Domingo 25 de julio. Día de Santiago Apostol en su Año Santo. Santiago, patrón de España a la que nunca acaba de cerrar, del arma de caballería del ejército de tierra y de múltiples localidades por todo el orbe. Pocos mitos hispánicos hay tan falsos, rancios, ridículos y excluyentes como este de Santiago. Y pocos han tenido desde su origen tan clara finalidad política (ánimo de poder) y económica (ánimo de lucro). La baja catadura moral de una sociedad, el vergonzante analfabetismo de sus líderes y la podredumbre intelectual de la universidad, encuentran en mitos como el de Santiago su más claro símbolo de decadencia.
Para conocer un poco la historia del mito jacobeo, recomiendo vivamente la lectura de la obra de Francisco Márquez Villanueva, editada en 2004 por Bellaterra, Santiago: trayectoria de un mito, con prólogo de Juan Goytisolo. El profesor Márquez Villanueva es uno de tantos intelectuales despreciados por una universidad casposa, endogámica y mediocre (donde pone universidad pueden ustedes escribir judicatura, periodismo o sociedad en general, por supuesto). Nacido en Sevilla, en 1931, discípulo de López Estrada y Américo Castro, premio extraordinario de licenciatura y máxima calificación de doctorado. Tuvo que autoexiliarse en Estados Unidos al vetarle su acceso a la plaza de profesor titular el entonces rector José Hernández Díaz. Catédrático en la Universidad de Harvard e intelectual de prestigio en América, Francisco Márquez Villanueva murió en Boston en 2013 sin poder ser ni profesor, ni doctor honoris causa ni tener una calle en su ciudad natal. En cambio, el que fuera rector (1955-1963), alcalde franquista (1963-1966) y uno de los principales responsables de la destrucción del sevillano Palacio de los Sánchez-Dalp, donde posteriormente se construyó un Corte Inglés (su delegado de urbanismo y posterior teniente de alcalde, Medina Benjumea, simultaneaba estos cargos con el de director de obras del nuevo edificio, algo que entonces no planteaba ningún problema), tiene hoy una plaza en el barrio de Triana.
Cuando en estos días lean soflamas patrioteras en diversos periódicos y redes sociales, o noticias sobre ofrendas florales (y monetarias), no se asusten. Estas muestras de incultura son una tradición española desde, al menos, el siglo XVII. Afortunadamante, ya entonces había quienes se avergonzaban públicamente de tanta bajeza intelectual y defendían -sin éxito, porque hay cosas que son irreformables- la entrada de la razón, la ilustración y una ciencia histórica rigurosa.
El profesor Márquez Villanueva nos explica con detalle, aportando fuentes y argumentos científicos, que la invención del sepulcro del Apóstol Santiago no surge hasta el siglo XII, como maniobra franco-cluniacense para consolidar un polo político-religioso en torno a las reliquias, de relativa independencia frente al papado romano y de afirmación de primacía frente la mozárabe Toledo. No deja de ser curioso que no existan noticias de ninguna labor evangélica de Santiago en la península con anterioridad y que la fantasiosa venida (barca de piedra tirada por ángeles incluida) se fundamentan siempre en la tradición. Como tampoco deja ser paradójica la afirmación de Santiago como símbolo de resistencia cristiana, frente a un Toledo en el que, bajo el supuesto yugo musulmán de Al Andalus, se conservaba un rito mozárabe y una relevancia eclesiástica de primer orden en el mundo hispano.
Es en ese mismo siglo XII cuando se fabrica una de las más burdas falsificaciones y a la vez más exitosas, la del Diploma de Ramiro o Privilegio del voto. En el mismo, el rey de Asturias Ramiro I agradece la intervención directa de Santiago cabalgando en un caballo blanco y matando andalusíes en la batalla de Clavijo, logrando con esto la victoria y levantando el yugo del tributo anual de cien doncellas asturianas para servir en el harem del emir cordobés. Naturalmente, ni la batalla existió, ni Ramiro I reinaba en esa época, pero en el Diploma se instituye a Santiago como patrón de España y se fija a perpetuidad un tributo en favor del cabildo compostelano (poderoso caballero siempre el dinero). Ya en el siglo XV se va consolidando la militarización del mito jacobeo. El pacífico peregrino Santiago va dejando paso a un aguerrido capitán de caballería, revienta-cabezas de infieles. Y es también en este siglo XV cuando la Orden militar de Santiago, surgida en el siglo XII para asegurar el dominio de Extremadura, se consolida como potencia económica, como una gran empresa propietaria de enormes territorios. Son los Reyes Católicos los que dan un paso más e impulsan la estatalización del mito jacobeo. El Voto se configura como un auténtico tributo público en favor de la Iglesia compostelana que, a su vez, se muestra generosa con los monarcas en los periodos de necesidad. De mito religioso se ha pasado en pocos siglos a elemento para exaltar ánimos de aniquilación en la batalla y, por último, impuesto general a la población. Todo muy cristiano, como se ve…
Nunca faltaron voces críticas que intentaron dar un giro a la historia, aunque sólo fuera por vergüenza ante las supercherías que sólo servían para hacer ganar mucho dinero a unos pocos. Así, por ejemplo en 1638, tras cuarenta años de litigio, se fallaba a favor de los pueblos el Pleito de los Cinco Obispados que se oponían a pagar el tributo. O el intento en el siglo XVII de instituir como copatrona de España a Santa Teresa de Jesús, mujer culta, intelectual y con una imagen más moderna que el violento matamoros. Naturalmente fracasó. El propio Duque de Arcos se reveló en el siglo XVIII contra el pago del tributo y su fundamento, que consideraba una suma de falsedades. Tuvieron que ser las Cortes de Cádiz en 1812 las que abolieran el Voto (tributo) e instauraran el copatronato teresiano. Evidentemente el absolutismo de Fernando VII hizo que se volviera a la situación anterior. Tras el paréntesis de la II República española (1931-1936), el Dictador Franco, mediante Decreto-Ley restablece en 1937 el patronato de Santiago en España y la ofrenda. Y aquí seguimos…
Santiago, de peregrino a matamoros y recaudador de impuestos. De matamoros a matainfieles, mataindios, mataherejes o incluso matacomunistas (en la Iglesia de Castaño del Robledo, Huelva, hasta hace poco se podía ver un retablo con Santiago cabalgando sobre un personaje parecido a Lenín y con la estrella roja, la hoz y el martillo, todo ello encargo del párroco tras el fin de la Guerra Civil). Santiago, símbolo de intolerancia, de cerrazón, de fanatismo y de valores tan anticristianos. Santiago, cuyo cierra España procede realmente de serare (embestir) y no de claudere (cerrar). Santiago, cierra, vete y no vuelvas…