Hace tiempo que, en cuestiones políticas, económicas y sociales Andalucía es la avanzadilla. De hecho, ha sido la avanzadilla en el establecimiento de políticas neoliberales, en la destrucción de empleo y el asentamiento de la precariedad, en la destrucción del la sanidad y la educación públicas, en el desmantelamiento de los servicios sociales, y un largo etcétera. Si a pesar de este estado de cosas las y los andaluces no solo no tomamos las calles, sino que, en la última encuesta de intención de voto, a un 36,2% de los votantes andaluces le gustaría que el Partido Único ganara las próximas elecciones, en modo alguno ello se debe, como proclama la Consejera de Educación, Sonia Gaya en su Twiter, a que «cuando se trabaja tanto para mejorar la vida de los ciudadanos, esto es lo que ocurre», sino más bien a que los desmanes políticos van acompañados sistemáticamente por un discurso, emitido desde el poder, y ampliamente difundido por los medios de desinformación afines, de negación de lo evidente, en un primer momento, y de inculpación de la ciudadanía, en un segundo momento, cuando es imposible ocultar los efectos de tales desmanes.
O sea, que se trata de establecer una dinámica en la que, primero, los y las profesionales de la política hacen un retrato muy favorecedor de sus actuaciones, con sus propios medios, o sea, un selfie y, de forma complementaria, señalan con el dedo de la inculpación a las víctimas de esas mismas políticas nefastas. Esta práctica, no especialmente novedosa, se ha puesto de manifiesto en el último mes profusamente, tanto en instancias estatales como autonómicas, con nuestra presidenta a la cabeza de las aprendices de brujo.
Los selfies manipulados
No voy a hablar, por pereza sobre todo, del favorecedor selfie que se hizo Su Majestad en el discurso de Nochebuena, ni, por las mismas razones, de los selfies, tan habituales, del gobierno del PP.
Pero no me resisto a comentar el selfie que se marcó la señora Díaz, tan incomparable como el marco que le sirvió de fondo. La Simpar explicó la elección de estos marcos incomparables – la gaseada Doñana, el año pasado, Medina Azahara, este año, por elegir un escenario a la altura de su sultanato- para «poner en valor» estos espacios y también para mostrar la «robusta personalidad» de Andalucía. Tan chusca expresión supongo que fue la mejor alternativa que encontró su artífice de discursos para evitar la peligrosa expresión «identidad», atareada como anda Ella en intentar borrarla del mapa, con la colaboración necesaria del Partido Único.
Del regodeo en el marco incomparable, pasó a la advertencia maternal: los enfrentamientos en el seno de las sociedades solo traen discordias, afirmó. Se nota que ello se evita con el asentimiento y la sumisión. Y dijo que eso nos lo enseña Medina Azahara. Si esa es la lección histórica que nos proporciona Medina Azahara, según Ella, pregunto: ¿es conveniente pretender declarar Patrimonio de la Humanidad un monumento a la discordia?
Después de esta introducción «histórica», se puso el mono de faena y entró en una metáfora constructiva, en la que habló de reformar, no de derribar, que alternó, marinera de luces, con metáforas sobre singladuras por la igualdad, de las personas, dijo, no tanto de los territorios y esas cosas a las que Ella nos tiene tan acostumbradas, a todas. No hay más que mirar las estadísticas, hasta las tramposas, para constatar que vamos, viento en popa a toda vela, por ese camino…
Y ya, consumida la mitad del tiempo del discurso, dada la fecha y el contexto, entró en el cúmulo de inconcreciones y falsedades al que el poder de San Telmo suele llamar «hacer balance».
El pórtico del «balance» fue asegurar que están haciendo un esfuerzo para mantener y mejorar los servicios públicos. Un esfuerzo baldío, a juzgar por los resultados,
Por supuesto, no solo no especificó en qué consiste dicho esfuerzo, sino que corrió un tupido velo sobre la pérdida sostenida de empleo y de calidad en servicios tan fundamentales como la sanidad o la educación.
