El pasado mes de enero hemos tenido ocasión de visitar los cementerios de Granada (San José) y Sevilla (San Fernando). El hilo conductor de la coincidencia de ambas visitas tiene que ver con la participación en actividades relacionadas con la memoria histórica y democrática.
En Granada, recordábamos y homenajeábamos a Arturo Ruiz, asesinado cuando participaba en una manifestación pacífica reclamando la amnistía para los presos políticos de la dictadura. Durante la Transición, la “exigencia de amnistía era percibida como un acto de justicia elemental tras la larga represión del franquismo”. Son las acertadas palabras de Manuel, uno de los hermanos de Arturo. Y precisamente por esos ideales le quitaron la vida. Paradójicamente esa misma ley de amnistía –que sería aprobada después- fue utilizada como instrumento para blindar la impunidad de los autores.
En Sevilla, asistíamos a los trabajos iniciales de exhumación en la Fosa “Pico Reja”. Son cientos las personas cuyos restos aún yacen aquí, al fondo y a la izquierda del camposanto sevillano. Ser víctimas del terror franquista desplegado en el verano del 36 es la nota común a todos ellos. Políticos, sindicalistas, miembros de la Columna Minera, Guardias de Asalto, Alcaldes y Concejales; personas comprometidas con la defensa de los valores de las izquierdas y los pueblos. Por eso yacen en este y otros depósitos colectivos del mismo cementerio. El mapa de fosas editado por el Ayuntamiento constituye la más tétrica cartografía de la capital andaluza.
Ambos escenarios están unidos por el hilo de la disidencia. El compromiso activo contra la barbarie y la implicación por salvaguardar la democracia vincula estos negros episodios del inicio y fin de la dictadura. Si es que de verdad ha terminado. Porque la muerte del dictador no fue suficiente para superar su legado. El continuismo protagonizado por los mejores activos de la dictadura da buena fe de ello. No hubo ninguna depuración. Ni entonces ni ahora. Tampoco hubo justicia. Ni antes ni hoy. Se apostó decididamente a la legalización de la injusticia y la perpetuación del silencio y el olvido.
Años después, el empuje del movimiento memorialista sigue apuntando en la dirección correcta. La apertura de la Fosa “Pico Reja” y la constitución de la Asociación Andaluza de Víctimas de la Transición son las mejores noticias que podíamos conocer. Los familiares de las víctimas representan la viva antorcha de la memoria más digna. Y así el mes de enero seguro que pronto nos alumbrará fulminando la oscuridad de tiempos pasados. Ésa –y no otra- es la luz de nuestro himno, cuyo canto retumbó en las paredes del cementerio granadino para dar fin al homenaje a Arturo.
Recordar para no olvidar. Y buscar sin aliento la verdad, justicia y reparación para garantizar la no repetición. Hoy y mañana, ha de formar parte de nuestro ineludible compromiso. Porque puede haber justicia sin juzgados, pero no habrá justicia sin memoria.