las palabras odiosas de Abascal fueron respondidas por Pedro Sánchez. «Hay una polarización asimétrica; aquí no hay sino gente que insulta y gente que somos insultados. Partidos que son asediados y líderes políticos que instan al asedio de esas fuerzas políticas». Tampoco estuvieron bien las carcajadas de Pedro Sánchez en la tribuna del Congreso cuando se refirió a una confusión de Feijoó citando al poeta Antonio Machado, y éste le respondió con que tenía un «tic patológico». Sánchez no suele insultar en sus intervenciones, ni faltar al respeto. Otros deslenguados y faltos de educación sí. Véase Ortega Smith dando un carpetazo ante un concejal de Mas Madrid en el Ayuntamientode la capital, y arrojándole una botella de agua. Estos individuos que confunden la convivencia parlamentaria con la bronca en una taberna de baja estofa deberían estar fuera de la política. Este vocabulario y expresiones de alto voltaje, desacreditan a la clase política. Según la última encuesta del CIS de noviembre, el Gobierno y los partidos o políticos concretos aparecen como el sexto problema nacional, con un 13,2%, incrementando en 3,7 puntos el porcentaje del mes anterior. Crece la percepción por parte de los ciudadanos de que el Gobierno y los partidos son un problema en España. Y esto no es bueno para el funcionamiento democrático. Si levantamos la vista y ponemos luces largas, la inmensa mayoría de los españoles y de la Humanidad, asistimos horrorizados al genocidio del pueblo palestino por parte de Netanyahu y sus militares asesinos. Yo como español sentí orgullo al ver que mi Presidente Pedro Sánchez fuese a Tel Aviv y le cantara las verdades del barquero a Netanyahu, siendo de los pocos líderes mundiales que se ha atrevido a denunciar la desproporcionada respuesta al ataque terrorista de Hamás, por parte de Israel, que no escucha a la ONU y desatiende la ayuda humanitaria a la población civil en una guerra. Me llama la atención que lejos de que la oposición de mi país, aplauda ese gesto de Sánchez, se posicione en contra y respalde la destrucción masiva de la franja y la muerte de más de 21.000 palestinos de Gaza. Igualmente nos horrorizan la invasión de Ucrania por Putin, y las demás guerras que en África y en otras zonas siembran muerte y destrucción de vidas humanas, territorios y paisajes. Si de verdad amo a mi país, debo alegrarme de los logros conseguidos por éste o aquel gobierno, y creo que desde la gestión de la pandemia, éste gobierno mal que les pese a muchos, ha mejorado la situación de los españoles en avances sociales y económicos. Desde 2017, se ha pacificado el ambiente social y político en Cataluña. La Ley de la amnistía traerá más beneficios que perjuicios tanto para Cataluña como para el conjunto de España. A pesar de los catastrofistas embaucadores, España no se romperá. El Tao nos dice: «Aquel que puede conquistar a los enemigos es fuerte». El mapa político está cambiando desde hace lustros. Del bipartidismo hemos pasado a un multipartidismo, con el hemiciclo más fraccionado en pequeños partidos que son decisivos a la hora de formar gobierno, y cada uno de esos partidos representa a un número significativo de ciudadanos cuyo voto es igual al mio o al tuyo. Otra cosa es que compartamos ideología o discrepemos totalmente de sus planteamientos, pero esa es la grandeza de la democracia. La polarización nos divide y nos enfrenta. Los extremismos no son buenos. El odio y el rechazo al otro, generan tensión y violencia. El espectáculo ofrecido en la calle Ferraz de Madrid, ante la sede del PSOE, por parte de individuos y grupos violentos que jaleaban a actuar contra la policía e incluso llamando a quemar la sede de un partido democrático, no es propio de una sociedad civilizada y respetuosa con las más elementales normas de convivencia social y política. Quienes alientan a la violencia contra el orden establecido, no son dignos representantes del pueblo, son extremistas dispuestos a todo con tal de satisfacer a sus egos y a sus disparatadas pretensiones antisistema. ¡Váyanse con su odio, su violencia y su xenofobia a otra parte, dejénnos a la inmensa mayoría de españoles vivir en paz!