De la sanidad pública dijo que tiene algún problemilla; lógico si se tiene en cuenta que se llevan a cabo 80 millones de actos médicos al año. Vamos que el «problemilla» es de orden cuantitativo, sin más…
En cuanto a la educación, aseguró que “Tenemos que seguir persistiendo en mejorar la educación”, gran frase, aunque de dudosa semántica y todavía más dudosa realidad. Seguida de otra, esta sí, correcta gramaticalmente, pero radicalmente falsa: que la educación es «el mejor vehículo de movilidad social» En Andalucía, la movilidad social es cada vez más inexistente o, en todo caso, el ascensor, solo tiene una tecla hacia abajo. ¿Cómo explicar si no los índices, sostenidos o en aumento, de población en riesgo de pobreza y exclusión social? Además, la educación pública en Andalucía, hace tiempo que no salva a nadie del paro, la pobreza, la precariedad, la emigración económica – ¿alguien sabe qué ha sido del plan de retorno de la Junta o habrá que preguntar a Andaluces por el Mundo?-, excepto a quienes pueden salvarse por sus propios medios.
Un clásico en los discursos télmicos -del poder y sus arrabales- es hablar, como un binomio indisoluble, de universidades y autonomía, dando a entender así que lo que suceda en ellas es algo que no tiene que ver con el gobierno andaluz, porque la autonomía universitaria es omnipotente. Ni palabra del dinero que deben, de la asfixia económica, de la precarización del profesorado y de cómo campa a sus anchas en las universidades públicas andaluzas el neoliberalismo más descarado. Porque eso hubiera sido hablar de algo real y no eran horas.
Terminó su referencia a educación afirmando que se habían tomado medidas, sin indicar cuáles. A los difuntos también se les toman medidas, antes de emprender el viaje definitivo.
Y siguió con más frases para tunear el selfie: que es necesario fortalecer la atención a la dependencia para vertebrar la sociedad, que Andalucía está discriminada en materia de financiación desde hace años… (¿Cuántos? ¿También con los coleguitas pesoístas en el poder de Madrid?)…. Agradeció al Infoca que haya apagado los fuegos que las políticas de recortes, la desidia y la mercantilización del patrimonio natural de Andalucía encienden… Bueno, esto último, como se comprenderá, lo digo yo. No Ella, que no es plan decir algo de verdad.
Y ya, para guinda del pastel, Cataluña. Autoproclamándose portavoz de sentires «muy mayoritarios», se refirió al tema en términos de «desventuras» y «enfrentamientos». Entusiasta de un inmenso futuro de amor y paz, remató el asunto afirmando que» fuera de las leyes no encontraremos nada bueno». Y lo dice precisamente Ella, en cuyo partido saben tanto de EREs, cursos de formación, financiaciones, redes clientelares, tráfico de influencias y otras yerbas. Todas fuera de las leyes, pero muy buenas para quienes las han usufructuado.
Y ya para completar el selfie, habló de sí misma y su mismidad. Que no olvida, dijo, su «condición de primera mujer presidenta de la Junta de Andalucía» algo que, sin embargo, algunas mujeres tratamos de olvidar continuamente, visto cómo nos trata y el lugar en el que nos deja. Y se refirió a la injusticia, discriminación y violencia que padecemos las mujeres, sí. Pero me atrevo a pedirle a la Primera Presidenta que use su condición para algo positivo y, armada de esa sensibilidad que dice tener, trabaje por la erradicación de la violencia económica estructural que padecen tantas mujeres andaluzas. Que controle los convenios en los que se asienta su discriminación salarial, que vigile las condiciones laborales que provocan precariedad en las andaluzas, empezando por la propia Administración, que mire a Islandia, ya que le gusta tanto mirar afuera. Que ponga los medios para acabar con la violencia de la justicia patriarcal – ¡pobre Juana-, y, en fin, que si todo esto le resulta de verdad tan insoportable, en la reforma de la Ley contra la Violencia de Género-Machista (llamemos a las cosas por su nombre) la esperamos, Primera Presidenta.
