¿Quién teme a Andalucía?

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Los recientes sucesos alrededor de la pretendida y recurrida expulsión de siete parlamentarios de Adelante Andalucía por parte de cierta portavoz, han venido a despejar el escenario político en nuestra tierra. Estoy convencido de ello.

A los que piensan en el andalucismo como un proyecto de exclusiva y excluyente dimensión cultural, ajeno a toda dimensión política y a toda participación de formaciones políticas; cabe sumar ahora quienes esgrimen su “compromiso por Andalucía” sentados en bancadas centralistas en el Congreso o en la sucursal del hemiciclo andaluz. Este uno y otro, algunos impulsamos un Poder Andaluz que ahora se visualiza como más nítido y necesario que nunca, por las razones de todos conocidas. Entre otras, también por esa claridad que defendemos se palpa.

Resulta paradójico por ello, que los argumentos para el descrédito del andalucismo de izquierda se identifiquen a su vez con el desprecio a su capacidad movilizadora. Al banal y reaccionario calificativo de ser náufragos de opciones pretéritas, se suma ahora una perversa e incomprensible coalición de siglas políticas que, votando al unísono, abogan por condenar una radicalidad a la que llaman equivocadamente tránsfuga y que no es sino síntoma de coherencia. ¿Alguien sensato puede decir que la Constitución da respuesta a los problemas actuales? ¿Es ocioso que las pensiones, sanidad y la educación pública se blinden como servicios de primera necesidad entre el articulado de la Carta Magna?

Más aún, ¿alguien me puede decir dónde y cómo ha impulsado esta democracia adolescente, medidas para regenerar este sistema parlamentario y superar los vicios del proceso constituyente? Más bien todo lo contrario. El estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera ha ido acompañado por el bombazo de la corrupción y el clientelismo. El renqueante sistema político vigente sufre desde hace años un considerable deterioro, que viene siendo abono para el populismo más reaccionario y ultraderechista que se crece entre la desafección política de las clases más populares. Cuando un sistema utiliza el Estado para despreciar los derechos ciudadanos además de empobrecerlos y robarles el futuro, es que estamos ante un régimen degenerado y dominado por una plutocracia despótica y una partitocracia arbitraria. La presunta expulsión de parlamentarios de la sola voluntad de una portavoz, no es sino una burla más a todo funcionamiento democrático grupal que debe inspirar toda acción política pública. Todo un 155 a la soberanía popular. Un nuevo complot de Tablada para el siglo XXI.

Nadie puede hoy negar el protagonismo que el andalucismo político tuvo en el desarrollo del sexenio autonómico (1977-1982); al igual que tampoco nadie puede refutar el ingente esfuerzo realizado desde las fuerzas centralistas al hacer todo lo posible para evitar la consolidación de un andalucismo hegemónico. A los propios errores de éste último, por hechos mal comunicados y maliciosamente interpretados todavía hoy, las formaciones centralistas de derecha e izquierda sumaron todo su empeño para destruir aquel empuje. Asumieron para ello un verdeyblanquismo descafeinado que les convertía a uno, en el gran partido de los andaluces y, a otros en una pública convocatoria socio-política en favor de una Andalucía en la que nunca creyeron.

El argumento es el mismo: ayer y hoy. Dar respuesta a un subdesarrollo existencial bajo banderías de una izquierda cobarde que convirtió el autogobierno en régimen y, el poder popular en una estrategia caciquil de aparatos, apellidos, puertas giratorias, liberados y sillones. Así, el empeño por desacreditar el andalucismo al que dicen residual, resulta paralelo al afán por hacer desaparecer de la escena política este incipiente movimiento emergente.  Y es que Andalucía les da miedo y por eso, sigue siendo la que divierte y, a su vez, la que aporta el mayor número de diputados y senadores a Cortes. No nos quieren de otra forma más que sumisos, graciosos, precarios y dependientes. Por eso no basta sólo ser andaluz de carné, palabra o pin. Es hora de tomar partido y construir herramientas y escenarios alternativos que nos visualicen tal como somos. Pensando en andaluz, desde Andalucía, para y por los andaluces. Como diría Aumente, lo importante es en definitiva saber que el camino es válido, aunque resulte largo, difícil y, a veces, incluso, contradictorio. En eso estamos.