Los tres últimos minutos, de un discurso de apenas doce, fue para retocar el selfie: 2017 ha sido «un buen año para Andalucía». Hemos tenido estabilidad política, crecimiento económico y del empleo y conquistas sociales y culturales. Palabras misteriosas que hacen referencia a una realidad que solo Ella, la dueña de los arcanos, conoce. En cuanto al desempleo, los jóvenes exiliados económicos, la pobreza, la marginación, el expolio patrimonial y todo lo demás, se trata de algunas nubes sin importancia, en un panorama de extraordinaria bonanza, a juzgar por el tratamiento, nulo o meramente descriptivo, que recibieron estos y otros temas.
El discurso de la negación terminó con el deseo de un buen año nuevo, porque lo que es hacernos la pascua, nos la seguirán haciendo como hasta ahora.
Los myself inculpatorios
En estrecha colaboración con el discurso negacionista de la realidad sobre la que inciden negativamente las políticas, que perpetran los políticos, profesionales y amateurs, contra la ciudadanía, está el discurso inculpatorio de la misma. Discurso de amplio alcance y amplio espectro, suele elaborarse desde el poder en ámbitos diversos, pero sobre todo en aquellos cuyas manifestaciones dificultan el asentamiento y comprometen la credibilidad del discurso negacionista.
El discurso inculpatorio es especialmente visible en el terreno de la economía, la sanidad, la educación y el medio ambiente, léase catástrofes llamadas «naturales». Y los ejemplos son abundantes, tanto a nivel estatal como andaluz.
En el ámbito económico, sin duda hay que señalar dos hitos. Uno fue el intento generalizado, hace unos años, de culpabilizar a la ciudadanía de la crisis, cuando afirmaban los políticos, los economistas y otros, todos con cara impasible, que la gente «había vivido por encima de sus posibilidades».
El segundo hito, con nivel de virtuosismo, lo constituye el discurso sobre el emprendimiento, que eleva la inculpación de las personas precarizadas, marginalizadas y excluidas al rango de filosofía de vida.
Una concreción del discurso anterior es el que se elabora sobre las personas desempleadas; se les acusa de manera implícita o explícita, de no formarse, de desanimarse, de no buscar empleo «de forma activa», de mentir sobre su situación de desempleo. Y hasta de que hay todo un pueblo, el andaluz, por más señas, que no quiere trabajar o que desdeña trabajos. Así, se extiende un manto de sospecha e incredulidad sobre la insufrible y vergonzosa tasa de desempleo y se culpabiliza a las víctimas, bien de su situación o bien de mentir sobre ella.
Otro tanto ha sucedido con los preferentistas, su avaricia y su irresponsabilidad, exculpando así a la banca del desaguisado. Hasta que algunos responsables, pocos, no han entrado en las cárceles o se han pegado un tiro. O con los pensionistas, a los que se acusa de «vivir mucho tiempo», mientras se oculta el saqueo de los fondos de pensiones.
En el ámbito de la sanidad, este discurso también viene de lejos. Quienes no se cuidan, luego que no se quejen. El exponente de esta inculpación en Andalucía es el famoso programa de Canal Sur, Salud al día. Viéndolo cada fin de semana, una se pregunta, puesto que Andalucía es salud, cómo es que hay cementerios… Porque la calidad de vida de las andaluzas y los andaluces depende de los paseos por playas y bosques, la alimentación saludable y las infusiones. Qué duda cabe de que esto es así, pero nada se dice de las dificultades que cada vez más personas tienen en Andalucía para acceder a ello. Pronto, con los problemas del agua, con el sistema agrícola de explotación y depredación de la naturaleza y con el nivel económico de la mayor parte de la población andaluza, solo nos quedarán los paseos. Y eso en temporada baja, cuando la gran industria turística andaluza, de la que presumió en su discurso navideño nuestra Primera Presidenta, nos deje tiempo y espacio.
Hace unos días, el discurso sanitario inculpatorio de la ciudadanía se ha reeditado, advirtiendo a las y los usuarios andaluces que solo deben ir a urgencias si la situación lo requiere, algo que la propia persona, potencial usuaria, debe calibrar, se entiende. Así se evitaría el colapso del servicio, que se debe solo, quién lo duda, al uso masivo y caprichoso del mismo. De este modo, con autocontrol y automedicación, «los «problemillas» – Díaz dixit- de la sanidad pública andaluza no serán tales. Y si no, pasen y lean:
En el ámbito de la educación suele ocurrir otro tanto. A pesar de la tozudez de los datos, que hablan de que el factor determinante en el éxito o el fracaso escolar del alumnado es el nivel económico y cultural de sus progenitores, se insiste machaconamente en el discurso, que la Consejería de Educación andaluza ha comprado entusiastamente al neoliberalismo, de que quien se esfuerza siempre obtiene éxito. Se corre así un tupido velo sobre el hecho de que, en Andalucía, más del 50% de la población en edad escolar debe esforzarse y concentrarse habiendo comido lo justito. Por no hablar de las condiciones, de calor y frío, en las que los escolares deben aprender o la falta de previsión de profesorado. Nada de eso parece divisarse desde la lejanía de los despachos de Torre Triana, allí donde la Torre Pelli extiende su sombra.
Otro ámbito en el que suelen abundar las inculpaciones de las víctimas es el del medio ambiente, léase catástrofes naturales, que tienen poco de naturales. En Andalucía hemos asistido, el último verano, al incendio de Doñana, mientras se difundían las imágenes de la presidenta Díaz, con el casco, y del dúo dinámico Zoido-Báñez, con el chalequillo de gestionar catástrofes. Aunque no hubo foto capaz de disimular que solo estaban fingiendo hacer algo.
La Junta de Andalucía reaccionó como suele. O sea, buscando una cabeza de turco – un incendiario imprudente o intencionado- para sacudirse las pulgas de su irresponsabilidad criminal sobre Doñana y sobre tantos otros espacios naturales andaluces.
La misma política ha practicado Zoido, recientemente, en la ya famosa última nevada: señalar a las personas atrapadas como responsables de lo que, si no se convirtió en tragedia, fue simplemente por una cuestión de pura suerte.
Y, finalmente, las mujeres, como género, también sabemos mucho de inculpación. Cada día, con cada nuevo asesinato machista, el discurso se evidencia y actualiza. Se culpabiliza a la mujer de su tragedia cuando el primer dato que se destaca en la noticia es que no había denuncia previa, mientras se calla cuando sí la ha habido. Cuando se duda de la veracidad de su declaración sobre las circunstancias de su violación. Cuando se acusa a las mujeres jóvenes de conductas o prácticas peligrosas, como beber o pasar por ciertos lugares a ciertas horas, no obstante, prácticas normales para los hombres… De este modo, las mujeres pasan, de ser víctimas, a ser las responsables de su destino dramático, mientras las administraciones se lavan las manos con pactos de estado y otros paños calientes.
En fin. Quiero desear a las andaluzas y andaluces de conciencia y de bien que el nuevo año les traiga salud y encuentros felices, vida humanizada y pensamiento crítico y libre. A todas las andaluzas y andaluces, excepto al 36,2% que manifiesta en la última encuesta que les gustaría que el PSOE ganara las próximas elecciones en Andalucía. A esos no les deseo nada. Nada malo, porque soy buena gente. Nada bueno porque, si esos son sus deseos, es que ya deben de estar en el colmo de toda buena fortuna.